(Worcester, 1857-1934)
Concierto para violín y orquesta, en si menor (opus 61)
En 1909 la Royal Philharmonic Society de Londres encargó a Elgar una obra concertante para violín y orquesta. Un año después, el 10 de noviembre de 1910, se produjo el estreno con la Orquesta Sinfónica de Londres y Fritz Kreisler, a quien estaba dedicada la obra, como solista, con el propio Elgar a la batuta. Elgar había comenzado a trabajar en un concierto para violín en 1890 pero él, que también era violinista, no quedó satisfecho y destruyó el manuscrito. Fue Kreisler quien en 1907 le pidió que escribiera un concierto para violín y Elgar lo realizaría en el intervalo entre sus dos sinfonías cuando recibió el encargo de la Royal Philarmonic Society. La reputación del concierto como una de las más difíciles en el repertorio de violín hizo que no se realizara la primera grabación hasta 1932 por un jovencísimo Yehudi Menuhin ya que pocos se atrevían a hacerlo. Tras el éxito discográfico continuó siendo programado y tocado por los mejores violinistas y en 2010, con motivo del centenario de su estreno londinense, se interpretó este concierto por todo el mundo. El solista que hoy nos visita, Pinchas Zukerkman, nacido en Tel Aviv en 1948, el mismo año de la creación de Israel como Estado, lo ha interpretado numerosas veces, casi siempre con el mismo enfoque que hizo en su día el joven Menuhin, una lectura más expresiva que enérgica que roza o supera los cincuenta minutos de ejecución. Estamos ante una de las composiciones orquestales más largas de Elgar y la última de sus creaciones en obtener un éxito popular inmediato. Se trata de una de las obras más complejas jamás escrita y un estudio de carácter cuyo objeto sigue rodeado de misterio. Un misterio al que contribuyó una sencilla frase escrita en castellano en la partitura: «Aquí está encerrada el alma de …..» una cita de la obra Gil Blas de Alain-René Lesage, cuyos cinco puntos suspensivos ha hecho especular ampliamente a quién se refería a los estudiosos del autor de Enigma, las Variaciones sobre un tema original (opus 86). Jerrold Northrop Moore, biógrafo de Elgar, sugiere que no se refiere a ninguna persona en singular sino a varias, entre ellas a la esposa de Elgar, Alicia, y a su madre. Elgar dijo de este concierto: «¡Es bueno! ¡Terriblemente emocional! Demasiado emotivo, pero me encanta».
Johannes Brahms
(Hamburgo, 1833-Viena 1897)
Sinfonía número 1, en do menor (opus 68)
En 1854 Johannes Brahms escuchó por primera vez la Novena de Beethoven y decidió escribir una sinfonía. Un año después, en 1855, desarrolló los primeros bocetos de la obra pero no la finalizó hasta veinte años más tarde, entre 1874 y 1876. Se ha escrito que adivinaba la enorme responsabilidad que asumía al convertirse en el heredero de Beethoven. El crítico conservador Eduard Hanslick, el más influyente en la Viena de la época, reconoció al escucharla el valor y la trascendencia de los logros de Brahms y Hans von Bülow calificó en 1877 esta primera de Brahms como la «Décima Sinfonía de Beethoven» por las similitudes entre las composiciones de ambos autores. Brahms reaccionó diciendo que no era un plagio de las obras del maestro de Bonn sino la utilización de su lenguaje musical como un «acto de homenaje consciente». Fue Robert Schumann quien le incitó en 1853 a componer la sinfonía. Entre 1854 y 1856, cuando Brahms estaba en Düsseldorf ayudando a Clara Schumann con sus siete hijos mientras su marido, Robert, se consumía en un manicomio, se comprometió a esbozar una sinfonía y en 1862 mostró los resultados a Clara, ya viuda. Durante una docena de años tuvo a mano esos primeros apuntes hasta que en 1874 se propuso completar la primera de sus cuatro sinfonías, reagrupadas de dos en dos (1876-1877 y 1883-1885), que tanta fama le han dado. La Sinfonía número 1 fue estrenada en Karlsruhe el 4 de noviembre de 1876 bajo la dirección de Felix Otto Dessolf y mes y medio más tarde se ejecutaría en Viena donde fue saludada por el caluroso artículo de Hanslick anteriormente mencionado. En esa época, Brahms efectuó una importante gira de conciertos, unas veces como pianista y otras como director de orquesta. De esta obra hay una amplia discografía que enumero para recuerdo de los melómanos: de la Orquesta Filarmónica de Viena las de Wilhelm Furtwängler en 1951 (Warner), la de Karl Böhm en 1975 y la de Carlo Maria Giulini en 1991, ambas en Deutsch Grammophon (DG); la de la Orquesta de la SWR de Baden-Baden y Friburgo dirigida por Sergiu Celibidache en 1976 (DG) y la de la Orquesta Filarmónica de Berlín dirigida por Herbert von Karajan en 1978 (también en DG).