El veterano Frans Timmermans, de 62 años y exvicepresidente de la Comisión Europea, aspira a liderar el relevo en el poder en las elecciones generales de Países Bajos de este miércoles. Su bloque entre socialdemócratas y verdes se presenta como único antídoto posible frente a un gobierno de signo derechista apoyado por la ultraderecha o incluso dominado por los radicales. Los comicios marcarán el fin de la era de Mark Rutte, el apóstol de la frugalidad fiscal que casi bloqueó el fondo de recuperación europeo pospandemia. El primer ministro neerlandés dejará el puesto que ha ocupado durante 13 años, en medio de un panorama de gran fragmentación política. Consumará así la retirada anunciada el pasado verano, tras una gestión marcada por las trifulcas en sucesivas coaliciones, las últimas de las cuales han favorecido la aparición de un nuevo centro, comandado por el diputado Pieter Omtzigt.
Los sondeos apuntaban a un empate entre el VVD de Rutte, ahora liderado por Dilan Yesilgöz, defensora de la línea dura contra la inmigración, el bloque de Timmermans y el NSC de Omtzigt, todos por debajo del 20% de los votos. A la recta final se llega con una ligera ventaja para la alternativa izquierdista. Es la única opción que descarta gobernar con el apoyo del ultraderechista Geert Wilders, el líder del PVV, cuarta fuerza en los sondeos pero con una fuerte tendencia al alza en el tramo final de campaña.
Son elecciones anticipadas, convocadas tras romperse la coalición de Rutter en julio. Supuestamente, el primer ministro saliente aspira a suceder al noruego Jens Stoltenberg como secretario general de la OTAN, aunque no hay una confirmación oficial. Sería una huida hacia delante de un político con grandes dotes para la supervivencia, que ha llevado el liberalismo a sus límites, también en lo que respecta a la política interna.
El nuevo centro de Omtzigt
Precisamente los estragos causados por el liberalismo de Rutte son la baza que aupó a Omtzigt hasta situarse como opción real a la victoria en los comicios. Este político de 49 años, con dos décadas como diputado, lidera su propio partido, que no se define ni de derechas ni de izquierdas. Él mismo ha asegurado que no aspira a ocupar la jefatura del próximo gobierno.
Su opción política empezó a despuntar a raíz del escándalo por el «error administrativo» que en 2019 casi llevó a la ruina a 25.000 hogares perceptores de ayudas a la familia. Casi un millar de ellos perdieron incluso la tutela de un hijo, al verse desprovistos de los ingresos mínimos para garantizar la subsistencia de su núcleo familiar. Omtzigt se convirtió en abanderado de ciudadanos en estas situaciones. No es un líder histriónico ni busca el populismo fácil, sino que ha hecho campaña apostando por algo aparentemente anodino como la renovación administrativa, el mantenimiento de los subsidios, pero también las restricciones a la inmigración, el denominador común en esta campaña para todas las fuerzas del centro y radicalismo ultra neerlandesas.
Líder de origen inmigrante para suceder a Rutte
Yesilgöz, o Dilan, como se hace llamar en esta campaña, representaría la continuidad del VVD en el poder. Tiene 46 años, llegó a Países Bajos siendo una niña junto a sus padres, refugiados turcos, y militó un tiempo en la izquierda. Pero ahora propugna el cerrojo a la inmigración en un país que hace ya unas décadas dejó de ser un lugar abierto a la llegada de solicitantes de asilo y que ha visto consolidarse a la ultraderecha como partido normalizado.
Rutte salió escarmentado de su breve experiencia con Wilders como apoyo en el Gobierno en su primera legislatura. En sucesivas elecciones evitó al país caer bajo el dominio ultraderechista, al imponerse frente al pujante Wilders y vetarlo incluso como socio. Ahora le corresponde a la que ha sido su ministra de Justicia afirmarse en la primera posición, unos meses después de disolverse su coalición por disensos insalvables en torno al derecho a la reagrupación familiar para los refugiados.
La ultraderecha consolidada de Wilders
Yesilgöz no excluye una coalición con los radicales de Wilders, quien a sus 60 años vive bajo amenazas por su furibunda islamofobia, aunque en esta campaña ha moderado algo su discurso. Fundó su partido en 2006, cuatro años después de la sacudida por el asesinato del líder ultraderechista Pim Fortuyn. Sigue abogando por la prohibición de las mezquitas, pero reconoce que el país tiene otras «prioridades» que atender. Los últimos sondeos apuntan a un despegue para un partido que en las últimas legislaturas ha tenido la voz cantante en la oposición, favorecido por la fragmentación y el debilitamiento de los grandes partidos.
En Alemania, país con 82 millones de habitantes y siete partidos representados en su Parlamento federal (Bundestag), se contempla con asombro la fragmentación política de su vecino, que con 17,6 millones de ciudadanos tiene actualmente 14 partidos en su Cámara baja. Se destaca la aparición de nuevas formaciones como la de Omtzigt. Pero también el hecho de que esa nueva formación con capacidad teórica de liderazgo no representa posiciones extremistas, de izquierda o de derecha, sino del centro, en un país identificado con el bienestar social.