Alberto Fernández recibió este martes con un rostro adusto, propio de un velatorio, a su sucesor en la presidencia de Argentina, el ultraderechista Javier Milei. La reunión en la residencia de Olivos, en la periferia norte de la ciudad de Buenos Aires, acaparó la atención de la sociedad y los mercados. Las acciones de la Bolsa de Comercio de la capital registraron un alza media del 35% en el primer día hábil después de las elecciones del pasado domingo. «El mejor día desde 1991«, aseguró el diario de negocios El Cronista. La promesa de una ola de privatizaciones de bienes públicos impulsó esa subida. También aumentó el precio del dólar, por encima de los 1.000 pesos, e impactará más directamente en la inflación y los bolsillos de buena parte de los hombres y mujeres que se inclinaron en las urnas por Milei.
En este contexto, el papa Francisco llamó por teléfono al ganador de las elecciones. El diálogo fue «muy bueno» y el presidente electo ratificó la invitación para que Jorge Bergoglio visite su país el próximo año «como jefe de Estado y líder de la Iglesia», informaron desde el entorno de Milei. La conversación buscó cerrar heridas. Durante la campaña electoral, el economista calificó al Pontífice de «maligno«.
La portavoz presidencial, Gabriela Cerruti, dijo que el encuentro en Olivos se llevó adelante «con el objeto de dar inicio al proceso de transición institucional» entre los equipos del actual Gobierno y La Libertad Avanza (LLA). El ganador de los comicios comprobó una vez más camino a la reunión las expectativas que despierta entre sus seguidores. El anarcocapitalista fue reconocido por un bus escolar y descendió de su automóvil para saludar a los niños que le gritaban «te amo». Las cámaras tomaron ese momento que resume la luna de miel con el electorado. La popularidad será clave para llevar adelante un programa económico radical.
Fernández, quien desde hace meses es un personaje fantasmal de la política, con escasas intervenciones en las redes sociales y viajes protocolares al exterior, conversó unas dos horas con el hombre que asumirá el poder el próximo 10 de diciembre. La imagen que los muestra con extrema seriedad fue inmediatamente entendida por los analistas políticos: estaban apenas separados por una pequeña mesa donde habían sido dejados dos vasos de agua y una jarra de agua. Nada de desayuno opíparo. La austeridad estuvo a tono de lo que se ponía en juego.
Discusión sin acuerdos
De acuerdo con el diario La Nación, Fernández y su invitado «repasaron los temas de Estado, la agenda internacional» y dieron «inicio a los equipos de transición con enlaces en todas las áreas». Se trató, según las fuentes de ambas partes consultadas, de una cita «amable, respetuosa e institucional«. Más allá de las formalidades, el presidente de salida y de entrada discutieron sobre quién debe pagar el coste de las dolorosas medidas que deben tomarse en las próximas horas para enderezar una economía al borde de la hiperinflación. El anarcocapitalista ya avisó que no será tan fácil detener el aumento del coste de la vida. A diferencia de lo que aseguraba en su campaña, la reducción de la inflación a niveles aceptables se demorará hasta dos años.
Milei cree que debe el actual Gobierno, y en especial su ministro de Economía, deben cargar sobre sus espaldas el impacto de las medidas que sacudirán a los habitantes de un país con 40% de pobres. LLA advirtió en ese sentido que «hasta el 10 de diciembre, el presidente Alberto Fernández y el ministro de Economía, Sergio Massa, son los responsables constitucionales de la situación de los argentinos».
Por lo pronto, las actuales autoridades citaron a los gerentes de las industrias de alimentos y supermercados para pedirles cautela debido a la subida de precios del 40% que se puede convertir en el combustible de un estallido social.
Los límites de la agenda de Milei
Milei, el hombre que ha reconfigurado el mapa político argentino desde la nada, en su condición de tertuliano televisivo, ya ha recibido varias salutaciones de presidentes que le han transmitido el apoyo a su futura gestión.
«Todo lo que pueda estar en las manos del sector privado va a estar en las manos del sector privado«, reiteró el futuro mandatario en la noche del lunes. Más allá de su voluntad de reducir al Estado a su mínima expresión, Milei necesita de una fuerza parlamentaria que carece. Apenas cuenta con el 15% de los diputados y el 10% de los senadores. No le alcanza con los votos de los legisladores de la derecha tradicional. «La primera lectura que hicieron en el exterior es que se asumirá ahora un enfoque pragmático moderando sus propuestas de campaña y su retórica», señaló el diario Ámbito Financiero. «Entre los especialistas en mercados emergentes existe la opinión que Milei será más pragmático y no llevará a cabo todas las medidas que conforman su programa político, sobre todo, por la escasa base de apoyo parlamentario».
El anarcocapitalista deberá, por lo tanto, cooptar voluntades del peronismo y los partidos provinciales para llevar adelante aspectos de su agenda, del mismo modo que lo hizo Carlos Menem en la década de los 90. Milei intenta mirarse en el espejo del menemismo. El entonces presidente peronista abandonó el credo de ese movimiento y se inclinó decisivamente hacia el neoliberalismo, siguiendo la corriente política victoriosa tras la caída del Muro de Berlín. Enfrentó duras protestas, pero logró su cometido y transfirió a manos privadas la energía, las comunicaciones, los ferrocarriles, la siderurgia y el sistema de pensiones, que volvió a ser estatalizado y Milei quiere devolver al mundo de los negocios. El Gobierno entrante se prepara para enfrentar resistencias en la calle y ya advirtió que tendrá poca tolerancia hacia los manifestantes.
Contra la despenalización del aborto
«Vamos a bajar el gasto, bajaremos impuestos y habrá una modernización y desregularización laboral. El Gobierno de Milei va a servir para que florezca el sector privado y pueda recibir ese capital humano que hoy está desaprovechado», dijo el futuro diputado Alberto Benegas Lynch.
La ultraderecha tiene además otros horizontes de cambio. «La vida es el derecho primario. Que tengamos una ley del aborto me parece la salvajada más espantosa. Somos unos salvajes si tenemos eso», dijo y expresó su compromiso de trabajar para su derogación.