«El 30 de marzo surgió el viaje», arranca Milton. Es uno de los siete hermanos de Edwin. Es, también, voz de la búsqueda desde que este desapareció. «Mi sobrino me dijo que un señor, que él conocía, buscaba gente para hacer una mudanza». Edwin estaba buscando empleo, decidieron que fuera él. «A mi hermano, que en ese momento no tenía nada fijo, le venía bien». Era algo sencillo: ir, hacer la mudanza y volver.
Arrancó el viaje. Salieron en un barco desde Mallorca los dos. «El 31 de marzo, sobre las once de la noche, mi hermano llamó a su esposa y le dijo que estaba en Cazorla (Jaén), que había tenido ciertos inconvenientes con este hombre. Que le estaba humillando. Que le había encerrado en la furgoneta. Le contó que todo iba mal». Fue la última conversación que tuvieron con él. Edwin López, 53 años, desapareció a la mañana siguiente, el 1 de abril de 2023, tras horas deambulando por Cazorla. Llevan siete meses esperando respuestas. Nada lleva a él.
Encerrado con llave
«Tú duermes en la furgoneta, le dijo este hombre». Milton, junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos e investigación de Prensa Ibérica, retrocede hasta horas antes de la desaparición. «Mi hermano le dijo que no hiciera eso porque sufría de claustrofobia y, aún así, lo encerró«. Lo que sigue, lo han podido reconstruir de la mano de los agentes de la Guardia Civil. «Cuando Edwin se vio encerrado con llave, sin luz, sin aire… se alteró. Comenzó a dar golpes, patadas, desde dentro». El ‘jefe’ terminó abriendo. «Cuando salió, mi hermano estaba completamente alterado, con ansiedad».
Al lugar de los hechos llegó la Guardia Civil. «Les llamó el dueño de la furgoneta». Edwin tenía una crisis nerviosa, «llamaron a los servicios de emergencia y se lo llevaron al hospital». Le administraron un tranquilizante y, en torno a las 3 de la madrugada, le dieron el alta. «Cuando sale, se vio con la sorpresa de que este hombre se había ido, había dejado su mochila, y le había dejado solo allí». Horas después, a 600 metros, aparecería esa misma mochila tirada junto a la carretera. Edwin, desde entonces, no está.
La gasolinera
«La Guardia Civil nos dice que ha encontrado la mochila de mi hermano», reconstruye Milton, «la alarma saltó». Su pasaporte, su ropa, su documentación y su teléfono aparecen junto a una carretera. «Están todas sus pertenencias, pero él no está». Los agentes trazan la línea. La mochilla aparece a 600 metros del hospital de Cazorla. En el medio, a 300 metros de ambos puntos, hay una gasolinera: «mi hermano estuvo allí».
«No sé por qué mi hermano no pidió un cargador», lamenta Milton. «Hubiéramos ido desde Palma a la misma gasolinera a por él»
Los empleados del surtidor confirmaron que Edwin estuvo desde las tres de la madrugada hasta las diez de la mañana. Las cámaras confirmaron el testimonio. «Las imágenes muestran como sale solo, deambula, deambula, se sienta…«. La gasolinera tiene restaurante, tienda, cuarto de baño. «Se ve como él entra, compra gaseosa, desayuna fuera, sentado, sin saber absolutamente nada que hacer…». Lleva la mochila. «Y se ve como se va alejando hacia el sitio donde encontraron sus pertenencias, la carretera de Quesada-Úbeda».
En tiempo récord su familia llegó desde Palma de Mallorca hasta ese mismo punto. Batieron, sin éxito. Fueron al punto de inicio, la gasolinera. Todos se acordaban de él. «Dicen que Edwin no se veía desorientado, angustiado, nada. Que no sabía para dónde ir, pero, que sí, que sí, que estaba bien». Mientras Edwin buscaba la manera de volver a casa, su teléfono -apagado-, almacenaba llamadas y mensajes de los suyos. «No sé por qué mi hermano no pidió un cargador», lamenta Milton, «hubiéramos ido desde Palma a la misma gasolinera a por él».
Autostop
Durante ocho días la familia batió la zona junto a los investigadores. No había rastro. «Hay cuatro o cinco fincas alrededor, nadie vio nada allí». Los agentes peinaron palmo a palmo, «con perros, drones, helicópteros, a pie… en un radio de 5 kilómetros». Edwin no estaba allí. La Guardia Civil dibujó una única hipótesis: que el hombre, sin medios para llegar a casa, hubiera hecho autostop.
«Dicen que lo más probable es que se subiera a un coche y se le haya olvidado la mochila junto a la carretera. A nosotros… nos parece un poco inverosímil la situación: que Edwin pare un coche, se suba y se le olvide llevarse su ropa, sus pertenencias, no me cuadra, la verdad».
Vuelta exprés
La familia intentó hablar con el hombre que acompañaba a Edwin, «no me ha cogido el teléfono jamás». Lo dejó en el hospital y puso tierra de por miedo. Está descartado a nivel policial: «los agentes aseguran que cuando Edwin desaparece (sobre las 10:00 horas), él estaba desembarcando en Palma».
El dato chirría. El viaje tendría que haber sido demasiado exprés. «Los barcos de Valencia salen a las 22:00 horas y llegan entre las 5:30 y las 6:00 AM a la isla. Este hombre llamó a la policía a las 23:00 horas cuando, por encerrar a mi hermano, le da un ataque de ansiedad. De Cazorla a Valencia hay cuatro horas pasaditas, y más en una furgoneta de mudanza, que es grandecita». Los horas no cuadran. «Si este hombre a las 23:00 horas ha llamado a la policía, ha ido hasta el hospital y se ha marchado… Por mucho que haya corrido, no puede estar desembarcando a las 07:00 horas del mismo 1 de abril, cuando desaparece mi hermano, en Palma de Mallorca. Ese descuadre no me deja dormir«.
Comedores sociales e iglesias
Sin respuestas, sin pistas, sin noticias, toda la familia vive por y para encontrar. «Durante 20 años trabajé en el servicio de emergencias de Palma de Mallorca», explica Milton. «Tuve un accidente laboral y me dieron la discapacidad total». Tiene tiempo, pero cada búsqueda es costosa a nivel económico. Tiene que embarcar con su coche desde Palma hasta Valencia y, desde ahí, batir, preguntar. Ha recorrido Andalucía, Valencia, Murcia y Castilla la Mancha. «Busco en iglesias, hospitales, paradas de autobús, de tren, en comedores sociales y barrios marginales», explica. «No sabemos dónde puede estar Edwin ni en qué estado. La impotencia que siente uno es impresionante. Es buscar, buscar, buscar y no hallar absolutamente nada».
Tres veces ha sonado el teléfono: Beas de Segura, Villacarrillo y Andújar, los tres sitios en los que aseguraron haber visto a Edwin deambular. Milton llegó en tiempo récord, pero no estaba, no ha podido comprobar si era él.
Amante de la salsa, Edwin disfrutaba enseñando a todos a bailar. En su país era mensajero, motero. Motos y coches, junto al baile, su otra gran pasión. Estudió jardinería para venir a España, esperaba algo fijo de ello aquí. Solidario, caritativo, «daría la vida por sus hijos, por su esposa», completa Milton. «Los agentes creen que se sube en un coche y lo sacan de Cazorla. El problema es que no saben dónde: Jaen, Sevilla, Portugal… Es muy doloroso. Solo podemos esperar que alguien vea la foto y nos diga si les pareció verlo hoy, mañana, ayer». La incertidumbre desgarra. Hiere. «Ahora podría tener barba, bigote… pero el tatuaje no habrá cambiado. Si lo han visto, por favor, contacten con nosotros. Ustedes son nuestra esperanza para poderlo encontrar».