El hermetismo ha sido total y absoluto. Nada ha querido que trascienda Pedro Sánchez de su nuevo Ejecutivo, que previsiblemente dará a conocer este lunes, 20 de noviembre. Nada, nada oficial. Han navegado quinielas, consensos aquilatados y fundados de quiénes seguirán —como su núcleo duro, blindado— y quiénes pueden marcharse, pero no hay ninguna confirmación. El presidente del Gobierno evidencia una vez más, de manera inequívoca, rotunda, que él maneja los tiempos, las acciones y los silencios, que él es el vértice de la pirámide y que todo depende de él.
Solo él decidió convocar por sorpresa las elecciones generales del 23 de julio apenas horas después del desastre de las autonómicas y municipales del 28 de mayo y logró no solo deshacer todos los negros pronósticos sino ganar un millón de votos más. Él decidió apostar por una investidura compleja, haciendo importantes cesiones al independentismo catalán, pero consiguió armar una mayoría transversal de 179 votos frente los 171 de la derecha. Y ahora se apresta a presentar un Gabinete personalísimo, de más peso político para poder combatir a una oposición que no le va a dejar ni un segundo de respiro —no se lo ha dejado ya por la ley de amnistía— y para lidiar con las demandas de sus socios, sin poder echar mano en ningún momento de la geometría variable, salvo el mínimo desahogo que le permitirá tener a su lado a la única diputada Coalición Canaria.
No se espera un recambio en el corazón tan profundo como el que operó en 2021, cuando sacó del Ejecutivo a Calvo, Redondo y Ábalos
Sánchez ya tiene diseñado su nuevo equipo. Se tomó el fin de semana para acabar de modelarlo y hacer los últimos ajustes. También comunicó su decisión a los ministros afectados, pero, como explicaba uno de ellos a este diario, les pidió expresamente que no dijeran nada y guardaran silencio absoluto. El presidente odia las filtraciones y es obvio que en este caso, y a diferencia de la estrategia seguida en 2018 y en 2020, ha optado por no ir adelantando nombres. Ni tan siquiera ha avanzado el organigrama. A los nuevos integrantes del Gabinete podría llamarlos poco antes de hacer pública su designación, como ocurrió en julio de 2021, en la última gran remodelación ministerial, en la que no solo cambió a titulares de varias carteras, sino que forzó el relevo de su núcleo duro, prescindiendo de Carmen Calvo, su vicepresidenta primera; Iván Redondo, su director de Gabinete, y José Luis Ábalos, su ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, dos cargos que perdió.
En el partido y en la Moncloa se da por hecho que el nuevo Ejecutivo tendrá un mayor peso político, capaz de afrontar una legislatura durísima, presumiblemente mucho más que la anterior, con la ley de amnistía como caballo de batalla no solo de las derechas, sino también del mundo de la Justicia. También se espera que haya sorpresas, porque es un líder abonado a ellas, aunque quienes le conocen bien aseguran que podría no haber «grandes cambios», porque la reestructuración profunda la acometió en 2021. No solo porque en aquel momento sustituyó el chasis del Ejecutivo, sino porque impuso una comunicación más fluida entre Ferraz y la Moncloa, línea que se profundizó un año después, cuando consumó los relevos en la cúpula del partido. Desde entonces, la línea de acción de los dos espacios está plenamente coordinada, son una y la misma cosa. De ahí que parezca ya claro que el núcleo duro se mantendrá prácticamente intacto.
Así, la dupla de María Jesús Montero y Félix Bolaños, actuales ministros de Hacienda y de la Presidencia en funciones, se ha probado imprescindible para el presidente. Ellos conformaban ya su círculo de confianza más absoluto, y ambos han pilotado con éxito las negociaciones con los grupos para la investidura junto con otro hombre indispensable en el engranaje socialista, Santos Cerdán, el secretario de Organización del partido.
Montero y Bolaños continuarán con seguridad en el Gabinete, con la duda de si Sánchez desplaza a este último a Justicia, una cartera que será clave en esta legislatura, dada la hostilidad de los jueces hacia la ley de amnistía, una norma cuyo devenir en los tribunales marcará, como poco, la primera parte del mandato. Por no hablar de que sigue pendiente la renovación del Consejo General del Poder Judicial cuando el órgano ya acumula cinco años en funciones. El líder socialista, pues, tiene en su mano confirmar a Bolaños a su lado, en Presidencia, el ministerio por el que pasa casi todo y el que presta asistencia a la Moncloa, o llevarlo a Justicia. Se cuenta con que su actual titular, Pilar Llop, nombrada en 2021 pero de perfil político muy bajo, saldrá en todo caso del Gabinete.
Bolaños se ha barajado también para Justicia, cartera que no obstante ha ejercido en la sombra
En la práctica, Bolaños ha sido el ministro de Justicia en la sombra en esta etapa, pues condujo él las conversaciones con el PP para el desbloqueo fallido del CGPJ, fue muñidor de la reforma de los delitos de sedición y malversación y centralizó el cambio de la ley del sí es sí a partir del borrador de los expertos de Justicia. Uno de los dos, Montero o Bolaños, podría alcanzar una vicepresidencia política, ausente ahora en el organigrama. El jefe del Ejecutivo, en ese caso, recuperaría un primer escalón de cuatro vicepresidencias: se añadiría a las de Nadia Calviño, Yolanda Díaz y Teresa Ribera una cuarta, la que hasta hace dos años ocupó Carmen Calvo. Si eligiera a Montero, ella se convertiría en la poderosísima supernúmero dos del líder: además de vicesecretaria general del PSOE, vicepresidenta del Gobierno.
Cerdán continuará al frente del aparato del PSOE, aunque su poder se ha visto reforzado por el éxito de la negociación con Junts. Una interlocución con el partido de Carles Puigdemont que arrancó, por orden de Sánchez, hacia marzo de este año, meses antes de las generales del 23-J. Era una señal clara de que el presidente entendía que en el futuro podía necesitar a los posconvergentes, por lo que era necesario empezar a tender puentes con ellos.
También continuará en Transición Ecológica la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, una mujer en quien Sánchez confía plenamente para un área que considera capital y motor de las transformaciones del presente y del futuro. Todo apunta, asimismo, que Nadia Calviño seguirá al frente de la vicepresidencia económica, a la espera de la decisión que tome, a principios de diciembre, el Ecofin: ella disputa la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI) con la danesa Margrethe Vestager. Si la consiguiera, ocuparía el nuevo puesto el 1 de enero, y eso obligaría a Sánchez a acometer el mes próximo una minicrisis de gobierno. Pero dejarla fuera ahora del Gabinete supondría debilitarla.
Todo apunta a que seguirían Pilar Alegría, José Manuel Albares, José Luis Escrivá o Margarita Robles. Y es dura Marlaska en Interior. Llop sí sale de Justicia
Pero el núcleo duro de Sánchez lo conforman también sus pretorianos en la Moncloa. En principio, siempre según fuentes próximas al jefe del Ejecutivo, no habría recambios de calado, por lo que Óscar López se mantendría como su director de Gabinete y Francesc Vallès como secretario de Estado de Comunicación. Ambos fueron fichados en julio de 2021, en sustitución de Iván Redondo y Miguel Ángel Oliver.
A partir de ahí, comienza un paisaje más brumoso, con menos certezas. De entrada, todo apunta a que seguirían Pilar Alegría —tal vez en otra cartera, se ha señalado Igualdad—, José Manuel Albares (Exteriores), José Luis Escrivá (Inclusión, Seguridad Social y Migraciones), muy del gusto del presidente, y Diana Morant (Ciencia), que podría integrar en su cartera Universidades, al salir de ella Joan Subirats, cuota de los comunes en el Gobierno. Margarita Robles es vista asimismo como bastante segura, dado su desempeño libre de conflictos en Defensa y su perfil centrado, que ayuda al líder socialista a dirigirse al electorado más templado. La lógica también señala la continuidad de Isabel Rodríguez (Política Territorial y portavoz), por su proximidad a Sánchez, aunque quizá con otro cometido.
Interior, un ministerio central que suele quemar a sus titulares, es duda. En las últimas remodelaciones del Ejecutivo, y también ahora, circulaba la posibilidad de que Sánchez destituyera a Fernando Grande-Marlaska. Para su reemplazo han sonado Antonio Hernando, director adjunto de Gabinete hasta las pasadas generales —y repescado en octubre de 2021 por el presidente—, o también Mercedes González, exdelegada del Gobierno en Madrid y ex directora general de la Guardia Civil. El pasado jueves, en la segunda sesión de investidura, Sánchez defendió a su actual responsable: «Tenemos un extraordinario ministro del Interior en la persona de Fernando Grande-Marlaska».
Los nombres que acompañarían a Yolanda Díaz son Ernest Urtasun, Mónica García, Sira Rego y Pablo Bustinduy
Está por ver también cómo se completa el Gabinete por su ala minoritaria. Yolanda Díaz ha empujado para que Sumar tuviera el control de cinco ministerios, los mismos con los que contaba Unidas Podemos, pero a última hora del domingo tampoco había confirmación oficial del número de departamentos bajo la órbita de la vicepresidenta segunda. Una señal, por cierto, de la acción concertada de Sánchez y Díaz, a diferencia de lo que ocurría con Pablo Iglesias, que en enero de 2020 aireó los nombres de sus ministros mucho antes de que el líder socialista designase a los suyos. Podemos ha venido insistiendo en su exigencia de que Irene Montero continúe encabezando Igualdad, pero se da por descontado que esa cartera retornará a manos del PSOE.
El peso del PSC
Los nombres del socio minoritario que han emergido en las últimas semanas son los de Mónica García (Más Madrid) para Sanidad, Ernest Urtasun (comunes) para Cultura y Sira Rego (IU) para Infancia y Juventud —si es que hay cinco ministerios para Sumar—, además de obviamente Yolanda Díaz para Trabajo. Nacho Álvarez estaba llamado a dirigir Derechos Sociales, pero tras la propuesta de la vicepresidenta a Podemos, fue vetado por Ione Belarra y él decidió rechazar el puesto y abandonar todos sus cargos en la formación morada. El reemplazo de Álvarez para Derechos Sociales sería el exdiputado Pablo Bustinduy, también de la confianza de la dirigente gallega. Sumar y Podemos visibilizaban así su fortísimo choque en plena formación del nuevo Gobierno.
Se da por descontada la salida de Raquel Sánchez. Por el PSC, circulan nombres como los de Eva Granados o Núria Marín
Con el encaje de Sumar, habrá que ver si se ha conseguido el objetivo de aligerar la dimensión de la estructura: hoy son 22 los ministerios, 17 del PSOE y cinco de Unidas Podemos. Y conocidos los rostros del nuevo Ejecutivo, será relevante comprobar el peso específico del PSC. Los socialistas están muy fuertes en Cataluña, se enfrentan a unas elecciones autonómicas en el plazo máximo de poco más de un año y alrededor de Cataluña pivotará esta legislatura. Raquel Sánchez, uno de los fichajes de julio de 2021, podría abandonar Transportes, y Miquel Iceta cedería Cultura a Urtasun. En el caso de este último, un dirigente de dilatada trayectoria política y siempre alabado por su inteligencia, olfato político y humor, la duda es si sale del Gabinete o el presidente le premia con otra cartera. Otros nombres del PSC que han circulado son los de Eva Granados, portavoz en el Senado, o Núria Marín, alcaldesa de L’Hospitalet y también miembro de la Cámara alta desde el pasado julio, cuando dejó su cargo de presidenta de la Diputación de Barcelona.
Así las cosas, las salidas seguras son las de todos los ministros de Unidas Podemos salvo Yolanda Díaz. Esto es, dejan el Gabinete Ione Belarra (Derechos Sociales y Agenda 2030), Irene Montero (Igualdad), Joan Subirats (Universidades) y Alberto Garzón (Consumo). Por el ala socialista, se quedarían sin cartera José Manuel Miñones (Sanidad) y Raquel Sánchez (Transportes), con la duda de Miquel Iceta (Cultura y Deporte).
En cuanto a las entradas, se ha barajado en el partido la opción de que el presidente reclute a pesos pesados, como el expresident valenciano y ahora senador Ximo Puig —en su entorno aseguraban anoche que no tenían constancia de llamada alguna—, o el expresidente extremeño Guillermo Fernández Vara, hoy vicepresidente segundo de la Cámara alta. Ambos encajarían en una cartera como Política Territorial, un departamento central en esta legislatura en la que el diálogo con las comunidades autónomas ocupará un lugar preferente.
El presidente ya anticipó en el debate que hay que interpretar la Carta Magna con arreglo al espíritu del tiempo presente
No en vano, Sánchez, el pasado jueves, en respuesta a Bildu, señaló que la Constitución goza de «capacidad de adaptación» a una «realidad cambiante con el paso del tiempo» ya que así lo quisieron quienes la redactaron en 1978. Es decir, que se puede interpretar la Carta Magna con «arreglo al espíritu del tiempo vigente».
El mapa del nuevo Gobierno está, por tanto, muy incompleto, justo por la opacidad con que se ha guiado el presidente. Pero en las últimas horas, por tanto, se ha estimado, así lo apuntan quienes mantienen una relación fluida con él y con su núcleo de confianza, que no se prevén «grandes cambios» en el corazón del poder. «Son tiempos de mantener la línea, de apostar por gente con experiencia política y de potenciar que la gente entienda lo que hace el Gobierno», señalan.
PP, «partido de la destrucción»
Quizá una frase baste para dibujar cómo puede ser esta legislatura. Una vez que Sánchez recibió la confianza del Congreso por mayoría absoluta y a la primera, se acercó a su escaño Alberto Núñez Feijóo. En vez de limitarse a felicitarlo por su reelección, le espetó un desabrido «esto es una equivocación». Entre los dos líderes no hay nada, ni la más mínima interlocución. El jefe del PP le anticipó su política de tierra quemada. «Cuando el independentismo le falle, cuando le supere la legislatura, y ocurrirá, no me busque«, le dijo durante el debate.
El PSOE reconoce que se enfrenta a una legislatura «compleja» con un PP muy al ataque
«En el Partido Socialista somos muy conscientes que nos enfrentamos a una legislatura compleja, todas lo son, pero sí sabemos que tal y como hemos vivido estos últimos años no podemos esperar nada del Partido Popular, ni nosotros como Gobierno ni tampoco los ciudadanos», aseguraba este domingo Pilar Alegría, también portavoz del PSOE, en un vídeo grabado y remitido a los medios. El PP, señaló, ha dejado «de ser un partido de oposición para ser un partido de destrucción«.
Con estos mimbres, echa a andar el nuevo Ejecutivo de Sánchez. Pero precedido de un halo de misterio absoluto que en sí mismo es novedoso. Porque en 2018 y 2020 el presidente mantuvo la tensión informativa dosificando los anuncios durante días, y en la remodelación de 2021 los nombres fueron goteando toda la mañana hasta que en una comparecencia en la Moncloa explicó (sin preguntas) los relevos decididos. Pero el líder socialista acostumbra a no seguir patrones. Y ahora podría optar por guardarse con celo todos los nombres hasta una declaración o rueda de prensa en el palacio presidencial. Como una muestra más de su poder. Los pasos siguientes ya son los previsibles: al día siguiente, promesa de todo el Gabinete y toma de posesión de sus carteras y, el mismo martes o el miércoles, el primer Consejo de Ministros de la nueva etapa.