Estaba cantado que no iba a ser posible preservar el congreso del PP de Asturias del viento fuerte de la amnistía, del estruendo de la investidura y de la crispación y el ostentoso flamear de banderas de las calles. Los oradores del decimoctavo cónclave de los populares asturianos, del que Álvaro Queipo sale elegido presidente con el 95,83 por ciento de los votos, no podían ni quisieron sustraerse a las posibilidades políticas del revuelo y a ello se entregaron con empeño antes y después de que el nuevo líder asturiano recibiese la bendición de su presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo. Queipo rió desde la primera fila cuando Feijóo, recién llegado de la masiva protesta de la plaza Cibeles, acabó su parlamento poniendo sobre sus hombros la tarea del «cambio político en Asturias» y la advertencia de que «a partir de ahora ya eres tú el responsable de todo lo malo y los demás, de todo lo bueno». «Los presidentes están para dar la cara y para que se la destrocen…», añadió.

El nuevo del PP de Asturias, recién ascendido desde la secretaría general, entró en el cargo activando la carga de la reciente investidura y empezó a cumplir el encargo de Feijóo aplicando a Adrián Barbón un correctivo por sumisión ante Pedro Sánchez. En su discurso se suceden, abundantes, las menciones del recién investido líder de la oposición asturiana al presidente del Principado. En una le acusa de «esconderse» hasta tres veces de las explicaciones por los pactos del PSOE con los independentistas y en otra le arroja una proclama sin cita explícita de Zhou Enlai, exprimer ministro de China y miembro de su Partido Comunista: «Callar cuando lo honroso es protestar convierte a las personas en cobardes», dice Queipo hablando de Barbón, y a renglón seguido se ofrece como timonel para una Asturias que «necesita, más que nunca, valentía y audacia», pero «con este presidente no la vamos a tener nunca».

Sigue explotando esa veta y persevera en que «Asturias no merece un presidente que se esconde cuando toca pelear por Asturias», ni «ver al presidente aplaudiendo en pie la amnistía para una élite política corrupta y delincuente». Se recrea en su constatación de que «Barbón y Sánchez han mentido y engañado a los españoles» y no deja de repetir que el jefe del Ejecutivo autonómico «debe explicar por qué ovaciona la aministía, o «por qué es bueno para Asturias que a Cataluña se le perdonen 16.000 millones de deuda, el equivalente a tres presupuestos del Principado… Los asturianos saldremos perjudicados de todo esto con toda seguridad y nuestro presidente no quiere que lo sepamos», remata. Y vuelve a que «Barbón es el principal apoyo de Sánchez en esta deriva del PSOE y el principal aplaudidor de los acuerdos de la vergüenza y la ignominia a pesar de que todos sabemos, y él también, que van a ser perjudiciales para nuestra tierra». El final que resume todo esto proclama que «para Barbón la prioridad no es Asturias. Ha ligado su futuro al de Sánchez y nos ha decepcionado a todos».

En el patio de butacas del Palacio de Congresos de Oviedo escuchan, junto a Núñez Feijóo y la plana mayor del PP asturiano del presente y del pasado, los presidentes autonómicos de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, y Galicia, Alfonso Rueda, y aproximadamente novecientos asistentes, contando entre los invitados a la diputada, expresidenta del Congreso y exministra Ana Pastor o al presidente del PP de Navarra, Javier García.

Con la votación confirmando lo sabido desde hacía una semana, el cónclave concluyó haciendo votos colectivos por el doble cambio en los gobiernos de Asturias y España. En los pasillos, lo que se hacía eran cruces, muchas cruces pensando en los «tiempos grises para España» que Álvaro Queipo también auguró en su discurso.