El flamenco, arte andaluz por excelencia declarado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, conmemoró su día este sábado en una gala flamenca celebrada en el Gran Teatro de Córdoba. La guitarra, el cante y el baile fueron homenajeados en esta gala que colgó el cartel de «agotado».
José Antonio Rodríguez y su guitarra fueron los encargados de abrir la noche. Rodríguez apareció solo junto a su guitarra en el escenario y se hizo el silencio. Silencio que esperaba ansioso por ver cómo el artista dibujaba con sus dedos sobre las cuerdas de la guitarra la primera obra de arte flamenca de la noche. Rondeña y soleá arrancaron los aplausos del público en una primera parte en la que Rodríguez se enfrentó solo al escenario. Después, aparecieron «mis dos grandes amigos, dos grandes de la música» para acompañarle y poner el broche de oro a la actuación. El artista cordobés, uno de los compositores flamencos con más prestigio a nivel internacional, embelesó con esa elegancia, delicadeza y talento innato tan suyos que le corren por las venas. Venas con raíces del flamenco andaluz más puro que anoche eligió al Gran Teatro de Córdoba en su 150 aniversario como anfitrión de su gala más especial.
Se cerró el telón con una ovación del público, se volvió a abrir y apareció El Pele con sus músicos: Niño Seve, José Moreno, Edu Gómez y José de Mode. El Pele, un cantaor fundamental y único dentro del flamenco. El decir jondo de El Pele dibujó una montaña rusa de melodías y emociones medidas a la perfección. Un espectáculo solo al alcance de los grandes maestros como él, «reposado, a mi manera», levantó una de las grandes ovaciones de un público que le gritaba sus «ole» desde que aparecía en escena dando la bienvenida a «un día tan maravilloso como es el día de nosotros». Soleás, alegrías, no hubo nada que el maestro se dejará atrás, erizando con su voz las emociones de un Gran Teatro entregado por completo a su arte.
Cerró la noche Farruquito, acompañado de Los Makarines, Manuel de La Niña y Ramón Amador. Dibujó con sus pies y sus gestos el mejor cierre de gala posible. Con un zapateao a compás que embrujó a todos, sus arrecogías de chaqueta que quitaron el sentío y una elegancia que robaban el aliento y arrancaban al público de sus asientos, Farruquito dejó claro que el flamenco es él, y él es flamenco. Supo transmitir a la perfección lo que este arte provoca en él y contagiar a todos los allí presentes de esta pasión que lleva por ADN en su sangre.
Sin duda, una noche muy especial para la ciudad de Córdoba que celebró en su teatro más mítico uno de sus espectáculos más especiales, que homenajeó en todas sus facetas a su arte más característico, a sus raíces. Una noche en la que el Gran Teatro se vistió de gala para recibir a tres de los grandes maestros y profetas del flamenco en Andalucía.