La poesía, a veces, es un espacio común donde los autores beben de las mismas fuentes; en otras ocasiones, los autores transitan otros caminos, buscando su voz o intentando alcanzar la trascendencia en los textos. Cuando hablo de trascendencia no es algo personal, ya que la fama o el reconocimiento inmediato no sirven para mucho, es un alcance mayor lo que pretende el poeta verdadero: traspasar generaciones con una obra sólida y que deje poso en la historia. Porque solo así se podría entender esa carrera de fondo que es la literatura. La poesía, la mayor de las artes, no es algo efímero, es tal vez el camino que recorremos para alcanzar la felicidad.

Destellos de emoción


En la mirada, de Javier Puig, publicado por la editorial Sapere Aude, es un poemario culturalista en el amplio sentido de la palabra. Toda persona que conozca a Javier sabe dos cosas: que es un gran escritor y que es una persona que respira cultura sin caer en la pedantería. Puig ha asimilado libros, cine, música, creando en sí un mundo propio que nos plasma en sus poemas, cuentos, novelas o reseñas. El poemario se abre con un poema dedicado a la escritora brasileña Clarice Lispector titulado «Clarice»: «Has regresasdo al bullicio de tu soledad, / a la penumbra que te abraza/y es tu íntima compañía. / Lentamente te dejas vivir. / Indolente respiras / el desorden de tus sutilezas / y te nacen palabras agudas / que se vuelven hacia ti, /que te preguntan lo que no sabes / y las extrañas cuando te contemplan». El libro podríamos decir que, en parte, es un homenaje a la cultura adquirida a lo largo de los años o una recopilación de las querencias de Javier.

El poemario, dividido en dos partes bien diferenciadas, tituladas Palabras ante el dolor y Los espejos de la mirada, no solo nos marca su vida cultural, sino también de su vida y de su familia, como el poema titulado «Una estampa del tiempo», dedicado al padre del autor: «Del fondo de mi memoria emergen ahora / estampas descoloridas por la furia del tiempo. / Antiquísimas mañanas de domingo, / el descubrimiento de los nuevos paisajes / adentrándose en mí para siempre. / Mi padre poniendo en marcha / las mundanas formas de la dicha. Un solo recuerdo hace que la evocación, el destello de la nostalgia, cree una obra donde la fugacidad de la memoria es lo más importante. Puig sabe aunar culturalismo y emoción con una naturalidad propia del notable autor que es.

Me ha emocionado Javier Puig. Podría decir que En la mirada es el reflejo de cosas que todos hemos sentido alguna vez. Lo más importante de la obra de un poeta es que su poesía trascienda al ser humano, no por la fama, sino por la unión de sentimientos y emociones comunes. La poesía, o cualquier obra que busque la universalidad, es la herramienta para llevar la conciencia local a lo global, porque solo eso es lo que realmente nos puede llevar a trascender. Javier no busca la trascendencia en sí, pero su obra sí se abre camino hacia ella. La poética de Puig nos habla del sentimiento en estado puro, no hay más filtro que el corazón o el alma, porque de ahí nace su poesía. Estamos ante un poeta que interpela al lector en cada poema. Llama a su emoción y hace que se unan las conciencias. Cierra Javier el poemario con un poema que resume bien este concepto, un texto titulado «Las heridas»: «Por donde quiera que vas, / allí donde escuchas, / entra en ti la noticia de una herida, del calambre que produce / a quien celosamente la mantiene despierta, / el reiterado respingo que es agresión propia, / la disculpa para no acometer la paz, / para volver a incendiar al otro…»