Marie Claire es mucho más que una fábrica de medias, lencería y ropa de baño. Es la Ford de Els Ports, una comarca del interior de Castellón de poco más de 7.000 habitantes y cuyo destino siempre ha estado ligado al de una factoría de fama internacional que desde hace unos meses vive sus momentos más bajos. Y eso que la empresa que en 1907 fundó Francisca Íñigo, alias la Fabricanta, fue capaz de sobreponerse a una guerra civil, dos contiendas mundiales y hasta a la histórica nevada de 1954. Sin embargo, la que durante años presumió de ser la primera fábrica de pantis de Europa, ha acabado sucumbiendo ante la competencia, el alza de los costes y los nuevos hábitos de consumo.
La histórica textil con sede en Vilafranca despidió en junio al 70% de la plantilla, su actividad hace más de un año es prácticamente cero y desde septiembre se encuentra en concurso de acreedores. Solo un milagro en forma de grupo inversor sería capaz de reinventar la marca y mantener un mínimo de actividad que aporte algo de oxígeno a una comarca azotada por la despoblación y que, hoy por hoy, no cuenta con otra alternativa industrial.
Tres líneas de producción
Aunque hasta hace muy pocos días casi nadie daba un duro por el futuro de Marie Claire (tras el ere que afectó a 190 trabajadores, la empresa activó un erte de tres meses para otros 105, un expediente que ha prorrogado hasta principios de 2024), las cosas podrían empezar a cambiar. Y sería para bien. El administrador concursal está negociando con varios grupos interesados en entrar a formar parte de la textil y asegura que más pronto que tarde habrá sorpresas. «Hay empresas con ideas frescas dispuestas a formar parte del proyecto y es probable que alguna de esas iniciativas fructifique y encontremos una solución», apuntó recientemente Jordi Casserras, el abogado que se encarga de gestionar la firma concursada.
Una de las incógnitas es cómo devolverá el dinero que adeuda a los acreedores, sobre todo los 21 millones en ayudas públicas
Marie Claire sigue agarrándose a un último maná inversor que le salve del cierre definitivo y todo apunta a que el futuro de la empresa pasaría por mantener en la factoría de Vilafranca solo tres líneas de producción (medias medicinales, medias de compresión y pantis stop carreras) que darían trabajo a entre 40 y 50 personas. El resto del catálogo (pijamas, ropa interior y bañadores) se realizaría fuera de España, previsiblemente en Asia, donde los costes son mucho menores.
La textil se aferra a ese último cartucho que le permitiría no bajar la persiana, pero quedan aún incógnitas por resolver. Y una de ellas es cómo y en qué condiciones devolverá el dinero que adeuda a los acreedores, sobre todo los 21 millones de euros en préstamos con condiciones ventajosas que le concedió el Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) en 2020 y 2021 a cambio de mantener la actividad y el empleo. Una deuda que el banco público de la Generalitat Valenciana siempre se ha mostrado abierto a renegociar, aunque sin contemplar una quita.
El destino de Marie Claire parece que todavía no está escrito, aunque para nadie es un secreto que la compañía ya nunca será la que fue en los años 80, cuando daba empleo a más de 900 personas y Vilafranca era un constante ir y venir de autobuses que trasladaban a los trabajadores desde todos los puntos de la comarca de Els Ports y del Maestrazgo turolense.
Época dorada
Si bien fue en los 60 y los 80 del siglo pasado cuando Marie Claire alcanzó su época dorada, el origen de la empresa hay que buscarlo en 1907. Ese año, Francisca Íñigo propuso a su marido, Celestino Aznar, invertir sus ganancias como comerciante de mulas y yeguas en un nuevo negocio: una pequeña factoría de medias a la que llamó Lencería Eugenia de Montijo, en honor a la esposa de Napoleón III y emperatriz de Francia. Una fábrica que empezó dando empleo a 15 personas y que poco a poco fue creciendo en pedidos. ¿La clave? Calidad y precios muy competitivos.
Con el covid, trató de reinventarse y se centró en las batas para sanitarios y las mascarillas, pero no fue suficiente
La Guerra Civil y los primeros años de la posguerra fueron la tumba de buena parte de las empresas de la zona, pero la Fabricanta logró resistir y gracias a grandes dosis de imaginación y, sobre todo, de innovación, entraron en una época de gran crecimiento. Con la tercera generación ya al frente (Celestino falleció en 1933 y Francisca permaneció hasta mitad de los 40), aquella fábrica de medias vivió en los 50 y60 su particular revolución. Y lo hizo gracias a la incorporación primero del nailon (un producto mucho más resistente y suave) y después de la licra.
La empresa de los Aznar fue la primera en fabricar medias con materiales mucho más modernos y sacó tajada del boom de la minifalda, que disparó la demanda de pantis. Nuevos tiempos y nuevo nombre. Se dejó atrás el de Eugenia de Montijo para convertirse en Marie Claire. ¿Y por qué no producir también ropa para hombres? Naceron así los calcetines Kler.
La fábrica crecía y crecía (resultó determinante la potente campaña de publicidad en la televisión y las revistas con lemas como «un panti para cada mujer») y en los años 70 se optó por trasladar parte de la actividad a la ciudad de Castelló, aunque el grueso se mantuvo en Vilafranca. Fue la época álgida: se convirtieron en la empresa de medias más importante de Europa, empezaron a abrir tiendas propias y a firman acuerdos con importantes cadenas como El Corte Inglés.
La entrada de España en la Unión Europea y la necesidad de disponer de capital con el que hacer frente a una creciente competencia llevaron en los 80 los Aznar a vender Marie Claire al conglomerado británico Harston. Años después, los antiguos propietarios volvieron a recuperar parte de la compañía.
En los 90 llegó la expansión internacional. Marie Claire, que en aquella época daba empleo a casi 1.000 personas y producía 72 millones de medias anuales y 24 millones de calcetines, abrió sedes en varias capitales europeas y dio el salto a la moda de baño y la lencería. Aquella pequeña fábrica de Vilafranca se había convertido en un imperio. Hasta que llegó la cuesta abajo. El declive empezó con el cambio de milenio. La competencia asiática ya era imparable y la crisis del 2008 no hizo más que agravar la situación. En 2010, cuando la familia Aznar ya no formaba parte del consejo de administración, Marie Claire anunció el despidió de 225 trabajadores.
Aquello fue solo el principio. Después llegaron más eres y una drástica reducción de la producción y si la empresa salió adelante fue gracias a las ayudas públicas y a la firma, en 2018, de un contrato con la multinacional Reckitt & Benckiser, propietaria de Dr. Scholl y para quien fabricó medias de compresión. Aquel contrato acabó y la compañía siguió su particular camino hacia el abismo.
A la espera de un milagro
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Con la pandemia, trató de reinventarse y redirigió su negocio a la fabricación de mascarillas y batas para sanitarios. No fue suficiente. La caída del consumo durante el covid y el alza de los costes hicieron el resto. Hasta que entró en escena B2Tex, una empresa centrada en la logística para el sector textil y con clientes como Inditex que en 2021 se hizo con el control de Marie Claire, en una operación avalada por la Generalitat Valenciana, que puso sobre la mesa 21 millones.
La nueva dirección llevó a cabo importantes ajustes, aunque ni el plan estratégico basado en multiplicar las ventas en el exterior y potenciar el canal on line ni el dinero público sirvieron para reflotar a una empresa y una comarca que siguen confiando en un milagro que les permita seguir fabricando, aunque sea a medias.