Pedro Sánchez pule la arquitectura de su nuevo Gobierno tras haber encajado todas las piezas del rompecabezas que requería para su reelección como presidente. Con una mayoría de 179 votos en el Congreso, arranca un nuevo mandato atado a ERC y Junts, en competición por la paternidad de la amnistía del ‘procés’, y en alerta sobre el cumplimiento de los acuerdos firmados con el PSOE. «El hermano mayor [ERC], tiene ahora un hermano pequeño [Junts]. Y habrá que cuidar al menor sin descuidar al otro», resumía un dirigente socialista tras la votación, consciente de que la eterna rivalidad entre los dos exsocios en el Govern marcará, en parte, el devenir de esta legislatura. Pero, ¿hasta qué punto podrán los dos partidos independentistas catalanes condicionar el mandato?
El recorrido de los pactos
La posconvergencia regresa a un terreno de juego que había abandonado y que Esquerra dominaba en solitario, por lo que la pugna se intensifica y el precio de cada votación sube. Los pactos son sustancialmente distintos y su recorrido, también. El acuerdo con Junts se sustenta en el reconocimiento, y se personifica en la amnistía y el mediador para la negociación, pero le sigue un compendio de discrepancias en cuanto al ‘procés’ y al autogobierno; mientras el de ERC, que ya incluye ambos logros (su verificador será una organización internacional), mira a largo plazo con la reactivación de la mesa entre gobiernos y el traspaso de Rodalies, dos asuntos que requieren de, al menos, cuatro años para dar sus frutos.
Junts reclama al PSOE dosis de retórica y gestualidad, y ERC avances materiales. Por eso Míriam Nogueras exigió a Sánchez que ratificara las 1.486 palabras del acuerdo desde la tribuna de oradores y por eso Puigdemont acordó reuniones mensuales con los socialistas, fuera de España, al menos hasta que la aprobación de la norma haga caer las órdenes de detención y regrese.
En la primera cita, este mes de noviembre, JxCat llevará el referéndum y ERC hará lo propio con el acuerdo de claridad cuando se agende la mesa de diálogo. El PSOE ya avanza que su respuesta será la misma, que el referéndum «divide» a la sociedad catalana y que no es su apuesta, como sí lo ha sido ‘desinflamar’ Catalunya con los indultos y la amnistía. Así que planteará una reforma del Estatut y de la financiación autonómica, algo ya prometido a otras comunidades que cuaja con la mirada plurinacional que los socios piden.
La aplicación de la amnistía
En el flanco socialista dan por hecho que el escudo social tapará la amnistía y que, al igual que los indultos, no les pasará factura en las urnas porque este mismo año ya se ha producido la competición general, autonómica y municipal que más les preocupaba. Ya ostentan el Gobierno, y en Catalunya el PSC gana y está en auge. La dificultad es gobernar, sumar, por eso en Pallars custodian los pasos de Junts, pendientes de si un regreso al espíritu convergente facilita a Salvador Illa la presidencia de la Generalitat, y no temen que el regreso de Puigdemont les perjudique electoralmente porque ha sido por su maniobra y porque su círculo le ve poco interesado en querer volver al Palau.
La alianza entre el PSC y Junts en las instituciones catalanas es ahora tan descabellada como lo era un pacto entre Sánchez y Puigdemont. La unión ha existido ya en la Diputación de Barcelona con buena valoración por ambas partes y las votaciones en el Parlament evidencian una sintonía programática en lo que no atañe al procés.
Eso mueve también a Esquerra en busca de un acercamiento con el PSC, con Pere Aragonès pendiente de aprobar unos nuevos presupuestos en Catalunya para llegar a febrero de 2025, a las elecciones catalanas, pudiendo haber sacado adelante todas las cuentas pese a su minoría en el Govern.
La falta de alternativas
En paralelo, los Presupuestos Generales del Estado serán una primera revisión de los acuerdos, aunque fuentes de la negociación apuntan que la exoneración del ‘procés’ amarraba los apoyos, facilitando un arranque de legislatura plácido para Sánchez y un final de legislatura dulce para Aragonès.
Y es que por mucho que se entone el «no se la juegue, créame» o el «no tiente a la suerte», Sánchez ya es presidente y Feijóo no lo pudo ser, por muy tortuoso que pueda llegar a ser unir a siete grupos parlamentarios a cada votación. Para desbancarle, se precisa de una alianza que pasa por el PP y de un candidato de consenso alternativo, y tanto el PNV como Junts no participarán en una ecuación que implique a Vox, que resta más que suma a los populares ante el actual reparto de escaños en el hemiciclo. Los ultras ya no alcanzan los 35 diputados (tienen 33) para orquestar otra operación Tamames. Así que Sánchez tiene camino por recorrer si sabe sacar partido a la rivalidad independentista.