El 26 de noviembre, diócesis de todo el mundo celebran la Jornada Mundial de la Juventud, que a diferencia de la que se celebra cada cuatro años, en Lisboa por ejemplo este pasado mes de agosto, es una invitación a que cada Iglesia particular atienda, acompañe y rece por sus jóvenes.

El lema de este año es “Alegres en la esperanza”, y para ella, el Papa ha hecho público un mensaje que no tiene desperdicio. En él, Francisco los invita a las próximas citas mundiales en Roma en 2025 y Seúl en 2027, pero también les aclara una cosa: la alegría en la esperanza «no es fruto del esfuerzo humano, del ingenio o del arte, sino del encuentro con Cristo».

El Papa reconoce a los jóvenes que conoce su situación vital: una época donde la esperanza parece ser la gran ausente, donde los jóvenes están encerrados en prisiones oscuras, como demuestra el alto número de suicidios entre jóvenes en el mundo. Pero incluso donde parece imposible, el Papa reconoce que pueden nacer la alegría y la esperanza. Este mensaje es un canto a mirar con verdad a la juventud de hoy, a no ser ingenuos en el análisis de la realidad, pero a la vez, dejar que arraigue la chispa de la esperanza: con la oración y dando testimonio diario de ello en lo cotidiano, por ejemplo, compartiendo noticias que den luz en las redes sociales que ellos, de forma natural, habitan.