La Biblia en la que Mike Johnson ha dicho que se puede encontrar toda su ideología hablaría de milagro. Hay, no obstante, realidades mucho más terrenales que explican el primer gran triunfo que se ha apuntado esta semana el presidente republicano de la Cámara Baja de Estados Unidos. Son las mismas razones que explican el inesperado ascenso del prácticamente desconocido político de Luisana hasta el relevante cargo, el segundo en la línea de sucesión presidencial. Porque su ascensión representa la conquista definitiva del Partido Republicano en el Congreso por parte del movimiento MAGA asociado a Donald Trump y del nacionalismo cristiano blanco.
Lo que el ‘speaker’ ha conseguido esta semana es pasar en su Cámara una propuesta de ley presupuestaria temporal para evitar, por lo menos hasta principios del año que viene, el cierre parcial del gobierno, una norma ratificada el jueves por el Senado y a la que solo le falta la firma del presidente Joe Biden.
Como su predecesor, Kevin McCarthy, Johnson lo ha logrado gracias a votos de los demócratas y sin incluir los profundos recortes de gasto que reclama el ala más a la derecha del partido (de la que forma parte). Pero pese al rechazo a la ley de más del 42% de su propia bancada, y a diferencia de McCarthy, Johnson no enfrenta una rebelión de ese ala radical. Nadie busca su destitución.
A Johnson no quieren crucificarlo y esa diferencia de respuesta ante una acción similar se explica porque con él el Partido Republicano, que en las últimas décadas ha dado un decidido giro a la derecha, ha conseguido el ‘speaker’ más conservador de los tiempos modernos. Es también la primera vez que la derecha religiosa blanca, sobrerrepresentada en el partido en relación con la población general (68% frente a 42%), sienta a uno de los suyos en tan poderosa posición.
En una formación que a día de hoy sigue dominada por Trump, y donde el aparato pierde fuerza ante el trumpismo, Johnson tiene además credenciales abrumadoras de fidelidad al expresidente y favorito para la nominación de 2024. El que fuera abogado, de 51 años, apoyó en textos legales los intentos de anular las elecciones de 2020 en varios estados, votó en el Congreso contra la certificación de la victoria de Biden y esta semana ya ha dicho que está “al completo” con Trump en la carrera para las próximas presidenciales.
Del credo de Trump al de Dios
Para los progresistas y los republicanos más moderados y tradicionales Johnson representa también algo que temían, y que el columnista de ‘The New York Times’ Charles Blow ha definido como “una segunda ola del trumpismo, de políticos que comparten las prioridades e inclinaciones ideológicas pero con un envoltorio más amable y sofisticado, y a los que mueven algo más que agravios personales”. Y en el caso de Johnson esa motivación, que hace saltar también alarmas, son sus profundas creencias religiosas.
Desde que inició su carrera como abogado, antes de convertirse en legislador estatal y de llegar al Congreso en 2017, hizo de la lucha contra el aborto una de sus causas, en la que tras la decisión del Supremo el año pasado de quitarle protección constitucional defiende que se apruebe también un veto federal. Se ha opuesto también a las políticas contra el cambio climático (que llama un “caballo de Troya del socialismo”) o al matrimonio gay, y aunque asegura que respeta la sentencia del Supremo que lo legalizó en 2015, sus acciones y sus palabras exponen su rechazo. “Es difícil sobrevalorar el daño que esto hará a nuestra cultura y al profunda herencia religiosa que ha definido EEUU desde su fundación”, dijo en una ocasión.
En las últimas semanas han desaparecido de internet los capítulos del podccast que tenía con su esposa, con la que ha defendido las polémicas terapias de conversión, y en entrevistas ha asegurado no recordar posturas polémicas que ha mantenido defendiendo, por ejemplo, criminalizar la homosexualidad. Pero otros se han encargado de mantener archivos o recuperar viejos discursos o declaraciones, en las que hablaba de la homosexualidad a la par que de la pedofilia o el bestialismo y la definía como “pecado”, “inherentemente antinatural” y un “estilo de vida peligroso y destructivo”. También ha defendido aprobar a nivel nacional una ley similar a la “no digas gay” de Ron DeSantis en Florida, que vetaría enseñanzas o políticas de género en escuelas, hospitales u otros centros que reciban fondos federales.
Desde su elección han resurgido también declaraciones que Johnson hizo en una iglesia baptista en 2019 en las que aseguró que “EEUU no es una democracia. ¿Sabe que es una democracia? Dos lobos y una oveja decidiendo qué hay para cenar. No quieres estar en una democracia. El mandato de la mayoría no siempre es algo bueno”, declaró en aquella ocasión.
Johnson esta semana aseguraba que la separación iglesia-estado “”es una expresión poco adecuada que la gente entiende mal” y afirmaba que “no está en la Constitución”. En las puertas de su oficina hay una bandera blanca con un pino y la frase “apelación al cielo”. Esa insignia se remite a la guerra de la Revolución pero en la última década se ha hecho emblema de la derecha cristiana y de la secta Nueva Reforma Apostólica, que cree que la voluntad de Dios es que los cristianos tomen el poder de toda la sociedad para crear una nación religiosa. Muchas de ellas volaron en Washington el 6 de enero de 2021, durante el asalto al Capitolio. Ahora uno de quienes la ondea es el republicano más poderoso del país.