Cuando te subes a una cinta estática en el gimnasio puedes recorrer la cantidad de kilómetros que desees, o los que el físico te permita, sin moverte ni un centímetro del sitio. Esa es una buena metáfora para entender lo que Meriton está haciendo con el Nuevo Mestalla. Meses o incluso años de constantes declaraciones de intenciones, de acusaciones a las autoridades e incluso de proyectos presentados para no haber avanzado ni un metro respecto al punto de partida. En 2009 se paralizaron las obras en las Cortes Valencianas y en 2023, casi 2024, el proyecto sigue en ruinas.
En los últimos meses la noria de Meriton se ha puesto a girar más rápido que nunca, aparentemente con el objetivo de marear al Ayuntamiento y encontrar una grieta por la cual salirse con la suya y obtener el nuevo convenio firmado. Las autoridades, sin embargo, no muerden el anzuelo y siguen remitiendo al club a que primero reanude las obras, con previa obtención de licencia, y entonces tendrán su ansiado convenio firmado. Mientras tanto, el único que sufre las consecuencias de los vaivenes sin sentido de Lim y sus trabajadores es el Valencia CF, así como sus aficionados, que llevan varios años hartos de que este oscuro capítulo de un club centeneario manche su historia. La arena del reloj cae, el tiempo se agota con el Mundial 2030 en el horizonte y la entidad sigue jugando a las ferias en lugar de ponerse las pilas donde tiene que hacerlo.