Antonio, que prefiere preservar su identidad, sabe bien lo que es perderlo todo por culpa del alcohol. Tiene 57 años, es alcohólico y ha pasado por 16 desintoxicaciones. Lleva seis meses sin probar trago y ahora está ingresado en la residencia de Renacer porque, según confiesa, «no me quiero morir». Empezó a beber muy joven. «Empecé a trabajar con 17 años y al principio, bebía solo los fines de semana», recuerda, «en mi pueblo, como en toda España, había mucha cultura de bar y yo me veía joven, con dinero, así que bebía sin ton ni son». La primera vez que acudió a pedir ayuda tenía veintipocos años. «Yo he sido siempre muy responsable con el trabajo, pero un día en vez de ir a trabajar, me di la vuelta y me metí en un bar», explica, «ese día tuve que dar una excusa en el trabajo, pero me di cuenta de que tenía un problema, había pasado de beber los viernes, los sábados y los domingos a tener que beber todos los días porque el cuerpo me lo pedía», afirma.
Al alcoholismo, asegura, «se llega por el abuso, ya sea dos días o cinco a la semana, pero el detonante es que sea la necesidad la que te hace beber». Cuando habla de necesidad se refiere al síndrome de abstinencia, «que en el caso del alcohol es el más fuerte y te puede matar», y a los motivos que te llevan a beber. «Si bebes porque si no lo haces no eres capaz de superar la ansiedad, de superar la timidez, de estar más gracioso, de hablar más, entonces es que hay una adicción y lo que hay que hacer es buscar las herramientas de otro tipo para poder hacer todas esas cosas sin la muleta del alcohol», comenta convencido.
«Si eres tímido puedes ir al psicólogo, pero si bebes el problema irá a peor»
Por eso recomienda a los jóvenes que «pidan ayuda a los padres en lugar de utilizar el alcohol para desinhibirse, si eres tímido puedes ir a un psicólogo, pero si bebes, el problema solo puede ir a peor». También anima a los padres a estar más pendientes de los hijos. «Para detectar este problema, hay que hablar más con ellos, darles ejemplo en casa, compartir más actividades sanas».
Antonio se queja de la «absoluta normalización» del consumo de alcohol que existe en España, «donde una botella de aceite vale más que una de whisky», donde «todas las celebraciones, desde la Semana Santa a una romería pasan por beber alcohol, donde las series y las películas, en las que apenas se fuma ya, siguen mostrando el alcohol como si consumirlo no tuviera consecuencias» y lamenta que «no beber o ser abstemio sea un estigma e incluso esté penalizado en algunos ambientes». En su opinión, «hay una asignatura pendiente con el alcohol, que es mucho más dañino y que cuesta un dineral a la sanidad pública no solo en tratamientos sino por las enfermedadese que provoca, las bajas, las pensiones por incapacidad laboral…»
Padre de dos hijas, lleva diez años sin verlas porque «las alejé por mi forma de ser y de comportarme y porque el alcohol no solo te hace daño a ti sino a todos los que te rodean», señala. El resultado después de toda una vida trabajando es que «lo he tenido que vender todo, mi vida se ha ido al traste, he perdido el piso que tenía pagado, una finca en el campo, me divorcié, perdí a mis hijas, destruí a mis padres y mi familia está rota».
También ha perdido los recuerdos de la mitad de su vida. «Tengo lagunas de días enteros, he llegado a Urgencias con 4 gramos de alcohol en sangre, he perdido mi coche durante días por no saber dónde lo había dejado ni cómo había llegado a mi casa…» Tiene claro que la única cura del alcoholismo es la abstinencia y sigue luchando para controlar la enfermedad, pero quiere ayudar a que otras personas no caigan en ese pozo. «Ojalá mi testimonio sirva para que otros abran los ojos».