La guerra entre Israel y Hamás está causando revuelo en el campo científico y académico, donde se suceden posicionamientos, despidos y dimisiones que ponen de manifiesto la complejidad y sensibilidad de un conflicto que trasciende fronteras geográficas y políticas y afecta a diversos ámbitos de la sociedad.
La reciente escalada de violencia entre Israel y Hamas ha tenido repercusiones en el ámbito académico y científico, donde se han producido despidos, protestas y polémicas por las posturas adoptadas por algunos investigadores y universidades.
Uno de los casos más sonados ha sido el de Michael Eisen, genetista de la Universidad de California en Berkeley y editor jefe de la revista eLife, una de las más prestigiosas en el campo de las ciencias de la vida, cuya historia cuenta la revista Nature.
Eisen fue despedido por el consejo de dirección de eLife el 23 de octubre, después de que retuiteara un artículo satírico de The Onion que criticaba la indiferencia hacia las vidas de los civiles palestinos.
Despido y protestas
Eisen, que es judío y tiene familia en Israel, defendió su postura en la plataforma X (antes conocida como Twitter), donde dijo que el artículo de The Onion tenía más «coraje, perspicacia y claridad moral» que los líderes de todas las instituciones académicas juntas. También expresó su horror por el castigo colectivo que Israel estaba infligiendo a los gazatíes, y por la peor que estaba por venir.
El consejo de eLife, en cambio, argumentó que el despido de Eisen se debía a problemas más amplios con su forma de liderazgo, comunicación y uso de las redes sociales, que habían sido perjudiciales para la cohesión de la comunidad que estaban tratando de construir y, por tanto, para la misión de eLife.
La decisión provocó una ola de protestas por parte de más de 1.300 personas, que firmaron una carta abierta en la que denunciaban la violación de la libertad académica y el riesgo de silenciar las voces pro-palestinas en el conflicto con Israel.
Varios editores de eLife renunciaron a sus cargos en solidaridad con Eisen, y algunos expertos cuestionaron la legitimidad del consejo para tomar una medida tan drástica.
El caso de UKRI
Otro caso más reciente que ha causado indignación entre la comunidad científica ha sido el de UK Research and Innovation (UKRI), el principal organismo financiador de la investigación en el Reino Unido, del que informa también Nature.
El 31 de octubre, la directora ejecutiva de UKRI, la bióloga vegetal Ottoline Leyser, suspendió un grupo de expertos en igualdad, diversidad e inclusión (EDI) que acababa de formarse, a petición de la ministra de ciencia británica, Michelle Donelan, quien en una carta del 28 de octubre dijo que estaba «indignada» por las opiniones «extremistas» sobre el conflicto entre Israel y Hamas expresadas por dos miembros del grupo EDI en la plataforma X.
Donelan condenó un mensaje de uno de los panelistas que describía los planes del gobierno británico de reprimir el apoyo a Hamas en el Reino Unido como «inquietantes». El gobierno británico proscribe a Hamas como una organización terrorista.
Donelan también denunció un mensaje de otro investigador que calificaba las acciones de Israel de «genocidio y apartheid».
Dimisiones en cascada
La decisión de UKRI provocó la dimisión de más de una docena de investigadores que ocupaban puestos voluntarios en el organismo, así como la protesta de más de 3.300 académicos que firmaron una carta abierta instando al financiador a rechazar la petición de la ministra.
Los investigadores argumentan que Donelan tergiversó los mensajes de los panelistas como “extremistas”, y que su carta constituye una interferencia política inaceptable.
«UKRI se ha plegado a la presión del gobierno y ha enviado el mensaje de que cualquiera que discrepe de las políticas gubernamentales no es bienvenido en su organización», dice Laura Kelly, historiadora de la Irlanda moderna en la Universidad de Strathclyde en Glasgow, Reino Unido, citada por Nature, que ha renunciado a su puesto voluntario como revisora de las propuestas de financiación de UKRI para la investigación interdisciplinaria por la respuesta de la agencia⁴. «Esto tiene repercusiones preocupantes para la libertad académica», señala.
Concentración en la Universidad de Harvard el pasado 15 de octubre, antes de la prevista invasión de Gaza por tropas israelíes.
El caso de Harvard
Otro episodio significativo que ha generado controversia ha sido el de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, donde más de 30 organizaciones estudiantiles firmaron una declaración en la que responsabilizaban «totalmente al régimen israelí de toda la violencia desplegada» tras los ataques de Hamas, que han causado la muerte de más de 1.200 israelíes y más de 25 ciudadanos estadounidenses. En Gaza también han muerto más de 10.000 personas desde que Israel inició los ataques contra Gaza tras el mortífero atentado terrorista de Hamas.
La declaración, publicada el 9 de octubre por los Grupos de Solidaridad con Palestina de Harvard, una coalición de grupos de estudiantes de esa universidad, pedía el fin de la ocupación israelí, el derecho al retorno de los refugiados palestinos y el boicot a las instituciones que apoyan a Israel.
Virulenta reacción
La reacción no se hizo esperar. Una organización conservadora sin fines de lucro organizó un camión con vallas publicitarias virtuales que mostraba los nombres y las fotos de los estudiantes afiliados a los grupos que habían firmado la declaración, bajo el lema: «Los principales antisemitas de Harvard». También publicó los nombres en Internet.
La congresista republicana Nicole Malliotakis calificó la declaración de «aberrante y atroz» y pidió a Harvard que la denunciara y que tomara medidas contra los estudiantes que la apoyaron.
Algunos estudiantes y sus grupos se distanciaron o retiraron su respaldo a la declaración, alegando que no la habían leído antes de firmarla o que no estaban de acuerdo con su tono o contenido. Otros, en cambio, mantuvieron su posición y denunciaron los intentos de intimidación y acoso que habían sufrido por expresar su solidaridad con el pueblo palestino.
La Hillel de Harvard, una organización estudiantil judía, condenó tanto la declaración de los grupos pro-palestinos como el camión valla y los ataques personales a los firmantes. En un comunicado, dijo que seguiría rechazando enérgicamente la declaración y exigiendo responsabilidades a quienes la firmaron, pero que en ninguna circunstancia esa rendición de cuentas debía extenderse a la intimidación pública de individuos.
Ruptura
La ruptura de los grupos pro-palestinos con Harvard se agravó cuando uno de los principales donantes de la universidad, la Fundación Wexner, anunció que cortaba sus lazos y su apoyo financiero a la institución por su respuesta «inadecuada» al ataque de Hamas y a la declaración estudiantil, reseña la revista Fortune.
La fundación, fundada por el multimillonario Leslie Wexner y su esposa Abigail, se dedicaba desde hace más de 30 años a financiar becas para profesionales israelíes del gobierno y del servicio público que cursaban un máster en la Escuela Kennedy de Harvard.
En una carta dirigida al consejo de supervisores de Harvard, la fundación expresó su «asombro y repugnancia» por el «fracaso lamentable del liderazgo de Harvard para tomar una postura clara e inequívoca contra los asesinatos bárbaros de civiles israelíes inocentes por parte de Hamas.
En Harvard, el último estallido de violencia en Israel ha abierto un abismo entre los donantes y los estudiantes y administradores que su generosidad ayuda a financiar la actividad académica, señala el NYT.
Clima universitario
Hay otros ejemplos de cómo el conflicto entre Israel y Hamas ha afectado al consenso sobre la libertad de expresión en el ámbito académico estadounidense, destaca The Chronicle of Higher Education.
Por un lado, algunos profesores e investigadores que han criticado a Israel han sido objeto de campañas de difamación, acoso y amenazas por parte de grupos pro-israelíes, que los han acusado de antisemitismo, terrorismo o traición.
Por otro lado, algunos estudiantes e instituciones que han defendido a Israel han sido tachados de racistas, colonialistas o cómplices de crímenes de guerra por parte de grupos pro-palestinos, que han exigido el boicot, la desinversión y las sanciones (BDS) contra el Estado judío.
Estas tensiones han provocado que algunos académicos se autocensuren por miedo a las represalias, y que otros se movilicen para defender sus derechos y los de sus colegas.
Mejor el diálogo
Todas las fuentes consultadas por T21/Prensa Ibérica muestran la complejidad y la sensibilidad del conflicto entre Israel y Hamas, que trasciende las fronteras geográficas y políticas y afecta a diversos ámbitos de la sociedad, incluido el científico y el académico.
También destacan las cuestiones éticas y morales que plantea el conflicto sobre el papel de los investigadores y las universidades en el debate público, el respeto a la libertad de expresión y la responsabilidad social de las instituciones que generan y difunden el conocimiento.
En un contexto de polarización y violencia, lo mejor es buscar el diálogo, la comprensión y la paz entre las diferentes posturas y evitar que el conflicto se convierta en una excusa para la censura, la intimidación y el odio, señalan los expertos.