Año 58 a.C. ‘Oppidum’ de Bibracte, fortificada capital celta de los eduos, entonces aliados de los romanos. Tupidos bosques de hayas en la francesa Borgoña. La sangre está a punto de ser derramada en la primera batalla de la Guerra de las Galias, con un joven Julio César al frente de sus legiones, antes de endeudarse por la friolera de 685 millones de euros al cambio de hoy. No es una historieta de Astérix y Obélix. Es ‘Maldita Roma’ (Ediciones B / Rosa dels Vents). Allí, rodeado de neblina otoñal en la excavación de los restos galoromanos, está Santiago Posteguillo, recordando la capacidad oratoria que el propio Césarperfeccionó en su exilio en Asia con el maestro Apolonio. El filólogo y lingüista habla, con la habilidad que le han dado 31 años de profesor universitario (ahora en excedencia), de las 900 páginas (ojo al pasar el control del aeropuerto, no les extrañe que crean que es un ladrillo…) de la segunda de seis novelas en las que desbroza «lo desconocido de lo conocido» del futuro emperador romano. 

En ella reconstruye el secuestro de César por los piratas del Mare Internum (antes que Nostrum y Mediterráneo), esos que «en Astérix siempre acaban con el barco hundido por los galos», se sonríe el autor en el museo de Bibracte; su «intensa vida privada», con el nacimiento de Cleopatra o su amor por su primera esposa, Cornelia; su participación en la lucha contra Espartaco en su rebelión de los esclavos, su epilepsia o su ambicioso ascenso hacia el poder

Ahí, en la arena política, César era de los populares (defensores del pueblo) y lidió con los senadores conservadores, los ‘optimate’, que defendían sus privilegios. Dos bandos irreconciliables. «Aunque eso no impidió el primer triunvirato, que en realidad fue una moción de censura. Cicerón y Catón controlaban el Senado. Y César se alió con su enemigo Pompeyo, apodado ‘el carnicero’, y con Craso (que le prestó el dinero para su campaña electoral). Estos dos se odiaban. Eso demuestra que aunque entre ellos se llevaran mal no les impidió formar gobierno. No hemos evolucionado demasiado, el poder es lo que tiene», suelta Posteguillo, dejando las extrapolaciones a los periodistas.

«Su oratoria -asegura- destacaría entre las de los políticos actuales. Estamos acostumbrados a los que no cumplen sus promesas electorales o lo hacen al final de su legislatura. César, en cambio, prometió la reforma agraria, que llevaba 130 años de retraso, y la aplicó el día después de ser elegido, aunque para ello se endeudara a título personal». Siendo edil, también financió entretenimientos para el pueblo, «carreras de cuádrigas o el mayor juego de gladiadores, con más de 700 luchadores. Sabía que eso le hacía popular. Pero también pagó actividades culturales y artísticas o el mantenimiento de la Via Apia, porque creía que era bueno para la gente. No era solo un arribista que busca del poder».  

Santiago Posteguillo, en los restos de la fortificación gala de Bibracte, en Francia. ASÍS AYERBE


Tras 4.500.000 de ejemplares vendidos de sus obras, a Posteguillo (1967) nadie puede discutirle la etiqueta de superventas español de novela histórica. La primera de esta serie, ‘Roma soy yo’, fue la más vendida en España en 2022 (casi medio millón de ejemplares en castellano). Tras las trilogías de Escipión el Africano y Trajano y la bilogía de Julia Domna (con la primera ganó el Premio Planeta), el valenciano suma 8.500 páginas publicadas sobre la Antigua Roma. 

Cleopatra hablaba a César de tú a tú. Creo que eso le enamoró

Esgrime «la tremenda modernidad» de César. «Cuando Cicerón dice que hay que aplicar la pena de muerte a Catilina y los conjurados del golpe de estado, él hace un discurso en contra, defendiendo la prisión permanente con dispersión de los juzgados para que no puedan comunicarse entre sí, con argumentos que podrían ser los de hoy». Otro gesto inédito: «En Roma nunca se decía un discurso por la muerte de una mujer joven, excepcionalmente por una venerable anciana. Y él lo hizo en el funeral de su primera mujer. La quiso muchísimo. Luego llegó el matrimonio por interés con Pompeya (nieta del oponente y dictador Sila), y después con Calpurnia». 

La humanidad se mueve más en la estupidez que en la maldad

No fueron ni mucho menos las únicas en su vida. «Sin todas estas mujeres no se entiende a César. Está su madre, Aurelia, una de las que más le influyó. Servilia, casada y una amante que estuvo con él toda su vida y que aquí le presenta a su hijo de 18 años, Bruto. Ironía dramática: el lector sabe más que los personajes. Cuando Bruto mata a César está asesinando al amante de su madre», desvela. También su hija Julia, «la niña de sus ojos, a la que tuvo que dar en matrimonio a su peor enemigo, Pompeyo. Ella le dijo, ‘si yo fuera tu hijo le llevarías a la batalla. Esta es mi batalla, no me puedes dejar en la retaguardia’». 

Santiago Posteguillo, en los restos del teatro romano de Autun, cerca de Bibracte, en Francia. ASÍS AYERBE


«Y Cleopatra, claro. Tuvieron que cruzarse cuando ella de niña va con su padre, el faraón Ptolomeo, a Roma. Se llevan 30 años -recalca-. Aún no saben que acabarán juntos. Más ironía dramática para hacer cómplice al lector. Cleopatra fue la excepción entre las mujeres que le influenciaron porque es la única que tenía poder real. Ella le hablaba de tú a tú. Creo que eso le enamoró».

Duele la carencia de cultura y humanística en el Congreso y el Senado entre gente que debe tomar decisiones complejas sobre el país

Su madre, Aurelia, le dice que el poder se construye sobre mucha sangre. «Sí, hay una inercia en la naturaleza humana que lleva a eso -lamenta-, a pesar de que para evitarlo la parte racional de la humanidad ha buscado fórmulas, imperfectas, como la Declaración de los derechos humanos o las democracias, que dan periodos de paz. Pero las generaciones que nacen en esas etapas de paz caen en la absoluta estupidez de olvidar de dónde se viene y no escuchan a sus mayores, que por su experiencia les avisan de que si van por ahí caerán en el desastre. Se llegó a la Primera Guerra Mundial tras una etapa de relativa paz y los jóvenes iban felices a la guerra pensando que sería épica: fue una carnicería. Nos movemos más en la estupidez que en la maldad. No hay forma de que el ser humano aprenda por conocimiento, lectura y educación y adquiera capacidad crítica».  

Me rebelo contra un sistema educativo que solo busca reducir el esfuerzo de los estudiantes para crear titulados carentes de formación y manipulables

Espartaco y César leían, y este escribió ‘La Guerra de las Galias’. «César era muy inteligente, un gran comunicador. Sabía que la información y la propaganda eran fundamentales para dar su visión de los hechosUsaba las redes sociales de la época. No había Twitter ni Instagram, pero él escribía sus comentarios sobre las campañas militares, que llegaban tanto al pueblo como al Senado». Hoy, recomienda Posteguillo a los políticos «que lean». «Duele la carencia de cultura y humanística en el Congreso y el Senado entre gente que debe tomar decisiones complejas sobre el país. Este empecinamiento en repetir situaciones que han terminado muy mal solo se entiende desde la maldad o la incultura histórica», alerta el profesor, que lamenta «que el conocimiento sea un valor en desuso». «Me rebelo contra un sistema educativo que solo busca reducir el esfuerzo de los estudiantes para crear titulados carentes de formación y manipulables por gobiernos que solo quieren títeres interesados en los gladiadores actuales, es decir, el fútbol y distracciones de masas, el ‘pan y circo’. Hay que dar la batalla cultural».   

No olvida la novela la probable epilepsia de César. «Fue su batalla interna. Tenía ataques en momentos de ansiedad y tensión. Sabemos que tuvieron que retirarlo de alguna batalla. Hoy hay quien defiende que eran ictus, pero nunca tuvo secuelas típicas de los infartos cerebrales. Todo el mundo sabía que la tenía, pero como el Morbus divinus, la enfermedad divina, tenía un halo de misterio no se percibía como una debilidad. Se debate si Alejandro Magno también la tenía». 

Poco conocido es que César fue uno de los muchos romanos raptados por los piratas cilicios. Y menos que cuando su jefe, Demetrio, le pone precio al rescate, «él le dice ‘yo valgo más’ y lo eleva dos veces y media. Sabe que así protege su vida». Y poco se ha sabe que fue coetáneo de Espartaco, el esclavo que puso a Roma contra las cuerdas y cuyo cadáver no se encontró nunca. «Sería bonito hacer un ‘spin-off’ sobre él, imaginando que escapó -asiente-. César valoraba el arrojo y la inteligencia del enemigo en combate, por tanto podemos extrapolar que sintiera respeto y admiración por Espartaco. Se cree que en la campaña para sofocar la rebelión César estuvo bajo el mando de Craso y que de ahí surgió la estrecha relación con quien luego le prestaría el dinero para su carrera política».  

Migraciones, y migraciones

Todo empieza y acaba en Bibracte, que César menciona 8 veces en su ‘Guerra de las Galias’. Allí fue también donde Vercingetórix se alzó líder de todos los pueblos galos contra Roma y donde los eduos traicionaron su alianza. La primera batalla fue contra los helvecios, cuya migración hacia Bibracte «responde a su necesidad de mejorar sus condiciones de vida huyendo de los Alpes, donde los cultivos no eran suficientes para abastecer a su creciente tribu». «Ellos se encuentran con un ejército. Otros exilios, como el de Ptolomeo y Cleopatra, visitan Senados y palacios. Es fácil establecer paralelismos, ¿no?».