De lunes a lunes, a merced del frío del invierno, del calor del verano y de los fenómenos del otoño y la primavera, agricultores y ganaderos viven día tras días por sus tierras y sus animales. Es su vida. Después de más de 30 años de dedicación, de toda una vida calzando botas de goma y vistiendo mono, la gran mayoría de la gente del campo en España ve más cerca la jubilación.

Para el resto de profesiones la retirada laboral es sinónimo de alivio; sin embargo, la relación con los tractores, las alpacas, los terneros, los pastos y, en definitiva, con el campo, es diferente, sobre todo si el ganadero echa la mirada a un lado y ve las complicaciones para conservar su ecosistema.

Tal y como revela COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos), la ganadería española se encuentra claramente envejecida. El 56% de los ganaderos están ya o entrarán en edad de jubilación durante la presente década. La retirada en masa de 95.000 integrantes de la generación del baby boom es uno de los grandes retos a los que se enfrenta nuestra ganadería.

La búsqueda de oxígeno en la juventud se antoja más que necesaria para el grueso del sector ganadero, que encara su últimos años al pie del cañón. «Si mis hijos no continúan con nuestra explotación, desaparecería. El ganado lo puedes vender, pero es muy complicado que alguien compre una explotación al completo», explica Roberto, ganadero de vacuno de leche en Villoruela (Salamanca). Su hijo mayor, Alejandro, de 22 años y graduado como Técnico Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas, ha dado con el salto a la profesión ganadera esa paz que necesitaba su padre, consciente de que su ciclo al frente del negocio familiar está cada vez más cerca.

«Para los jóvenes empezar de cero en el campo es imposible. La mejor opción es seguir con una empresa familiar, como es mi caso. Hacerse ganadero de la nada es inviable. Tienes que comprar ganado, maquinaria, tractores… las tierras las puedes alquilar, pero mantener eso mes a mes…», apunta en conversación con El Independiente Alejandro, que calcula que la inversión de la nada «rondará el millón de euros para una explotación familiar de la que puedas vivir como la nuestra».

Relevo generacional en el campo

El caso de Alejandro, dedicado profesionalmente al vacuno de leche desde septiembre de 2022, es especial, ya que en un principio su camino era otro: «Veía a mis compañeros del grado superior de deportes en busca de trabajo, dedicando 12 y 14 horas diarias para un sueldo pésimo y dije: me quedo con mi padre. Al final, he mamado ser ganadero desde pequeño y siempre que podía iba a acompañarle a la finca a echar una mano. Poco a poco me sedujo la idea de probar y de momento estoy contento».

La decisión de Alejandro ha dado un cambio a la explotación, que cuenta con un empleado ajeno a la familia, 120 vacas y produce 650.000 litros de leche al año. «Antes pensaba mucho en qué iba a ser de nuestra empresa porque es una inversión de toda una vida que si nadie la continúa se pierde. La incorporación de Alejandro es fundamental para mejorar y modernizar nuestras instalaciones. Antes no pensaba en lanzarme a más ampliaciones porque es endeudarme y asumir un riesgo para poco más de 10 años que probablemente no rentabilizaría; sin embargo, ahora uno lo enfoca de otra manera», comenta Roberto.

Padre e hijo destacan la problemática que sufren pueblos como el suyo, de apenas 700 habitantes en Castilla y León. «Lo que hay es agricultura y ganadería. Si no hay relevo, desapareceremos los ganaderos y por tanto los pueblos». Roberto reivindica su labor, «tenemos que mantener nuestra independencia de producción agroalimentaria en España para evitar ser presionados por terceros países», y enfatiza en la importancia de favorecer a la incorporación de gente joven al campo: «Los que estamos ahora llegará un momento en el que nos tengamos que jubilar y hay que evitar el abandono de esta actividad imprescindible».

Uno de las principales obstáculos que encuentra Roberto para la incorporación de los jóvenes es que la actividad ganadera requiere «mucho dinero para poder desempeñarla. Nuestras herramientas de trabajo son muy caras». Solo este año, Roberto ha invertido 50.000 euros en una cuba de purín y 20.000 euros más en otras herramientas. «A eso hay que sumar 90.000 euros en un tractor hace cinco años, más equiparlo con remolque, cultivadora, sulfatadora… El precio de la maquinaria se ha disparado una barbaridad en los últimos años. Ya puedes ir al banco a pedir un millón de euros, que como no tengas un respaldo que te avale no te lo presta», añade el experimentado ganadero de Villoruela.

Ayudas a la incorporación agraria

Luis Pérez, coordinador de Juventudes Agrarias de COAG y joven ganadero de ovino en Cantabria, ha precisado que el ritmo de incorporaciones en España es «claramente insuficiente». Un informe del Tribunal de Cuentas compara los datos de todos los países europeos (a excepción de Croacia), y coloca a España en el puesto 19 de 27 en ritmo de entrada de jóvenes al sector agroganadero. 

«En un contexto geoestratégico muy complicado, en el que la seguridad y la soberanía alimentaria han dejado de darse por supuestas en Europa, el campo español reúne todos los ingredientes para liderar la producción de alimentos en la UE y ser el motor económico y social de nuestro medio rural. Menos burocracia, más apoyo real a los jóvenes que quieren dedicarse a la actividad ganadera, acceso a la tierra y una cadena alimentaria que reparta de forma justa y equitativa el valor de los alimentos del campo a la mesa, es la mejor garantía para consolidar un sector agroganadero rentable y, por ende, un relevo generacional sostenible. Gobierno y comunidades autónomas deben apostar por un modelo de ganadería con ganaderos en el campo», ha aseverado Pérez.

Los ganaderos insisten en el valor de proteger a los jóvenes que tomarán el testigo durante la década actual. «Para el que se incorpora ahora hay menos ayudas que cuando me incorporé yo. El plan de incorporación es sobre un máximo de 100.000 euros y con eso no compras nada. Si en el plan de incorporación de Alejandro va a ser de 300.000 euros, en el mejor de los casos su ayuda máxima será de 100.000 euros. Pero además hay que saber que no te dan el 100% y que hay que descontarle el IVA. Todo ha subido mucho, especialmente en los últimos años, y no puedes tener el mismo apoyo ahora que hace 35 años, cuando me incorporé yo», lamenta Roberto, que concluye: «Nosotos tenemos la suerte de que Alejandro se incorpora a una explotación consolidada, pero si tuviera que empezar de cero con 100.000 euros lo tendría imposible».

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