09/11/2023 a las 06:30

CET


El equipo madridista es capaz de tropezar y recuperar el rumbo con una velocidad que ya le gustaría al Barça

El Real Madrid tropezó en Liga este pasado fin de semana y encaró la Champions sin verse afectado ni un ápice en su moral, de hecho saltó al Santiago Bernabéu contra el Braga sin que pesara ni un gramo en sus espaldas el empate que le costó dos puntos al equipo blanco en Vallecas.

La sensación es que el equipo blanco cuando se sube al autobús al terminar un encuentro es capaz de aislarse de tal modo que los ciclos negativos se cortan en minutos.

En cambio, el Barça, que salvó el tropiezo en el último minuto ante la Real Sociedad gracias a un cabezazo de Araujo, se le atragantó la victoria hasta tal punto que el equipo llegó con la moral por los suelos a Hamburgo para medirse al Shakhtar Donetsk. 

Hay que ser consciente de que el resultadismo no funciona en Can Barça y que los puntos en la clasificación o vienen acompañados de un juego fluido, creativo e ilusionante o parece que sean menos puntos. Pero esta exigencia ha estado siempre y las plantillas han sabido convivir con ello. La temporada pasada con la solidez defensiva se contentó al personal, pero con los refuerzos de este año, aunque hayan sido a base de cesiones, Xavi tiene una plantilla que debe jugar a ganar los partidos y a ganarlos bien.

El de Terrassa ha intentado en alguna ocasión convertirse en el centro de las críticas cuando las cosas han ido mal para proteger a la plantilla y, aunque en este caso no es aún terminal o dramático, ver como el Real Madrid ya está tranquilo en octavos incomoda. Mientras, el equipo desea que llegue el parón para respirar y que entre aire fresco en sus cabezas es algo que hace que el culé se pregunte cuál es la fórmula para que los futbolistas puedan hacer ‘reset’ de esa manera.

Lo cierto es que la cosa no está muy católica, pero tampoco hay que quemar ningún barco aún. Demos tiempo al de Terrassa.