El apartamento de José María Carrascal estaba muy ordenado, con pilas de periódicos formando columnas sobre las sillas, las estanterías pobladas de libros, y en el salón de estar un ordenador portátil en el que seguía escribiendo a sus 92 años -edad a la que ha fallecido-. A pesar de los años, sorprendía por su increíble lucidez. “La gente me decía, señor Carrascal, ayer le vi en la tele, y yo me preguntaba, ¿me habrá escuchado usted?”.

Nacido en El Vellón (Madrid), José María Carrascal empezó a destacar como corresponsal en Nueva York para diario Pueblo, ABC, RTVE y Antena 3 Radio. Y, precisamente, Antena 3 sería la que lo ficharía para dirigir y presentar las noticias de las ocho y, después, las de la franja de madrugada, donde con su particular estilo y el color de sus corbatas conquistó a los espectadores. 

En 1997, anunció que lo dejaba y, desde entonces, se dedicó a escribir columnas de opinión para La Razón y ABC. Publicó, además, 20 libros, entre los que destaca la novela Groovy por la que ganó el premio Nadal en 1972 o algunas de sus obras políticas e históricas: La agonia del felipismo (1995) o La era Aznar (2000). 

-¿Qué le llevó a dar el salto de los periódicos a presentar un informativo?

-José María Carrascal: Esto ocurrió a mediados de noviembre del 89. Mientras era corresponsal de ABC en Nueva York, colaboraba mucho con Antena 3 Radio, y un día me llamó Luis Ángel de la Viuda y me dijo: “José María, acaban de darnos una cadena de televisión, la primera cadena privada que va a ver España”. Yo le felicité por ello, y él añadió: “Manuel Martín Ferrand -que dirigía entonces Antena 3 Radio- quiere que vengas a presentar un telediario”. Y yo le contesté: “Manolo está loco” (se ríe). Nunca me había atraído especialmente la televisión, y aunque le dije que no, Luis insistió en que me lo pensara. Yo estaba muy bien en Nueva York.

Pero un día, hablando con el director del centro de corresponsales de Nueva York, Bill Striker, con quien me entendía muy bien, le comenté la oferta que me habían hecho para presentar un informativo y que en un principio había rechazado porque creía que en el periódico iba a tener más lectores. Y aquel hombre tan culto, que me había dado muy buenos consejos, me preguntó: ¿Qué tirada tiene ABC?. En aquel momento, quizá entre 300.000 y 350.000, no lo sé. ¿Y cuántos de esos 350.000 leen las páginas de internacional?, se interesó. A lo mejor 50.000, dije yo. Pues en televisión te van a ver millones, o por lo menos cientos de miles, aparte de que es el medio de comunicación de nuestros días. Esa respuesta me impresionó.

Y en otra ocasión, hablando con Julio Iglesias se lo comenté también, y me dijo: “Cógelo. Te harán muchas putadas, pero ganarás mucho dinero y no te faltará mesa en ningún restaurante”. Con ello me decidí a volver a España, y dos meses después ya estaba en el aire.

-¿Cómo fue su experiencia en la televisión?

-José María Carrascal: Yo tenía mucho miedo porque no sabía cómo iba a desenvolverme, pero resulta que se dio bastante bien. Y si yo no lo hice bastante bien, lo hicieron mis corbatas, o sea que las cosas fueron genial. La gente me paraba y me decía: “Señor Carrascal, ayer le vi”, y siempre me quedaba con ganas de decir: «¿Y me oyó usted?». Y esto es bueno y es malo. Pero en cualquier caso, no la echo de menos en absoluto, es un coñazo total. Primero porque se depende mucho de la técnica: que si ese foco no está bien, que si la cámara tal, que si esto, que si lo otro… Y segundo, porque la televisión es el “menos es más”, o sea si se puede decir una cosa en cinco palabras, es mejor que en diez, porque el público se queda con lo más fácil.

Otra de las cosas de las que también me di cuenta es que estando en televisión todas las editoriales me pedían libros. Hasta entonces yo ya había publicado unos cuantos y ganado los premios Nadal y Ciudad de Barcelona, pero me costaba encontrar editoriales. Sin embargo, eso cambió cuando empecé en los informativos. Y para alguien que como yo en su momento, tiene aspiraciones literarias, eso es lo más importante, más que ser famoso.


José María Carrascal enseña sus corbatas.

María Nortes Pérez

-¿Y en qué momento surge la idea de las corbatas?

-José María Carrascal: Eran las corbatas que yo usaba, que entonces estaban de moda en Estados Unidos, ties with personality, corbatas con personalidad, las llamaban. En ese momento, los presentadores iban todos con su corbata clásica, y entonces yo salí con estas. En una ocasión, un político bastante importante de izquierdas me dijo: “¿Cómo un tío tan conservador como tú lleva esas corbatas tan extravagantes?”. Yo le dije: “Precisamente por eso, porque soy conservador”. Y claro, me las seguí poniendo. Me las han pedido en muchas ocasiones, pero sobre todo para obras benéficas, y se han llegado a pagar importantes cantidades por ellas.

Debo decir que ya al final me molestaba un poco eso de ser más conocido por las corbatas que por los comentarios (se ríe). No obstante, el día que vi a Manuel Fraga con una corbata un poco extravagante dije: “Esto hay que acabarlo porque ya hemos llegado al tope” (entre risas). Eso ha quedado y yo me lo busqué. La verdad es que no sé si fue un acierto o no, pero yo creo que lo más importante es que el informativo fue rompedor.

-¿Se considera un precursor?

-José María Carrascal: Bueno, seguro que algunos intentaron hacer lo mismo que yo antes, pero es verdad que aquel informativo causó impacto. Siempre procuré dedicar a cada miembro del equipo a las tareas que le gustaban, al que tenía aficiones artísticas le dejaba los vídeos que necesitaban sentido artístico, al que le gustaba la política lo dedicaba a ello, al de deportes igual… Y además, empezamos a hacer también rutas por España, en las que iban un cámara y un reportero. En ese sentido sí que fue novedoso.


Estantería de libros de José María Carrascal

-¿Qué opina del periodismo actual?

-José María Carrascal: El periodismo no está mal. Lo que ocurre es que le ha salido una competencia muy grande con los móviles. Además, hoy en día todo el mundo puede ser periodista, en el sentido de que puede grabar sobre el lugar. Estamos viendo la historia en directo. Por ejemplo, hablando de la guerra de Ucrania, esta se mete en nuestras salas de estar. O sea, es un la guerra live, estamos viendo los cohetes que caen, las casas que se derrumban, los bombazos… Es la primera guerra que se transmite en directo en España, y esto naturalmente da lugar a exageración porque uno casi no se cree lo que puede estar viendo, ¿verdad?

Con los periódicos va a pasar lo que ya ocurre en Nueva York, que solo hay tres para casi ocho millones de habitantes. Pero creo que no van a morir por una razón muy simple, y es que en cada ciudad hay que dar las esquelas, y la gente quiere enterarse de las fiestas, las bodas, los bautizos… En otras palabras, lo local.

-Echando la vista atrás en su vida, ¿ha cumplido sus sueños?

-José María Carrascal: Pues sí, si que los he cumplido, la verdad. Yo lo que siempre quise era ganar el Premio Nadal después de haber leído el Nada de Carmen Laforet. Este premio consagraba a un escritor. Y ya en Nueva York, cuando estaba un poco más entrenado en la escritura, me pilló la revolución cultural, el movimiento hippie y todo el problema de las drogas… Basándome en ese contexto escribí un libro llamado Groovy, que se publicó en el año 72 y fue una bomba, mucho más que mis corbatas… Con él gané el Nadal. Sin embargo, no creo que sea el mejor de los que he escrito. Cuando llegué a Madrid después de tanto tiempo viviendo fuera escribí la que yo creo que es mi mejor novela, que se llama 100 millones, del Madrid del ‘pelotazo’, que es mucho mejor que la otra, que lo que tiene es el lenguaje.

-¿Cómo ve el futuro para los jóvenes?

-José María Carrascal: Creo que no muy distinto del que tuvimos nosotros. Os vais a encontrar una competencia mucho mayor porque ahora debéis competir con los chinos, con los indios… El mercado se ha hecho global para todos, y en ese sentido lo tenéis mucho más crudo en estos tiempos. En los míos, uno hacía una buena carrera y si contaba con buena preparación, encontraba empleo seguro, pero sometido a unas normas. He llegado a la conclusión de que la única ley que lo rige todo, el mundo y la vida, es la del equilibrio universal: lo que se pierde por un lado se gana por otro, y viceversa, y no hay nada perfecto.

Eso lo van a notar sobre todo las chicas, que sí han ganado mucho desde esa injusta situación que tenían en mis tiempos, cuando estaban para la casa y poco más. Ahora también están comprobando que la libertad también tiene sus riesgos, como vemos con el problema del uxoricidio y la cantidad de hombres que matan a sus mujeres porque consideran que son suyas… ¿Cómo es posible? Pero, en fin, yo veo que vosotros, hombres y sobre todo mujeres, tenéis que luchar en un mundo mucho más competitivo, mucho más…