Los mercados de barrio llevan años reinventándose, sumándose a la obligada moda del ecommerce, programando acciones que despierten el interés de los clientes más jóvenes, de los que depende en gran medida su futuro. Sin embargo, nada es suficiente para evitar el goteo de cierres por lo que han decidido empezar a buscar locales fuera de sus mercados, en calles transitadas donde tienen más visibilidad y es más fácil ganar clientela.

«En Zaragoza hay cinco mercados que funcionan muy bien, pero el resto tiene que sobrevivir», explican desde la Federación de Galerías de Alimentación y Mercados Detallistas de Zaragoza (Zamas). Además del Mercado Central, los que gozan de buen salud son el de Albareda (Centro), Delicias y Ciudad Jardín (Delicias) y Puerta Sancho (Almozara). «En el resto se van cerrando persianas constantemente y cuantos menos puestos hay, menos gente acude», subrayan desde Zamas.

Pescadería Susomar, en la calle Embarcadero de Zaragoza. MIGUEL ÁNGEL GRACIA


37 mercados abiertos que suman 355 puestos

En la capital hay 37 mercados de abastos abiertos –de los que tres son municipales: el Mercado Central, el de San Vicente de Paúl y el de Valdespartera– con 355 puestos operativos. Solo en siete hay más de 15 tiendas abiertas. En el año 2003 había 73 operativos. En 2019 había 44 mercados con más de la mitad de sus puestos cerrados.

Estas son las cifras que reflejan una realidad de la que ahora tratan de huir muchos detallistas, que han decidido mudarse para lograr la supervivencia de sus negocios. «Cada vez son más los que optan por trasladar su negocio a locales que están a pie de calle porque ganan visibilidad e independencia», explica el gerente de Zamas, Raúl Machín, que precisa que el «efecto arrastre» es imparable y conforme se van cerrando locales, hay detallistas que optan por trasladarse a otro lugar con más actividad.

La clave: la variedad de productos

En las galerías tiene que haber variedad, «esta es la clave», reseña, para que la gente no deje de acudir al mercado. «El que busca producto fresco siempre va a preferir el mercado de barrio, pero para eso tiene que haber puestos abiertos», añade. Otro de los factores que influye es la sensación de abandono, la frialdad que transmiten las galerías con dos o tres puestos operativos.

En soledad, sin el abrigo de la comunidad de detallistas, los gatos aumentan, pero los propietarios no dependen de nadie. «En los mercados, como en cualquier comunidad de vecinos, hay que tomar decisiones conjuntas y eso puede generar problemas, sobre todo cuando las cosas no van bien. Hay gastos de mantenimiento, reformas obligadas que hay que pagar y estás sometido a un horario concreto que no puedes alterar», explican desde la federación, que calcula que los costes pueden rondar los 500 euros al mes. «Depende del mercado, de cuántos puestos haya abiertos, de su superficie,…», añaden.

Alquilar o comprar un local a pie de calle no resulta barato, aunque «ahora hay mucha oferta, por lo que muchos están aprovechando», señalan desde Zamas, que admiten que esta tendencia es imparable.

En la pescadería Susomar, en el barrio de Casablanca, trabajan sin descanso. MIGUEL ÁNGEL GRACIA


Otra alternativa para la salvación de estos mercados es expandir el negocio, crear galerías híbridas, con detallistas que conviven con supermercados, bares y otras actividades, como sucede en Parque Venecia, uno de los que mejor funcionan en la capital. En este mercado comparten espacio Mercado y detallistas, una fórmula mágica. Algo similar se hizo con la reforma del Mercado Central, ahora con cuatro bares en el centro de la lonja con los que se atrae a un público más variado.