Pese a que mucha gente los confunde por la utilización del balón oval, el fútbol americano y el rugby son dos deportes antitéticos. El primero pondera el tacticismo en jugadas perfectamente diseñadas en la pizarra que premian la excelencia de la ejecución y detiene el juego en el momento en que el portador cae al suelo. Mientras que el principio primordial del rugby es la continuidad, por eso cuando un jugador es placado y cae al suelo, deja la ‘almendra’ para que la disputen el resto de jugadores porque sigue en juego y tengan que tomar decisiones a partir de la situación que se encuentran en cada momento. Esa situación se denomina ruck y el futuro del rugby pasa por ella.
Porque lo que pasa en el ruck queda en el ruck. Se trata de una fase del juego donde uno o más jugadores de cada equipo, que están sobre sus pies y en contacto físico, se agrupan alrededor de la pelota que está en el suelo para disputar su posesión. Después del placaje el portador de la pelota la presenta con ambas manos lo más lejos posible de los oponentes. Los jugadores que llegan al ruck para disputarlo deben adoptar una posición estable sobre sus piernas y contactan tomando al otro jugador con todo el brazo. Deben incorporarse desde atrás del último pie del último compañero en el ruck, por donde se traza la línea de offside. Los jugadores de apoyo deben agarrarse de sus compañeros y empujar, si corresponde, más allá de la pelota. Cuando la pelota sale del ruck ganada por un equipo en el empuje, el jugador de apoyo más cercano debe jugarla.
A veces, cuando la pelota ha sido claramente ganada por un equipo y está disponible para ser jugada, escuchamos al árbitro advertir «Use it» (úsala), porque debe jugarse en cinco segundos. El ruck termina y el juego continúa cuando la pelota sale o cuando el árbitro entiende que la pelota deja de ser jugable. Si el árbitro decide que probablemente no se liberará en un tiempo razonable, se concederá una melé.
Todo jugador conoce las reglas (o debería), pero las interpretaciones que se hacen de ellas son variopintas. Durante el pasado Mundial de Francia vimos que los rucks se convertían en auténticas ‘piscinas’ en la que los jugadores se zambullían para salvar la posesión y ‘limpiar’ el ruck de rivales. Algo que no está permitido al no trabajar sobre los pies. Además, en muchas ocasiones no ingresaban por el canal adecuado, entrando por el lateral. Y en ocasiones el portador tardaba en presentar la bola tratando de evitar que se la robase un rival o forzase un retenido al ser el primero en llegar al ruck y hacerse con la ‘almendra’ provocando una recuperación.
Poitier: «Hay faltas en todos los rucks»
Son tantas las irregularidades que se producen en esta fase que el árbitro sudafricano Romain Poitier, uno de los colegiados con más jerarquía, ha dejado esta reflexión en las últimas horas: «Hay faltas en casi todos los rucks. La esencia del arbitraje de alto nivel es seleccionar y tomar la falta que tiene un impacto real en el juego. El árbitro no puede señalar todo lo que ve». La intención de esas faltas, en muchas ocasiones, se limita a condicionar el juego más que a alterar el sentido del mismo. No puedes recuperar la posesión, pero entras al ruck para incomodar la liberación y ralentizar su resolución, lo que da unos segundos vitales para que tus ‘gordos’ se recoloquen en defensa y cuando se libere el juego estén en disposición de frenar la jugada.
Al hilo de esto, el segunda neozelandés Brodie Retallick, una autoridad en el ‘business’, ponía el acento en la trascendencia de esta fase en el juego: «La velocidad del ruck, tanto en defensa como en ataque, va a definir el juego. El que gane esa batalla será quien gane el partido». Y es que manejar el timing del juego es decisivo en un rugby de gigantes que se mueven por el campo a velocidad ultrasónica, lo que estrecha más el campo. Ralentizar la liberación del ruck a equipos que son quirúrgicos en la ejecución de sus ataques, como los All Blacks de Retallick, puede decidir partidos. La constatación la tenemos en la final del Mundial, donde los sudafricanos convirtieron los rucks en carnicerías con su ‘Bomb Squad’, esa unidad de delanteros inabarcables, que desactivó el tsunami ofensivo de los de negro.
Y con este propósito se han armado infinidad de argucias. Hay verdaderos ‘expertos’ en el ruck. Uno de ellos el histórico capitán neozelandés Richie McCaw, del que el árbitro inglés Wayne Barnes, que pitó la reciente final del Mundial, advertía: «Richie siempre tuvo la habilidad de hacer la pregunta correcta en el momento correcto. A veces sentí como si estuviera perdiendo el control. Contrariamente a la creencia popular, no hablaba mucho en el campo. Pero conocía las reglas al dedillo y, por eso, cuando hacía una pregunta, a menudo tenía razón». La leyenda urbana dice que McCaw vivía habitualmente en fuera de juego e incluso se imprimieron camisetas en las que se podía leer: «Llevo bebiendo desde que McCaw se metió en fuera de juego».
Irlanda y los confines del reglamento
Los irlandeses también han investigado en profundidad los límites del ruck, como de otras fases del juego. Los de verde crearon en su día el ‘Estrangulador’ (The Choke), una suerte de placaje que es una combinación de dos defensores en el que el primero mantiene al portador del balón de pie y lo gira hacia su propio campo haciéndole una especie de ‘candado’ con sus brazos. Una vez realizada esta maniobra el segundo defensor que interviene llega rápidamente para robar con facilidad ese balón. Pero en el ruck han explotado otras artes como la ya clásica caída del placador al lado rival para estorbar al medo melé y ralentizar la maniobra de la liberación. Ahí ponen la presión en el árbitro, que es quien debe decidir si esa maniobra es fortuita o voluntaria.
Otra maniobra que explora los confines del reglamento se produjo en un partido entre irlandeses y kiwis cuando el centro verde Stuart McCloskey se encontraba de pie en un ruck y esperó a que TJ Perenara cogiese la pelota para levantarla. El irlandés, que seguía de pie pese a estar dentro del ruck, aguantó con paciencia hasta ese momento y cuando el medio melé fue a sacar el pase, le agarró del brazo, provocando el error en el pase. Perenara se quejó amargamente al árbitro Karl Dickson: «Está en fuera de juego. Si es parte del ruck, no puede tocarme ¡Lo sabes!». Entonces Dickson le explicó lo siguiente: «McCloskey tocó tu brazo, no la pelota, lo cual tiene permitido». McCloskey estaba por delante de la línea de fuera de juego al formar parte del grupo del ruck, pero en el momento en que Perenara levantó el balón, el ruck terminó legalmente y se convirtió en juego abierto. Y sin ruck, no hay línea de fuera de juego. Por eso McCloskey esperó a que TJ levantase la pelota porque con ello le puso en juego.
Irlanda, por su estilo de juego, es una de las selecciones más dominante en los rucks, que ofensivamente hacen rápidos para generar ataques clínicos. De hecho, hasta antes del Mundial Irlanda promediaba la distancia de pase más corta de todas las selecciones, sólo 6,4 metros, algo que se explica porque meten pocos jugadores al ruck, lo que le permite tener más atacantes en pie, teniendo además delanteros y tres cuartos con buena técnica de manejo. Y en defensa son, probablemente, los que más ralentizan los rucks rivales, junto a Sudáfrica, ganando tiempo fuera para recolocarse en defensa.
«Pitar todo»
Estas son solo algunas de las artimañas que se utilizan tras exprimir el reglamento. Situaciones que generan, en muchos partidos, rucks sucios en los que pasan ‘demasiadas’ cosas que bordean el reglamento. Mathieu Raynal, uno de los árbitros más contestados por sus decisiones en el Mundial, dejaba también otra reflexión: «Lo que ocurre en el ruck es algo comprensible para quienes participan en el rugby de alto nivel. Y lo es menos para el público en general, lo cual puedo entender». Pero es precisamente esa otra de las claves, la explicación y comunicación de los árbitros a jugadores y aficionados, a través del micrófono que lleva en los encuentros. En ese aspecto, la árbitra canadiense Julianne Zussman, que ha dirigido encuentros del Mundial femenino, en los JJOO y en las Series Mundiales de 7, añade lo siguiente: «Los mejores árbitros del mundo lo son por su comunicación con los jugadores. Ese es realmente el arte del arbitraje. El de gestionar un partido. Cualquiera puede hacer sonar un silbato, conocer las leyes y aplicarlas. Pero se trata de entender los matices y saber cuándo no hacer sonar el silbato. En el duro mundo del rugby internacional, controlar las cosas es parte del trabajo de un árbitro. Pero también lo es explicar la gran cantidad de reglas del deporte, muchas de las cuales están sujetas a interpretaciones. El juego moderno es tan rápido y tan dinámico que es extremadamente difícil para un árbitro poder facilitar un partido justo».
Por todo esto el rugby moderno pasa por dominar lo que pasa en el suelo y marcar el timing de ruck, acelerarlo cuando se necesite o ralentizarlo, a favor o en contra, si interesa rebajar las revoluciones para que tu gente respire. Pero nadie duda que seguiremos viendo a terceras psicópatas lanzándose a la piscina, a gente entrando por el lateral, defensores en fuera de juego, portadores alargando la liberación para dar tiempo a sus apoyos, defensores cazando medio melés a pie de los agrupamientos… La velocidad del ruck delata el tipo de rugby que se propone. Y en el fondo el rugby es puro Ruck’n’roll.