En la capital administrativa de la Cisjordania ocupada palestina no se habla de política en la calle, solo se susurra. En Ramala las paredes escuchan y los teléfonos los pincha el diablo. En los últimos años, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) de Mahmud Abás ha gobernado con mano de hierro y una notable paranoia, sofocando cualquier conato de disidencia y cooperando estrechamente con Israel para mantener a raya a Hamás y otras facciones de la resistencia armada. Su régimen esclerótico se ha sustentado sobre el poder de los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad, formadas y financiadas por Estados Unidos y la Unión Europea después de que Israel las destruyera durante la Segunda Intifada. Un paradigma que ha empezado a resquebrajarse por la extrema violencia que soldados y colonos israelíes están desplegando en Cisjordania desde el comienzo de la guerra en Gaza.
Las redadas son diarias y abarcan todo el territorio de Cisjordania, que no es más que un archipiélago de islas incomunicadas bajo la bota de los militares israelíes. Las redes están llenas de vídeos de detenidos palestinos pateados en la cabeza, desnudos, torturados o humillados; de disparos contra civiles que tratan de recoger a los heridos y viviendas rociadas desde un blindado con agua putrefacta de alcantarilla, de casas demolidas con explosivos o infraestructuras arrasadas con excavadoras. Y todo ellos mientras los colonos judíos llevan a cabo una campaña sistemática de limpieza étnica con el apoyo total del Estado. “La situación en la Cisjordania ocupada, incluido Jerusalén Oriental, es alarmante y urgente”, dijo este domingo la portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos.
Desde el ataque masivo lanzado por Hamás sobre el sur de Israel hace casi un mes, han muerto aquí 132 palestinos, incluidos 42 niños, mientras los detenidos superan los 1.200. De ellos, 760 estarían afiliados con Hamás. “Antes incluso del 7 de octubre, el Gobierno de Netanyahu había dejado muy claro que su intención es anexionarse Cisjordania y vaciarla gradualmente de su población palestina. No hay duda de que hay una nueva Nakba en marcha”, asegura el politólogo Asad Abdulrahman, quien fuera miembro del Comité Ejecutivo de la OLP, hasta que presentó su dimisión hace unos años. “Eso explica la desesperación de los palestinos y el mundo musulmán, pero también porqué el ataque de Hamás ha sido tan bien recibido en las calles”.
Volver a las armas
Por bárbaro que fuera, ese ataque ha roto el estatus quo, abriendo alguna perspectiva donde antes no había más que estancamiento y la realidad cotidiana de la “asfixiante ocupación”, como la describió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres. Por el camino ha acabado también con la ilusión de la vía pacífica abanderada por Al Fatah y la ANP en las últimas tres décadas sin ningún resultado. “En los últimos dos años es evidente que la vía de la resistencia ha calado en los corazones de la gente al ver cómo Israel destruía la vía pacífica. Particularmente, las generaciones más jóvenes quieren volver a las armas”, explica Abdelrahman, que reside entre Ramala y Amán.
La amenaza patente de una nueva oleada de desposesión, que corre en paralelo a la destrucción de Gaza y sus gentes, ha puesto Cisjordania al borde del precipicio. Las durmientes milicias de Al Fatah han comenzado a cooperar con Hamás, pero sobre todo con la Yihad Islámica, menos maniatada por la ANP. Tanto en Nablus como Yenín, Tulkárem o Hebrón. Un fenómeno que había comenzado meses antes de la guerra, pero que ahora habría dado paso a la creación de “unidades de resistencia nacional”. Solo en septiembre, se produjeron 212 ataques en Cisjordania y Jerusalén, según el Shin Bet israelí, de ellos, 34 con armas de fuego. Un factor que explica por qué el Ejército israelí estaba tan obsesionado con Cisjordania y distraído cuando se produjo el ataque desde Gaza.
La Policía de Dayton
Pero más que la actividad de las milicias, que apenas han podido respirar en los últimos años, lo que podría acelerar la puesta en marcha de este segundo frente es lo que pase en el seno de las fuerzas de seguridad palestinas. Reclutadas principalmente de los cuadros de Al Fatah, se estima que tendrían al menos 25.000 efectivos, mucho mejor armados y preparados que las milicias. Los palestinos las llama la ‘Policía de Dayton», el nombre del general estadounidense que capitaneó su reforma. En los últimos años se han dedicado a proteger básicamente a las fuerzas de la ocupación israelí de potenciales ataques palestinos, pero el péndulo está cambiando. Hay grietas y señales que apuntan a una implosión. “Muchos de los ataques contra colonos y militares están partiendo de los servicios de seguridad”, reconoce un oficial palestino que no puede hablar públicamente por el cargo que ocupa.
“Mucha de esta gente son patriotas que creían en la vía política, pero ese horizonte ha desaparecido. El resto era gente pobre que ni siquiera está cobrando íntegramente sus salarios y ahora se preguntan: ¿voy a colaborar con esta gente si ni siquiera me pagan”, añade la misma fuente. Desde los Acuerdos de Oslo, Israel recauda los impuestos aduaneros palestinos y otras tasas, pero desde 2018 ha bloqueado parte del dinero que está obligado a transferir mensualmente.
En todo esto, el presidente palestino apenas pinta nada. A sus 87 años, Abás es totalmente irrelevante. Ni come ni deja comer. Ni abandona el liderazgo ni rompe la cooperación con Israel en señal de protesta. Buena parte de la población palestina le considera “un traidor”. De modo que el futuro inmediato en Cisjordania podría depender de lo que realmente quiere hacer Israel. ¿Quiere prevenir una Intifada o está tratando de provocarla para facilitar los planes de anexión y limpieza étnica? Varias fuentes consultadas consideran que los sectores más razonables del Ejército y el estamento político israelí quieren impedir un nuevo frente. Pero esa postura choca con las intenciones de los colonos, que ahora son parte integral del Gobierno y quieren arrasar con todo. Es básicamente la misma ecuación de siempre: al final, casi todo depende de lo que quiera Israel.