Con los cuatro cayucos con 739 ocupantes rescatado este sábado en El Hierro, se han superado las 31.678 llegadas de inmigrantes a Canarias de la «crisis de los cayucos» de 2006, un récord que parecía irrepetible casi para cualquier escenario, pero que ha saltado por los aires en apenas semanas.
De los migrantes arribados hoy, dos habían ya fallecido y otros dos murieron en tierra.
Las 14.976 personas llegadas a los puertos de Canarias o rescatadas por Salvamento Marítimo y la Guardia Civil en aguas de su entorno en el mes de octubre no solo carecen de precedentes, sino que le han dado la vuelta a una ruta, la Atlántica, que estaba muy activa desde 2019, pero que llevaba año y medio en tendencia descendente.
El retorno de los cayucos que comenzó a percibirse en verano lo ha cambiado todo: solo en octubre, han transportado a Canarias desde África tantos inmigrantes como habían llegado de enero a septiembre, con cifras de personas a bordo nunca vistas en esa zona del Atlántico (hasta 320 en una sola embarcación, un 50 % por encima de las barcas más grandes que se vieron en 2006).
Entre lo ocurrido en 2006 y la situación que ahora se vive en las islas hay similitudes y diferencias, que resumen estas ocho claves:
1. Senegal
La salida masiva de jóvenes de Senegal lo ha cambiado todo y conecta este episodio con la crisis de 2006. Desde que se reactivó en el verano de 2019, la ruta canaria era utilizada como vía de acceso a Europa por ciudadanos marroquíes, en porcentajes que fluctuaban entre el 50 y 60 % de todos los llegados, según cifras para 2020, 2021 y 2021 recogidas en documentos de Frontex o el Defensor del Pueblo (el Ministerio del Interior no divulga nacionalidades de los llegados).
El 30 de septiembre, Senegal igualaba ya a Marruecos en flujo de migrantes a Canarias (3.050 y 2.949 sobre un total de 14.564). Frontex aún no ha publicado datos a 30 de octubre, pero durante ese mes la llegada de cayucos de Senegal ha sido constante, a veces con cinco barcos diarios de 100 a 250 personas cada uno, y la de pateras con hombres y mujeres magrebíes a bordo, muy esporádica.
Es un dato que conecta este episodio con el de 2006: también entonces Senegal desniveló la balanza, con 16.237 migrantes llegados a Canarias ese año, por 3.633 de Gambia o 3.323 de Marruecos.
2. España ya no es un país de tránsito
En 2006, la mayoría de los migrantes senegaleses que pisaba España lo hacía pensando en seguir camino a Francia, Bélgica u otro país francófono. Solo los marroquíes, con un historial migratorio a España anterior y con redes de familia y amigos muy potentes por todo el país, llegaban con voluntad de quedarse.
Fuentes de las asociaciones de migrantes presentes en Canarias consultas por EFE precisan que eso ya no es así: buena parte de quienes han desembarcado en El Hierro o Tenerife en octubre venía pensando en empezar una nueva vida en España.
¿Por qué? Porque 2006 y los años posteriores construyeron ya una notable comunidad senegalesa en Barcelona, Madrid y otras ciudades. Y los jóvenes senegaleses tienen ahora referentes en España que entonces parecían inimaginables: un diputado en el Congreso, varios actores, figuras del deporte y hasta el presidente de un club en la segunda liga de baloncesto del mundo, el Gran Canaria.
3. La red de acogida
Íñigo Vila, director de la Unidad de Emergencias de la Cruz Roja, señala que, en buena medida, la red de acogida humanitaria de España comenzó a construirse con la crisis de los cayucos de 2006, año que marcó el techo de la llegada de migrantes en patera a España hasta 2018, cuando se rozaron los 55.000, con la crisis del Estrecho.
Entonces, se improvisaron grandes campamentos en cuarteles militares. Esta vez la red cuenta con centros en toda España y ha servido para descongestionar las plazas de Canarias, con las llamadas derivaciones a otras comunidades autónomas. Se sigue recurriendo puntualmente a la tienda de campaña, pero predominan ya los módulos y las estructuras fijas. La imagen vergonzosa del muelle de Arguineguín del otoño de 2020 y el despliegue posterior del Plan Canarias por parte del Ministerio de Inclusión marcaron el camino.
4. Los menores
Revisar la hemeroteca de 2006 permite comprobar que, entonces, el Gobierno de Canarias se quejaba de lo mismo que se queja ahora Fernando Clavijo (CC), que a su vez repite lo que denunciaba Ángel Víctor Torres (PSOE): Canarias se siente desbordada con el volumen de menores que tiene bajo su tutela, más de 4.500, casi la mitad llegados en los últimos cuatro o cinco meses.
Solo que esta vez las cifras son mucho mayores. En la crisis de los cayucos llegaron a Canarias 1.062 menores no acompañados, número que el actual episodio duplica y ya casi triplica (a los 4.500 hay que restar los llegados entre 2019 y 2022). Como ocurría entonces, el Gobierno canario exige repartir la responsabilidad con el resto de España, pero, en esto, las competencias no han cambiado de 2006 y los traslados de menores a otras comunidades no llegan al medio millar.
5. El SIVE y las ONG que «vigilan el mar»
Hace 17 años, las llegadas de cayucos a las playas, directamente, eran muy frecuentes, cuando no diarias, lo que exponía además a sus ocupantes a un riesgo que no solían percibir: encallar en fondos que no conocían y podían ser peligrosos, volcar y morir ahogados a unos metros de tierra (de hecho, hubo varios accidentes mortales así).
En 2006, el Sistema Integrado de Vigilancia Exterior (SIVE) estaba ya en fase despliegue. Su radares y sensores detectan hoy las pateras a 25 o más kilómetros de la costa y movilizan los rescates con antelación en todas las islas, casi con la única excepción de Lanzarote, donde aún no se ha desplegado por completo.
Y hay otro factor diferente: desde entonces, se han creado organizaciones como Caminando Fronteras o Alarm Phone, que recogen avisos de los propios migrantes o de sus familias y los trasladan a las autoridades para que activen a Salvamento.
Algunos sectores políticos han acusado a estas ONG de colaborar con las redes de tráfico de personas por esa operativa. La realidad es que el receptor de la mayor parte de sus avisos es la Guardia Civil y que las posiciones en el mar que facilitan salvan vidas.
6. Externalizar las fronteras
Se han publicados estudios académicos que sostienen que la crisis de 2006 de Canarias dejó como principal legado algo que luego Europa ha repetido en otros lugares: la externalización de las fronteras. España consiguió entre 2007 y 2008 que Marruecos, Mauritania y Senegal le hicieran el trabajo de frenar en origen los flujos migratorios, a cambio de cooperación y transferencias económicas.
Los distintos Gobiernos españoles han seguido reconociendo a Rabat, Nuatchot y Dakar como socios claves en esa tarea, pero la realidad es que la «externalización» de la frontera ha funcionado de forma intermitente, en particular con Marruecos, con altibajos muy ligados al estado de las relaciones diplomáticas entre los dos países.
7. Menos tránsitos en tierra
Txema Santana, asesor de Migraciones del anterior Gobierno canario y experto en este campo, subraya que la ruta canaria se está consolidando como una «ruta regional», que mueve más o menos personas, pero siempre centrada en los países vecinos de la zona, a diferencia del Mediterráneo, que recoge flujos desde Siria, Afganistán o Pakistán, incluso en zonas de Asia más alejadas.
Pero percibe un cambio en el relato de los supervivientes: cada vez menos cuentan que han atravesado el Sáhara o el Sahel caminando o en transportes improvisados en su trayecto. Muchos de los que embarcan en una patera o un cayuco a Canarias entraron en Marruecos, el Sáhara o Senegal en avión. «Tienen dinero para volar, podrían venir en avión a España, no en patera. Solo que no les dejamos».
8. Muertos y desaparecidos
Los servicios de Salvamento y las redes de aviso y apoyo el mar han mejorado, pero cientos de migrantes siguen muriendo en pateras con destino a Canarias cada año. La Organización Mundial para las Migraciones, dependiente de Naciones Unidas, estima que han perdido la vida en esta ruta 3.599 personas desde 2014, cuando empezó su recuento.
No obstante, admite que se queda corta, porque se le escapan numerosos naufragios «silenciosos», aquellos en los que desaparece al completo un cayuco y no queda nadie para dar fe de lo que pasó.
Organizaciones como Caminando Fronteras llevan su propio recuento, al que incorporan información indirecta de las familias. Solo para 2022, su cifra de muertes para la ruta Canaria fue de 1.784 personas.
Y, como en 2006, sigue sin haber una registro oficial de fallecidos en la ruta o una oficina que ayude a las familias de los desaparecidos a averiguar qué pasó con ese pariente del que no tienen noticias desde que se subió a una patera, aunque órganos como el Defensor del Pueblo han sugerido su conveniencia.