Las democracias liberales afrontan una tendencia negativa generalizada, con retrocesos claros en aspectos como la representación y los derechos, reveló este miércoles en un informe el Instituto para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA Internacional), que reconoce por otro lado aspectos positivos como un descenso en la corrupción y una alta participación electoral.
El Informe Global sobre el estado de la democracia señala que 2022 fue el sexto año seguido en el que más países experimentaron un declive democrático que una mejora, el descenso más prolongado desde que IDEA empezó a realizar este tipo de registros en 1975.
El deterioro, que afecta incluso a democracias consolidadas en Europa, abarca desde la integridad de los procesos electorales a la independencia del poder judicial, la seguridad o la libertad de expresión y de reunión.
«Creo que el panorama sigue siendo negativo, muy adverso para la democracia a escala global», explica a Efe el secretario general de IDEA, Kevin Casas-Zamora, quien resalta tres grandes preocupaciones: la «brecha» entre Occidente y el resto del mundo, la falta de respuesta a las demandas sociales y el caso de Estados Unidos.
La guerra en Ucrania y el conflicto entre Israel y Palestina están ensanchando de forma «brutal» esa brecha, sostiene Casas-Zamora, resaltando que «el resto del mundo ve esos dos conflictos de forma muy diferente a cómo lo ve Occidente».
«El miedo que tengo es que en ese abismo que se está abriendo quede metida la democracia y que la democracia en buena parte del resto del mundo se considere un valor occidental contra el que haya que reaccionar, que la democracia termine metida en una ventisca», explica el exvicepresidente de Costa Rica, que habla de posible «tragedia».
Casas-Zamora avisa también de que la «creciente incapacidad» de Estados Unidos para gobernarse a sí mismo envía también un mensaje «calamitoso» para la democracia a nivel mundial, que ya se ha visto reflejado por ejemplo en Brasil, y lamenta la «extendida percepción de que la democracia no está siendo capaz de responder a las demandas sociales», sobre todo de la juventud.
El informe reconoce también algunos «brotes verdes», como la caída de la corrupción, en especial en África, y el alto nivel de participación política, que coincide con un desplazamiento del centro de gravedad de la democracia desde las instituciones al activismo cívico.
«La energía de la democracia y el futuro están cada vez más ligados a lo que hagan los ciudadanos. Creo que la gente se está volviendo mucho más consciente de sus derechos y está más dispuesta a salir a reclamarlos. Hay cierta percepción generalidad de la futilidad de las instituciones, aunque estas sigan siendo esenciales», afirma Casas-Zamora.
Frente al declive democrático el informe resalta el papel «clave» para frenar los abusos de poder de las instituciones compensatorias, término que incluye a organismos de gestión electoral, agencias anticorrupción, movimientos populares, organizaciones de derechos humanos o el periodismo de investigación.
Reforzar el papel de esas instituciones es una de las recomendaciones de política pública que sugiere IDEA, así como apoyar los procesos electorales, impulsar los mecanismos que garanticen la participación y las elecciones justas, la transparencia y el acceso a la información de los órganos legislativos o la protección del espacio cívico.
En el continente europeo se resaltan caídas «significativas» en varios indicadores democráticos a pesar de que sigue siendo la región con mejor desempeño, a la vez que progresos en Europa Central en Estado de derecho.
África combina un declive severo en representación por cambios de gobiernos institucionales con una alta participación política, mientras en Asia Occidental prolifera el autoritarismo, con nuevas formas de vigilancia electrónica y represión.
Y, en América Latina, conviven la solidez en la representación con crecientes caídas en cuestiones como independencia judicial, igualdad y seguridad pública, con los mayores descensos registrados en Nicaragua, Haití y Venezuela y caídas acusadas en El Salvador y en Guatemala.
«La región sigue teniendo un déficit enorme en materia de Estado de derecho: la independencia judicial sigue siendo una asignatura pendiente. Otro problema, y cada vez peor, es la violencia derivada de la presencia del crimen organizado», denuncia Casas-Zamora.
El Salvador es un caso «muy elocuente» de cómo la ciudadanía acepta sacrificar derechos para resolver el problema de la delincuencia, lo que constata la «enorme» urgencia de ofrecer opciones democráticas, «sino la tentación de que aparezca un Bukele es demasiado grande».