El Real Madrid no dio oficialmente la cifra, pero se encargó de que todo el mundo la supiera. El martes hizo oficial la renovación de Vinicius hasta 2027, con una cláusula de rescisión (he aquí el dato semioculto) de 1.000 millones de euros. Este jueves está previsto que haga lo mismo con Rodrygo, en su caso hasta 2028, pero con idéntico blindaje. Fede Valverde ya lo tiene, se supone que Bellingham también, y en las próximas semanas está previsto que Camavinga Militao se unan a ese selecto club. Benzema, como curiosidad, fue el que abrió esa veda en el club blanco.

En el Barça, jugadores como Lamine Yamal, Pedri, Gavi, Araújo, Balde, Koundé y Raphinha también cuentan con una cláusula milmillonaria en sus contratos. O ‘billonaria’, como dirían en el mundo anglosajón. A tan exagerado blindaje se le ha venido a llamar cláusula ‘antijeques’, por su presunta utilidad para evitar que estos futbolistas se vean tentados a marcharse a la liga saudí o alguno de los clubes-estado del fútbol europeo.

«¿Pero tú de verdad te crees que Florentino, y no digamos Laporta, rechazarían una oferta de 500 millones por cualquiera de estos jugadores que tienen una cláusula de 1.000? Ya te digo yo que no tardan ni medio segundo», explica un abogado de futbolistas, con larga experiencia en negociaciones de contratos con clubes de primer nivel.

El club «se remite a la cláusula»

Y continúa: «Al final, no deja de ser una declaración de intenciones de cara a la galería. Al jugador le da igual, porque está donde quiere y sabe que el día de mañana podrá negociar si cambiara de idea. Al club le sirve para hacerse fuerte cuando recibe una propuesta de otro club y para filtrar a la prensa aquello de que ‘se remite a la cláusula’. Cuando todos sabemos que es mentira, pero queda muy bien de cara a tus aficionados».

Joan Laporta y Lamine Yamal, en la firma de la renovación del delantero del Barça. GERMÁN PARGA / FCBD


No es una novedad esa utilización trivial (por decirlo de algún modo) de las cláusulas de rescisión. En 1997, el Betis convirtió a Denilson en el fichaje más caro de la historia hasta entonces, pagando por él 5.300 millones de pesetas (unos 32 millones de euros) y poniéndole una cláusula de 65.000, unos 390 millones de euros.

Días después, el Espanyol sorprendía poniendo una cláusula de 70.000 millones de pesetas, alrededor de 420 millones de euros, a Francisco López, ya con 34 años y recuperándose de una lesión que le impidió volver a jugar un solo partido antes de retirarse. «Las cifras se están disparando. La cláusula de rescisión de Francisco es testimonial. Sólo queremos ironizar sobre lo que está sucediendo en el fútbol», argumentaron entonces desde el Espanyol, según se recogía en ‘El País’.

¿Desde cuándo existe la cláusula de rescisión?

Como el Espanyol con Francisco, Real Madrid y Barça hacen ahora un uso mediático de la cláusula de rescisión, una figura legal que no existe en la mayoría de países y que en España se instauró en 1986, en un contexto de protección de los derechos de los futbolistas. Hasta entonces existía el llamado derecho de retención, que en la práctica permitía a los clubes bloquear cualquier salida de sus jugadores, incluso de aquellos cuyos contratos ya habían expirado. La cláusula de rescisión hacía que los jugadores siempre tuvieran una opción de salida, tasada previamente mediante acuerdo entre las partes.

Desde entonces, casi todos los contratos profesionales de futbolistas han tenido cláusula de rescisión. La mayor excepción la ha protagonizado, en los últimos años, el Athletic, que ha llegado a acuerdos de renovación sin esa figura con futbolistas franquicia como Óscar de Marcos, Iker Muniain y Unai Simón.

De Marcos, del Athletic, no tiene cláusula de rescisión. EFE


La vía de los juzgados

¿Y si estos jugadores quisieran rescindir su contrato? La vía para hacerlo sin acuerdo sin el club sería acudir a un juzgado, para que este determinara la cantidad que correspondería pagar, en función de variables como el valor de mercado del futbolista, el sueldo que cobra o los años que le restaran al contrato.

Nada, por otro lado, que no pudieran hacer los jugadores que sí tienen esa cláusula en su contrato. «Cualquier juez estimaría abusiva una cláusula de 1.000 millones para cualquier futbolista del mundo. No le daría validez, porque es inviable que nadie pague esa cantidad por liberarse de un contrato laboral. Si el jugador quisiera tensar la cuerda y el club no se aviniera a un acuerdo, la Justicia fijaría una cantidad inferior para romper el contrato. Con total seguridad», analiza un exdirectivo de Primera División.

Existe, de hecho, una suerte de precedente. En 2005, el Athletic anunció el fichaje de Iban Zubiaurre, presuntamente libre. La Real Sociedad defendía que el jugador tenía contrato en vigor y exigió la cláusula de 30 millones de euros. El juez dio la razón a los donostiarras, pero estimó abusiva la indemnización y la acabó fijando en cinco millones. Zubiaurre, eso sí, estuvo un año sin poder jugar hasta que se resolvió el litigio en primera instancia. Un aviso a navegantes del propio sistema.