Desde niño le gustaba mentir, porque el mundo le parecía aburrido. En cierto punto, las mentiras se convirtieron para Hernán en un vicio y las soltaba por todos lados: en casa, en el colegio, con los amigos… Pero mentir no tiene por qué estar mal. Como todo en esta vida, depende del fin que se busque.

«La literatura es una mentira»

Hernán fue creciendo y empezó a ver caras felices y sonrisas en la gente que le leía, y ahí comprendió que esa sería su manera de ganarse la vida: contar mentiras, porque la literatura y la ficción no es más que eso. “La mentira es lo de menos cuando no la hace mal a nadie, lo importante es lo que ocurre con el mensaje”, apunta Hernán Casciari, escritor y editor argentino.

Cuando tenía 7 años, Casciari descubrió la Olivetti de su padre, y desde entonces la máquina de escribir se convirtió en su mejor amiga, el instrumento perfecto para contar sus mentiras. “La mecánica de una máquina de escribir, tan diferente a los ordenadores, en donde todo parece magia, en cambio en la máquina de escribir se veían los engranajes”, recuerda con nostalgia el escritor. “Podías ver el proceso de la magia, había tornillos, resortes, y eso a mí me fascinaba”.

Su época en España y la nostalgia por su tierra

Casciari es uno de los muchos argentinos que emigraron a España, concretamente a Barcelona, donde vivió 15 años, pero terminó volviendo a su tierra natal. Originario de la localidad argentina de Mercedes, el escritor recuerda su infancia como una época muy feliz, “absolutamente normal, sin ninguna extravagancia”. Por suerte, según cuenta, tuvo una vocación muy temprana. “Siempre supe lo que quería ser”, afirma.