Voro y Amparo bajaron el sábado la persiana del horno en el que han trabajado prácticamente toda la vida en Alzira para no volverla a abrir. El propietario ha adelantado la jubilación cansado de pelear por mantener vivo un negocio que, admite con resignación, ha ido a menos. Esta panadería de la calle Albuixarres se une a una larga lista de hornos tradicionales que han cerrado en Alzira que, en poco más de un año, ha sumado seis establecimientos, según enumeran fuentes del Gremi de Forners. El modelo de negocio familiar que ha predominado en el sector no tiene relevo generacional o, simplemente, los nuevos hábitos de consumo y el repunte de precios en las materias primas provocan que no salgan las cuentas.

«Esto ya no es un negocio que sea factible para la gente joven», señala Voro Prats, mientras recuerda que entró a trabajar con solo doce años en el horno familiar, al que ha dedicado 52 años. Prats lamenta que un negocio en el que ha invertido en maquinaria y cámaras hasta hace muy poco tiempo no tenga continuidad, aunque asume que se trata de una profesión que no resulta atractiva para la gente joven ya que arrastra a toda la familia para el horno sea viable. En su caso, su hijo mayor llegó a trabajar con él, pero ha buscado otro futuro profesional. 

«Cada vez tenemos más pagos, la venta de pan ha caído de forma progresiva y nosotros nos manteníamos bien con encargos para celebraciones, fallas, cumpleaños…. pero si nos suben la harina y el aceite un 20, un 25 o un 30 % y tenemos que asumir la mayor parte de esos incrementos, siempre estamos con el agua al cuello», relata Prats, que no duda en señalar que «el sector está en crisis».

Voro Parts a la puerta del establecimiento de la calle Albuixarres. Pascual Fandos


El presidente del Gremi de Forners d’Alzira, Juan Carlos Tormos, confirma esta coyuntura adversa hasta el punto de afirmar que «el horno tradicional está en peligro de extinción». «Además de que no hay relevo, porque nuestros hijos no quieren seguir porque es demasiado pesado, ahora se vende pan en todos los sitios, que encima es más barato, y contra eso no podemos competir», señala Tormos, que defiende no obstante que el producto que ofrecen los hornos es de mayor calidad. Este profesional estima que el aumento del precio del aceite, los huevos, la harina o el azúcar ha duplicado sus costes en apenas un año, y advierte de que este repunte no se puede repercutir. «Hemos tenido que subir los precios cada uno según lo que ha considerado, pero si subes 5 céntimos no solo la gente te dice de todo, sino que además pierdes clientes».

«El oficio no desaparecerá, pero el modelo de negocio de horno tradicional familiar se va a acabando»

Tormos recuerda que cuando empezó con 15 años a trabajar Alzira contaba con 52 hornos tradicionales mientras que en la actualidad pueden quedar una veintena. Por otra parte, señala que esta situación no es exclusiva de Alzira, sino que afecta a muchos pueblos.

Su antecesor como presidente del gremio, Rafa Gadea, relata que si bien antes los panaderos trabajaban con un margen que les permitía obtener beneficios, este ahora es tan estrecho que cualquier mal cálculo puede provocar que en un producto «pierdas dinero todos los días». «La situación buena no es, vamos trabajando, pero a corto o medio plazo nos tenemos que plantear si el modelo de negocio es rentable». Gadea considera que el oficio no desaparecerá «porque siempre habrá gente que quiera este tipo de producto, pero el modelo de negocio de horno tradicional familiar se va acabando», señala.