«Con los indultos buscábamos que salieran de la cárcel. Ahora, con la amnistía, el objetivo es que nadie vuelva a entrar». Así resumen en la cúpula del PSC el por qué abrazan ahora exonerar las causas del ‘procés’ después de haberla rechazado explícitamente hasta el 24 de julio, día en que, con los resultados humeantes de las elecciones sobre la mesa, Salvador Illa llegó a decir que la amnistía «no era factible dentro del Estado de derecho». El cambio de parecer tiene, como punto de partida, la necesidad aritmética que ha reconocido Pedro Sánchez, que depende de los 14 votos que suman ERC y Junts. Pero también una reflexión madurada de la que se valen para justificarlo ante su militancia: más allá de la investidura, la mayoría que se teja debe operar durante la legislatura; y si los tribunales desaparecen de la ecuación, también lo hace el riesgo de que una nueva chispa prenda en un independentismo que presumen de que haya ido a menos en las urnas desde la aprobación de los indultos.
El objetivo es que, en nombre de una «reconciliación», se dé carpetazo al ‘procés’ por más que republicanos y posconvergentes sostengan que el nudo gordiano del conflicto continuará apretado mientras no se afronte sin trampas ni cartón el encaje de Catalunya en el Estado. «En el PSC hay total sintonía con lo defendido por Sánchez e Illa», sostiene otra voz de la dirección. En el consejo nacional del domingo no hubo dirigentes que se opusieran a la medida de gracia -los socialistas catalanes no tienen en sus filas un equivalente a Emiliano García-Page en el PSOE-, cosa que no quiere decir que no haya quien manifieste con la boca pequeña temores sobre qué puede pasar si dirigentes como Carles Puigdemont o Oriol Junqueras vuelven al ruedo como candidatos.
Llamamiento al cierre de filas
El líder del partido entiende las «dudas» que eso puede llegar a suscitar tras los hechos de otoño de 2017, pero pide un voto de confianza que el consejo nacional, máximo órgano del partido entre congresos, suscriben a ciegas. Tras llevar al PSC a ganar las últimas tres elecciones en Catalunya, Illa cuenta con la autoridad para reclamar un apoyo «sin fisuras» ni «reservas» al impulso de la amnistía por mucho que eso suponga un volantazo a su hemeroteca. La votación ha empezado este lunes, y la viceprimera secretaria de Organización y Acción Electoral, Lluïsa Moret, ha reclamado una «amplia participación» a sus 13.000 militantes para que el respaldo cristalice más allá del terreno verbal. Para ello, la dirección de Pallars engrasa el argumentario.
Señalan, por un lado, cómo después de los indultos el conflicto ha desescalado y la tensión pasó a instalarse más dentro del independentismo que fuera. Las hostilidades entre ERC y Junts aumentaron hasta el punto de romperse el Govern y dar paso a la ruptura de bloques, escenario que ha permitido al PSC ser ahora el partido más votado y abrirse paso para tejer alianzas a conveniencia con los unos y con los otros, una condición clave de cara a las próximas elecciones catalanas. No es un detalle menor, puesto que en 2021 Illa ya quedó por delante de Pere Aragonès, pero entonces tenía cortocircuitados los pactos con republicanos y posconvergentes. Hay quien incluso dentro de la dirección argumenta que la entente por la amnistía no debe entenderse como una victoria de los independentistas, sino como la «derrota» del proyecto en el que se enzarzaron los independentistas y que considera que han perdido el apoyo social de sus momentos álgidos: «No se trata de que aseguren que no lo volverán a hacer, sino de que no puedan volverlo a hacer».
Un acuerdo «histórico»… para Illa
La prueba del algodón, sostiene un dirigente de la cúpula, es la votación del Consell de la República. «De 90.000 personas, representa que los independentistas más recalcitrantes, que tenían a un clic votar a favor de bloquear la investidura, resulta que solo hay 4.000 que han tenido tiempo de votar», ironiza, además de recordar que incluso Puigdemont no considera vinculante lo que pueda decir un órgano que se creó con la intención de incidir en las decisiones de los partidos y del propio Govern. Otros dirigentes son más partidarios de contemporizar, especialmente con el lenguaje que se utiliza públicamente, por lo menos hasta que se cierre la cuadratura del círculo. «Aquí todos tenemos que salir ganando«, asegura otra primera espada, que añade que el PSC ha adquirido ya un estatus como para estar por encima de «resentimientos» y ganar elecciones contra rivales libres de mochilas judiciales.
En la calle Pallars se da por descontado que, junto a la amnistía, acabará habiendo un pacto sobre recursos e infraestructuras que puede ser «histórico» y que Illa aspira a poder gestionar logrando la presidencia de la Generalitat en los comicios catalanes que, como muy tarde, se celebrarán en febrero de 2025. Pese a las dificultades y discrepancias sobre el cómo, el cuánto y el cuándo, admiten que el traspaso de Rodalies está en el podio de las concesiones que están en danza, así como cuestiones sobre la financiación, dos carpetas que, de la mano de la amnistía, consideran que puede volver a enviar la reivindicación de la autodeterminación a la esquina en la que estaba hasta que se empezó a disparar a partir de 2010.