Cuando el desenlace de la investidura de Pedro Sánchez se aproxima y a la espera de conocer en qué queda la negociación con los independentistas catalanes —especialmente los de Junts— el líder del PP mantiene una estrategia de desgaste contra el líder socialista, que contiene gestos hacia los partidos nacionalistas y que genera tensiones internas dentro de su propio partido. Alberto Núñez Feijóo lo asume y continuará por esa línea, incluso con la declaración de guerra que en Génova han visto en las últimas palabras de Alejandro Fernández, presidente del PP catalán, y la incomprensión de otros sectores del partido muy bien representados en Madrid.
En el entorno de Feijóo dejan claro que todos los movimientos están dirigidos, en primer lugar, a resquebrajar el bloque de apoyos que necesita Sánchez para ser investido. El juego de desestabilizar sigue siendo una prioridad en Génova hasta ver si el socialista consigue ser presidente de nuevo. Y entretanto, admiten, la estrategia sirve para otros objetivos: lanzar guiños al electorado de Junts y del PNV, recordándoles que poco o nada tienen que ver con las políticas económicas del PSOE y Sumar, por ejemplo.
Feijóo lo hizo durante su debate de investidura y no dejará de hacerlo ahora que arranca un ciclo electoral en País Vasco (probablemente la próxima primavera) y en Cataluña, a principios de 2025 si es que no se adelantan. El PP asume que su espacio electoral no implica solo competir con los socialistas en algunos aspectos y, sobre todo, con los que antes votaron a Ciudadanos o Vox. Mira de frente al electorado de centro-derecha nacionalista que podría penalizar los acuerdos con Sánchez de la mano de EH Bildu y ERC.
Este objetivo electoral se une a la estrategia que el PP diseña para esta legislatura si es que echa a andar. En el núcleo duro de Feijóo, igual que otros miembros de la dirección nacional, coinciden en que será momento “de hacer política inteligente, de hilar muy fino y buscar ventanas de oportunidad” para complicarle la vida al Gobierno. Y eso solo podrá ocurrir tejiendo complicidades puntuales con PNV y Junts en el Congreso. Para determinadas, leyes, votaciones, enmiendas o giros de guión inesperados. Ni con ERC, ni con EH Bildu, ni con Sumar o el BNG es probable que el PP pueda lograr nada. Pero con los socios de la derecha que ahora se integran en el llamado bloque progresista sí ven opciones.
Y en esa dinámica se moverá el PP, conjugando una oposición muy dura contra el líder socialista y buscando huecos con los que desgarrar su mayoría. Gestionar esas relaciones políticas puede ser la tarea más complicada que tenga por delante Feijóo. Ya lo está siendo ahora, con algunos gestos que mantiene hacia esos partidos mientras Sánchez sigue negociando su investidura con ellos.
El ejemplo más reciente sucedió hace días en Barcelona cuando Feijóo pronunció las siguientes palabras sobre Carles Puigdemont en una conferencia: “Yo respeto a todos los ciudadanos de mi país. Creo que Puigdemont es un político que tiene claro lo que opina. Hay otros que mienten mucho. Él… todo el mundo sabe lo que pide. Los contactos no fueron personales ni directos, pero sí indirectos, y no nos ha mentido. Eso es un valor. No estoy de acuerdo en sus planteamientos, pero eso no significa que desde la discrepancia pueda haber respeto”.
Aunque evitan dar detalles sobre los interlocutores y hasta dónde llegaron esas conversaciones, el PP ya dejó claro hace semanas que mantuvieron contactos con Junts en el marco de la negociación de la Mesa del Congreso y, después, cuando Feijóo asumió el encargo del Rey para intentar formar Gobierno. El hecho de que se refiriera a Puigdemont con “respeto” molestó mucho al líder del PP catalán, como demostró él mismo en sus redes sociales.
La tensión no puede ser mayor. En la dirección nacional creen que la “deslealtad” de Alejandro Fernández ha ido en aumento. Como publicó este diario, Génova tiene decidido llevar a cabo el relevo lo antes posible. No se moverá ficha hasta que pase la investidura de Sánchez. Si fuera posible antes de que acabara el año, lo harían. Y, si no, se confirmará a principios del año que viene. Pero no hay ninguna voluntad de dilatarlo en el tiempo como hace semanas podía parecer. Al contrario. Estos últimos días la situación se ha vuelto todavía más grave.
En el partido asumen que el líder actual “quiere dar la batalla”. Y eso implicaría un congreso con dos listas yendo al choque. Los dirigentes de peso consultados por este diario aseguran que “el PP quiere ir con todo” a las próximas catalanas. Y eso significa apostar por un ‘peso pesado’. Las miradas internas se siguen dirigiendo a Dolors Montserrat. Otros nombres como el de Daniel Sirera, que ha conectado mucho con Feijóo, se mantienen encima de la mesa. En todo caso y a la espera de que el congreso catalán tome cuerpo, lo que en Génova también asumen es que “las tensiones” seguirán hasta ese momento.
En la misma intervención en Barcelona Feijóo dejó claro que su principal objetivo es “mejorar los resultados en Cataluña”. Una frase que en el PP catalán todos entendieron. Un día después, desde Bruselas y tras verse con el resto de líderes populares europeos, Feijóo no matizó sus palabras sobre Puigdemont. Remarcó lo que ya había dicho antes: que los contactos no fueron directos. Y mantuvo que el líder independentista es “más sincero y transparente” que Sánchez. En Génova confirman que su intención no era matizar nada, efectivamente, sino dejar claro que su opinión y su estrategia es la que es. Incluso aunque en algún sector del PP catalán incomode.
Otros dirigentes de peso reconocen que hay otros lugares, especialmente Madrid, donde tampoco se entiende bien esa estrategia con los nacionalistas. Isabel Díaz Ayuso evitó confrontar con su jefe de filas, asegurando que Feijóo “hace su trabajo lo mejor que puede” y, eso sí, reconociendo que su opinión sobre las formaciones nacionalistas y “el daño” que han hecho es conocida por todo el mundo.
En Génova insisten en que Feijóo no dirige la política de sus barones territoriales y que tiene las manos libres para hacer la suya. Está dispuesto a asumir los riesgos a la espera de una nueva oportunidad. En el partido, por ahora, cierran filas, también a la espera de conocer la reestructuración de la cúpula y el nuevo reparto de poder.