Teresa ya no aguanta más. A sus 45 años, esta zaragozana considera que ha llegado el momento de que el mundo sepa cómo un sacerdote de la iglesia del Perpetuo Socorro de Zaragoza casi se ha llevado su vida por delante. Hace ya muchos años que este cura de la congregación de los Redentoristas tuvo su primer contacto con ella durante las clases previas a la confirmación. Lo que comenzó eligiéndole siempre como paje real de la cabalgata de Reyes –aprovechaba que vestía de corto para tocarle las piernas– continuó poco después con proposiciones de índole sexual que materializó a la fuerza años más tarde. Apenas era entonces una adolescente y nunca habría imaginado todo lo que vino después: el inicio de una relación sentimental mientras él ocultaba a familiares, amigos y allegados que la propia Iglesia Católica le había apartado durante 20 años de la institución. «Sin poder decir misa ni nada por escándalos sexuales con sus seminaristas», se arranca Teresa. «Y, a la vez, seguía perteneciendo a la congregación. Yo y toda su familia pensábamos que había dejado de ser cura», añade.

Pero no fue un noviazgo al uso. Su carácter «narcisista» obnubiló a Teresa a cambio de trabajo. Se aprovechó de ello para forzarle a mantener relaciones sexuales y no tuvo el más mínimo reparo en darle la espalda en momento difíciles. Falleció su padre y abandonó el tanatorio porque se fue a ver un partido de fútbol sala. La abroncó por despertarle de la siesta cuando Teresa le comunicó que su hermano se había suicidado. «Él lo que intentaba siempre era hacerme llorar, meterme mal con mi padre para discutir yo en casa y ser yo la mala. Luego venía a poner paz y a darme abrazos y refrotarse», recuerda. «Era un señor con dinero que me había dado trabajo», prosigue. Todo mientras hacía creer a sus conocidos que había abandonado la vida de la fe porque había visto cosas que no le gustaban.

Los pormenores de los episodios de violación prefiere guardarlos para sí misma porque cuenta que es «imposible» contabilizar cada una de las veces que fue vejada sexualmente aunque especialmente recuerda el último de ellos. «Me tapó la boca, me retorció el cuello y me dijo: ‘si no me dejas, voy a gritar y le voy a decir a tu madre que eres tú, como siempre me cree a mí, mal vas a terminar’». No tiene ningún tipo de problema en reconocer que algunas de las relaciones sexuales que mantuvieron durante la relación fueron consentidas. Sin embargo, en más de medio centenar de otras se impuso la fuerza del cura contra la falta de voluntad de Teresa. «Soy una mujer violada constantemente por alguien que mintió sobre su estado canónico encausado desde Roma. Una mujer violada todos los días por esta sociedad», reitera.

Expulsado de los Redentoristas de Salamanca

Lo cierto es que las iniciales de este sacerdote son muy conocidas en las crónicas que denuncian los abusos de la Iglesia Católica porque El País ya las incluyó en su segundo informe contra la pederastia episcopal. Allí aparece J. A. R. P., señalado, acusado y condenado tras su paso por el Seminario de Salamanca de los Padres Redentoristas y la parroquia de Santa Teresa. «Hasta hace dos años no ha dejado de pertenecer realmente», afirma Teresa. «Si los redentoristas le hubieran denunciado en la Justicia terrenal, este señor habría estado en la cárcel y yo no hubiera recordado los hechos de la infancia porque los tenía totalmente borrados», relata.

Uno de los cortes autoinfligidos por la víctima, desesperada por la situación. ANDREREA VORNICU


De todo ello son conocedores las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tras la denuncia que ella misma interpuso el 12 de abril de este año ante el Cuerpo Nacional de Policía –»se supone que le tenían que haber detenido, me dijeron que le iban a detener, pero la Policía dice que nunca le han detenido», manifiesta– ante la comisaría del Actur-Rey Fernando. La causa llegó a manos del juez del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Zaragoza, pero ya está en los cajones de los juzgados porque fue sobreseída y archivada. Alegó el juez, primero, que los hechos denunciados «no aparecen acreditados a la vista de las propias manifestaciones efectuadas por la supuesta perjudicada» y, segundo, que si existieran estarían «prescritos». Y describió la denuncia como «inconcreta» con «datos irrelevantes desde el punto de vista penal».

«Yo no sé ni qué cara tiene el juez. No sé ni si es rubio ni si es moreno ni si es alto ni si es bajo. Nunca he prestado declaración ante el juez y nunca me ha hecho una pregunta»

Teresa – Víctima de abusos sexuales por parte de un cura

‘El recurso presentado ante la Audiencia Provincial de Zaragoza también fue desestimado y, así, se esfumaron todas las esperanzas de Teresa. «Yo no sé ni qué cara tiene el juez. No sé ni si es rubio ni si es moreno ni si es alto ni si es bajo. Nunca he prestado declaración ante el juez y nunca me ha hecho una pregunta», señala Teresa, quien ahora se ha armado emocionalmente con la ayuda de psiquiatras y psicólogos para alzar la voz. Ya ha abjurado de su fe católica en presencia del canciller secretario general del Arzobispado de Zaragoza.

Y lo cuenta casi de milagro. Ha intentado acabar con este martirio quitándose la vida al ingerir pastillas de orfidal en cantidades prácticamente incompatibles con la vida. Sus brazos y sus piernas están repletos de cicatrices por cortes autolíticos. Pero Teresa no rebla. Esta mujer tiene suficientes documentos como para acreditar que J. A. R. P. ha abusado de ella y así lo atestiguan también fuentes próximas al entorno del sacerdote.

«¿A qué responde hacerlo público en un medio de comunicación?», le pregunta El Periódico de Aragón, del grupo Prensa Ibérica. «A que esto se ha quedado en un cajón. Y se me van a echar las feministas encima, pero me da igual porque soy una mujer maltratada aunque la Justicia no lo reconozca: que la Fiscalía se vuelque por un beso… (caso Rubiales) ¡Soy una mujer violada todos los días por la Iglesia y por la Justicia! ¿Una niña de 13 años hasta los 45 años ha estado sufriendo abusos sexuales y después violaciones y lo archivan y lo prescriben porque es la Iglesia? Vivimos en un mundo de hipocresía», responde. Como ella puede haber muchos más. «No seré la única», suspira con la esperanza de que, algún día, haya justicia. «Quiere quitarme de en medio, me quiere ver muerta», finaliza.

Tantos años lleva sufriendo Teresa esta situación que le ha llevado a padecer una retahíla de enfermedades y dolencias como, por ejemplo, fibromialgia, diabetes inestable –»tan pronto tengo 50 como 350″, describe– y trastorno adaptativo. Con todo ello, esta zaragozana presenta dolores constantes, continúa sopesando intentos suicidas y, ante esta situación, toma un buen número de fármacos como calmantes, antiinflamatorios, insulina y antidepresivos.

Precisamente, del Defensor del Pueblo hizo público este viernes un informe sobre la pederastia en la Iglesia Católica y los testimonios recopilados revelan que un tercio de las víctimas han sufrido estrés postraumático, tal y como refiere la misma Teresa. Muchos de ellos experimentaron síntomas depresivos, sentimientos de vergüenza e intentaron suicidarse. «Los testimonios revelan un impacto devastador en sus vidas», destacó Ángel Gabilondo, el Defensor del Pueblo. El resultado es que en torno a 440.000 personas han sufrido abusos sexuales en el ámbito religioso y unas 240.000 personas han sido agredidas directamente por un sacerdote o religioso, lo que convierte a España en el país con una proyección oficial más alta.

Las primeras reacciones no se hicieron esperar y el arzobispo de Barcelona, el cardenal turolense Juan José Omella, señaló a través de su cuenta de Twitter que estas cifras le parecen «una mentira». «No nos cansaremos de pedir perdón a las víctimas y trabajar por su sanación», añadió.