Abrir caminos que nadie ha recorrido y empezar en una actividad siendo la única siempre tiene un valor añadido que conviene subrayar. En el caso de Mar Vallejo le tocó hacerlo en el kárate en Aragón, donde es una de las mujeres pioneras. Lo fue, en este caso la primera, para abrir un gimnasio, entonces Kyoto y ahora Kyobox, en Santa Isabel, en participar en Campeonatos de España representando a Aragón, en lograr, ya en 1990, ser cinturón negro de tercer dan, y en ser la primera directora técnica en la Federación Española desde la Federación Aragonesa. «Había tan pocas mujeres, que éramos siempre las primeras», resume con una sonrisa la empresaria zaragozana.
Todo empezó en 1976, cuando José Luis, su padre, le apuntó a kárate, el deporte que había practicado y que quería que hicieran sus dos hijas. «Tenía 10 años y entonces a las chicas las apuntaban a ballet, a gimnasia rítmica y a patinaje. Las que hacíamos kárate nos decían chicazos», asegura con esa convicción de quien habla de un deporte que desde que empezó con su primer sensei le apasionó. «El kárate ha significado una forma de vida, ha cambiado mi manera de ser y ha sido un motor, una pasión», dice con determinación.
«El kárate me apasionaba por la competición, sin competir lo habría dejado antes»
Empezó a competir con 18 años, en 1984, cuando su sensei le habló de apuntarse a los Campeonatos de Aragón, que ganó en varias ocasiones, y de ahí, Antonio Martínez Amillo, seleccionador de la comunidad, le llevó hasta en cinco ocasiones al Nacional, con una segunda plaza por equipos como hito. «El kárate me apasionaba sobre todo por la competición. Si no hubiera competido lo habría dejado mucho antes. Y se me daba bien. Yo estaba siempre en el peso de más de 60 kilogramos y me tocaban de mucho mayor, de unos 80 kilos. Cada morlaca de rival que no veas…».
Compitió hasta los 26 años, cuando abrió su primer gimnasio en Santa Isabel. Ella, que había nacido en San José, empezó a dar clases de gimnasia en un colegio de ese barrio y no había artes marciales. En ese lugar se quedó, con hasta tres locales ya en su carrera de empresaria, de menos a más en el tamaño de esos gimnasios, con 1.000 metros cuadrados el actual, en el Kyobox, y con un tercer dan, hay hasta 10, que lo tienen solo maestros consagrados, que consiguió en 1990, para ser una de las primeras aragonesas en ese nivel. «Cuando me examiné era la única chica y en la fase de kumite había que hacer combate, normalmente se hace con otra mujer, pero en este caso era imposible. El que me tocó me dijo que había que aprobar, estaba asustado por tener enfrente a una mujer y suspender por mi culpa y le metí una paliza tremenda. Le gané y él suspendió. Hemos tenido que esforzarnos más para demostrar, el kárate siempre ha sido un mundo muy masculino, aunque ya ahora se ha equiparado todo».
El kárate sigue muy presente en su vida, dando clases ahora solo a niños, pero también es titulada en step, aeróbic, pilates, spinning, para ser monitora en esos deportes. «Ahora lo que más me gusta es el pilates, a lo mejor influye también la edad, pero me parece uno de los entrenamientos más correctos que hay», asegura Mar, que ha visto como su hijo Adrián, que «nació casi en el gimnasio porque con ocho meses de embarazo yo seguía dando clases», ha seguido sus pasos en la práctica deportiva, aunque no en el kárate, donde se quedó en cinturón verde. «Se pasó al kick boxing, al boxeo, es monitor de sala aquí y estoy muy feliz de que haya elegido este camino», indica, para después admitir que «el kárate ha bajado, antes estaba en auge, desde los 90, pero ahora hay muchos deportes de contacto y ha perdido peso». Sin embargo, para ella siempre será una pasión de la que es pionera aquí.