A las espesas paredes de la Iglesia les cuesta abrirse. Pero algo podría estar empezando a cambiar. Después de tres semanas de discusiones, la primera fase del Sínodo de la Sinodalidad, la gran reunión de Francisco para adaptar la Iglesia al siglo XX, se ha cerrado este sábado con la aprobación un “documento de síntesis” que se abre a que la Iglesia católica siga discutiendo de cuestiones como la posibilidad de que las mujeres sean diaconisas (paso previo al sacerdocio), que algunos curas puedan casarse o la aceptación de las familias polígamas.
Estas cuestiones siguen creando controversia dentro de la Iglesia pero, tras la reunión, no son letra muerta y la decisión final se tomará en la siguiente y última etapa del Sínodo, que se celebrará en octubre del 2024. “Es un sínodo en el que hemos ganado espacio”, afirmó, entusiasta, Mario Grech, el secretario general de la asamblea en la rueda de prensa tras la votación.
El texto final, aprobado en la última sesión del día, propone incluso una revisión el Código de Derecho Canónico, así como que la Iglesia sea una institución “menos burocrática y más relacional” y «cercana» a los católicos homosexuales. Eso sí, el párrafo sobre el que ha habido más desacuerdo en las votaciones ha sido precisamente el referido a la posibilidad de que las mujeres accedan al diaconato. Ha obtenido 277 votos a favor y 69 en contra. “Algunos consideran que sería inaceptable, ya que estaría en discontinuidad con la tradición. Para otros, que restauraría una práctica de la Iglesia primitiva”, se explica en el texto.
A las diócesis
A la reunión estaban invitados 365 miembros (obispos y no obispos) con derecho a voto, entre los cuales se encontraban 54 mujeres (29 laicas y 25 religiosas) y 15 laicos. Todos ellos, junto con los obispos y cardenales, tuvieron la ocasión de expresar su opinión y votar este documento, que a partir de ahora será nuevamente enviado a las conferencias episcopales de todo el mundo y en las diócesis.
Las tensiones han estado presentes desde el primer día. Representantes de la vieja guardia conservadora, una minoría muy ruidosa y organizada, se ha expresado reiteradamente en contra a los cambios que consideran una amenaza para la supervivencia de la Iglesia, tanto sobre las mujeres, como acerca de las parejas que se han vuelto a casar o las aperturas hacia la comunidad LGBTQ+. Tal vez por eso el término LGBTQ+ no aparece escrito en el documento final del texto y solo hay referencias indirectas.
Por el contrario, el redactado sí es muy claro sobre los abusos sexuales y la protección de menores. Es necesaria una «cultura de la transparencia y el cumplimiento de los procedimientos de protección de menores» por parte de los obispos, escribieron los participantes al Sínodo. «Deben establecerse estructuras y procesos para la verificación regular del trabajo del obispo, con referencia al estilo de su autoridad, la administración financiera de los bienes de la diócesis, el funcionamiento de los órganos de participación y la protección contra cualquier tipo de abuso», añadieron.
Vieja y no funcional
Tanto es así que el mismo sábado, un grupo de estos, reunidos en torno a una corriente que apoya el viejo ritual de misa en latín, uno de los principales caballos de batalla de estos sectores, incluso desfiló por los alrededores del Vaticano para manifestar su desacuerdo. Una visión del mundo radicalmente opuesta al del sector progresista. Eso es que la Iglesia católica, tal como se la conoce hoy en día, es una estructura antigua y no funcional, visto, por ejemplo, que hay mujeres en las parroquias que desempeñan funciones propias del clero masculino debido a la escasez de sacerdotes, pero no se las reconoce oficialmente.
«No tengo ningún interés en ser sacerdote, pero sí quiero que las mujeres tengan un papel más relevante«, explicaba esta semana María Luisa Berzosa, una monja española. «Lo dogmático y la moral tienen su lugar, pero, ¿qué pasa con la atención a la persona?» se preguntaba.