«¿Antonio Buza?», preguntó la Guardia Civil. Eran las siete de la mañana del 7 de septiembre de 2019. Antonio se despertó con la noticia, los agentes estaban en su puerta. «Ya me han robado algo», dijo al verlos. Una leve pausa: «Ojalá fuera eso… Su hija ha muerto».
Ana Buza, 19 años, había sido hallada sin vida tras el quitamiedos de la carretera. A 60 metros de su cuerpo estaba el coche de su novio. Él tenía unos rasguños, nada. Tres llamadas al 112 dieron cuenta del «accidente». El guardia civil miró a los ojos a Antonio: «Su hija ha muerto en extrañas circunstancias«.
Kilómetro 511 de la autovía A-4, próximo al carril de entrada a Carmona (Sevilla). En el reloj pasan unos minutos de las tres de la madrugada. El equipo médico, en el lugar del suceso, realizó el masaje cardiaco, no pudieron hacer nada. Ana volvía junto a su novio, R.V., de casa de la madre de él. «Iban a pasar el fin de semana allí», apunta su padre, Antonio, «algo ocurrió para que el mismo viernes se volvieran».
«¿Qué ha pasado?». Fue la primera pregunta que la familia hizo a los agentes. Aún no tienen respuesta. La versión oficial, narrada por el novio de Ana, habla de suicidio: «Se ha tirado». La joven se habría arrojado del coche en marcha. La dieron por buena. «Recuerdo perfectamente el dolor que sentí», retrocede Antonio Buza, padre de Ana, junto a CASO ABIERTO, portal de sucesos de Prensa Ibérica. Ana, sin aparentes problemas, fuerte, tenaz, feliz, luchadora, había puesto fin a su vida arrojándose desde un coche, llegando a su pueblo, Carmona.
«Días después, una persona me hace llegar un email», explica Antonio, «era de mi hija, dirigido a una psicóloga». En este, Ana pedía ayuda, «hablaba de celos, control, de episodios de violencia con su pareja. El mail lo mandó en marzo de 2019, a los seis meses mi hija estaba muerta».
Primeras sospechas
Amigos, familia y conocidos, prácticamente todo el pueblo de Carmona, la despidieron rotos. Estudiante modelo, cariñosa, buena. «Había acabado primero de Filosofía en la Universidad Hispalense (Sevilla) con varias matrículas». El día antes de morir, 5 de septiembre, estuvo en el pueblo con su mejor amiga. «Llegó feliz, recuerdo que me dio un susto cuando abrió la puerta…«.
Durmió en casa de sus padres en Carmona. Por la mañana, viernes, Ana se fue a su casa en Sevilla, para volver al pueblo sobre las 22:20 horas. Fue algo fugaz, «vino para dejar unos tuppers«, recuerda su padre. «Tenía un gesto raro, estaba disgustada, ahora pienso que quizá había discutido con R.V. por la salida del día anterior con su amiga. No era la primera vez, llevaba todo el verano sin verla».
«Mi hija ya no tenía Instagram, Whatsapp ni redes sociales, estaba aislada»
El entorno de Ana la dibuja «aislada». Hablan de «control», «celos» y «prohibiciones». Si alguna vez salía sin su pareja, «de repente él llegaba». Sus amigas le habían dicho que esa relación era «tóxica», no era sana. La familia no sabía nada. «Al parecer, mi hija ya no tenía Instagram, Whatsapp ni redes sociales». Él iba a la facultad para comprobar si ella entraba en el aula y la esperaba en la puerta de clase, observándola fijamente por el cristal, hasta que saliera.
«Ana nos dice que ese fin de semana van a casa de la madre de él, en Lora del Río (Sevilla). Era la primera vez que dormiría en esa casa», cuenta Antonio. «El domingo a primera hora regresaban, pues iban a acudir a un taller de pareja».
Antonio, la mañana antes de que su hija se fuera, habló con ella. «Le dije que no entendía que unos jóvenes que llevaban un año saliendo necesitaran terapia. Me dijo que sabía que su relación no era la más sana. Hablamos de dinero, porque dijo que quería trabajar, le dije que a ella no le hacía falta. En casa le dábamos para vivir, y se había mudado a un piso que tenemos en Sevilla, en el que no pagaba nada».
Antonio recuerda un tema más en su conversación, «le dije que la notaba aislada, que llevaba todo el verano sin ver a sus amigas. Me contestó que con él (su novio) y una amiga, con la que había quedado la noche antes, bastaba». Aquella noche, Ana no durmió en casa de su suegra. Llegó el viernes, como estaba previsto, pero horas más tarde, pasadas las 3:00 de la madrugada, apareció muerta en la carretera.
«Cuatro versiones diferentes»
Ana fue incinerada. «Por el shock, dimos la versión oficial por buena, pero no cuadraba nada». Duró poco. «El día después, voy a Lora del Río, dónde iba a dormir mi hija«, explica Antonio. «Tras una conversación con un familiar de él, supe que Ana no se había tirado de ningún coche». Habló con R.V., que seguía unido a la casa. «Decía que estar conmigo era estar con ella, que yo había sido un gran padre…Le digo que me cuente todo, que quiero reconstruir el último día de mi hija». Llegaron las contradicciones. «Recibí ese correo, de mi hija a la psicóloga y se hicieron firmes mis sospechas».
Antonio Buza se personó en la causa. Descubrió que el juzgado de Carmona, encargado de las investigaciones, había cerrado el caso en 36 horas. «Accedí, también a lo que contó R.V. en el lugar de los hechos. Dio cuatro versiones diferentes. En la primera dijo que se le había cruzado un animal; luego que se despistó al mirar atrás, por un ruido». Nada cuadraba. Los agentes de Tráfico preguntaron por qué estaba Ana fuera del coche, si no había lunas rotas ni ventanas abiertas.
«Al lugar del suceso, sin saber cómo, llegó la madre de él. Tras hablar con ella, esto lo pone en el acta, él contó que Ana había discutido conmigo por sus malas notas y se había suicidado por ello». El curso no había empezado aún. El anterior, Ana lo sacó con matrículas de honor. «Un agente, que conocía a mi hija, dijo que era imposible, que era muy buena estudiante, en bachillerato le dieron la Excelencia… Fue cuando él dijo que la discusión había sido por dinero».
A la familia, el día posterior, R.V. le daría, afirma Antonio, una quinta versión: «Nos dijo que en el trayecto se abrió la puerta sola, se cayó la mochila y Ana se cayó al intentar cogerla”.
«Nada más arrancar el proceso nos dimos cuenta de que la investigación había sido inexistente», asegura Antonio
El caso estaba cerrado: Ana se había suicidado. «Ni dos días le dieron. Sin haber llegado siquiera el informe de Tráfico ni el informe completo de autopsia de mi hija, lo cerraron». La familia planteó un recurso. «Algo no era como nos habían contado». En vano. La jueza y el fiscal se negaron a reabrirlo en septiembre de 2019 «porque, textualmente, es humanamente comprensible que un padre no acepte el suicidio de su hija y busque culpables en terceras personas». Antonio insistió. «La Audiencia Provincial lo reabrió porque había indicios claros de criminalidad». Arrancó la lucha.
«Nada más empezar, nos dimos cuenta de que la investigación había sido inexistente», denuncia Antonio. «En ese punto de la carretera había cámaras que habrían podido aclarar si Ana se tira del coche, por ejemplo». Antonio, no la Guardia Civil, fue a consultarlas. «Llegué tarde, los archivos se sobrescriben pasados 13 días, cuando yo las pido habían pasado 17». La acusación particular solicitó las declaraciones de los testigos que llamaron aquella madrugada para avisar del siniestro, «no habían sido filiados ni habían cogido sus testimonios».
«Una psicóloga que lo trataba a él, no a ella, dice de forma contundente que mi hija sufría una situación clarísima de violencia de género»
En el informe de la Guardia Civil se señalaban «vestigios» que podían ser de la víctima, «tampoco se recogieron». Apareció la mochila de Ana, con una agenda. «Vieron que tenía una cita con una psicóloga, no se preocuparon en contactarla, dedujeron que Ana tenía problemas mentales y por eso la versión del suicidio era buena. Nos ha costado la misma vida que admitieran la declaración de esta psicóloga en el juzgado». La admitieron. «De forma contundente dice que era la psicóloga de él, no de ella, y, esto es importante, que mi hija sufría una situación clarísima de violencia de género«.
Informes de expertos: atropello
La personalidad de Ana, y la ciencia, hicieron firmes las sospechas de Antonio. «Yo soy licenciado en Matemáticas y no me cuadraba nada. Las leyes de la física no respondían. Mi hija se lanza… La puerta, si se abre a una velocidad x, se tiene que cerrar a la misma velocidad, ley de Newton. Yo lo he probado en el coche, intento abrir la puerta en marcha y me cuesta la misma vida…».
La familia de Ana contrató varios expertos en diferentes áreas: un criminalista, un forense y un perito en reconstrucción de accidentes. «Ninguno conocía la existencia del otro, porque no queríamos influir, nuestro objetivo es investigar, no imputar a nadie que sea inocente», explica Antonio. Todos coincidieron: atropello.
«Todos refieren que mi hija, por la causa que sea: una discusión, una pelea… se baja del coche. Camina por el arcén y él, en su caza y captura, la atropella intencionadamente a una velocidad de unos 120 kilómetros por hora». Diez meses después de la muerte de Ana, su ex novio pasó de testigo a investigado.
Informes enfrentados
El juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 2 de Carmona, ante los informes de la familia de Ana admitidos en el proceso, solicitó un ampliatorio de los presentados por la Guardia Civil y los forenses del IML (Instituto de Medicina Legal). Estos mantienen que Ana se suicidó: «no es compatible con un atropello mortal”, afirman.
Los expertos del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico (ERAT) sostienen que Ana no iba sentada en el asiento del copiloto, sino en el trasero, sola. Abre la puerta trasera derecha del vehículo, que los arañazos que presenta la puerta son compatibles con ello. Señalan también que el conductor realizó «sendas maniobras de frenada» tras el suceso, y circulaba según estos, a una velocidad de 117 km/h.
«Mi hija medía 1,61 m y pesaba poco más de 50 kilos. El vehículo va a 117 km/h. Esa noche hacía un viento de 10 km/h, son ya 127 km/h. No solo para abrir, para saltar, tienes que tener mucha fuerza. Cuando saltas, tienes que quitar presión de esa puerta… por lo que la puerta te pillaría. No da tiempo a saltar sin que se cierre».
Antonio, continúa, «al caer, tu cuerpo quedaría totalmente destrozado por el alquitrán… y mi hija no tiene quemaduras. He visto las fotos de autopsia, aunque me costó mucho que me las dieran», se duele, “Ana tiene heridas en las piernas, nadie duda que son cortes producidos por la bionda (quitamiedos) de la carretera y los dos fémures rotos. Su espalda está como la mía, limpia».
Antonio ha reconstruido la escena hasta quince veces. «El caso de mi hija lo aclarará la ciencia. Hemos hecho pruebas con un coche de la misma marca, antigüedad y kilometraje. Este se desplaza a 35 m/s. Cuando Ana se supone que cae, el coche ya ha recorrido ocho metros. No es posible que la atrape. Y mi hija, cayendo a esa velocidad, habría quedado destrozada».
El teléfono de Ana
La reapertura del caso, y la insistencia de la familia, motivó también el análisis del teléfono móvil de Ana. Hace unas semanas la Guardia Civil presentó un informe en el que señala que la joven realizó, dos horas antes de morir, consultas con su teléfono móvil sobre ‘pastillas para el suicidio’.
«El teléfono se analiza porque yo lo encuentro, 19 días después, a 72 metros de dónde estaba el cadáver de Ana. El cuerpo, el coche y el teléfono hacen un triángulo. Apareció sin funda, ¿quién lo puso allí? La Guardia Civil no sabe explicarlo. La madre del investigado parece que sí, y así lo ha testificado en sede judicial a finales de agosto de 2023. Dijo que ella lo encontró en el coche, al cual los agentes le permitieron acercarse, y que se lo dio a un guardia civil. Si se lo dio a un agente, ¿por qué aparece tantos días después tirado?». Antonio recela, «¿lo tiró el agente?, ¿lo tiró ella?».
Se detiene en lo que apunta la Benemérita. «La búsqueda ‘pastillas para suicidarse’ dura 24 segundos. Nadie puede decir que la hizo ella, pues su novio sabía desbloquear el móvil y conocía su pin. Además, esa noche, según ha reconocido la madre de él, esta había tomado muchas pastillas. Quizá lo buscaron por ella». Antonio, añade, «el cuerpo de Ana no presenta tóxicos y se suicidó, según dicen, lanzándose desde un coche a 117 km/h. Debería haber buscado ‘cómo morir tirándose de un coche en la carretera'».
Desde 2019, la familia de Ana ha luchado para que el caso lo llevara un juzgado de Violencia de Género. Cuatro años después, la Audiencia Provincial de Sevilla ha ordenado que la investigación la asuma el Juzgado de Violencia contra la Mujer de Sevilla.
Ana Buza, brillante estudiante, amante de los libros -dejó tres escritos antes de morir-, y del patinaje. Leal, feliz, divertida, honesta. Fan del cine, en versión original, y de las causas justas. Tenía planes, ilusiones, sueños. Acaba de matricularse en segundo de Filosofía. «Tengo muchas ganas de empezar», le dijo a su padre, poco antes de morir. «Demostraré que R.V. ha asesinado a mi hija», verbaliza Antonio. «Por su alegría, por su vida sin vivir…«, arrancó diciendo su madre en una manifestación el pasado mes de marzo, «tuvo que vivir un gran miedo, espanto y soledad cuando le arrebataban la vida», lamentan sus padres hoy, ante CASO ABIERTO La gesta suma ya cuatro años. «La lucha es por ti, Ana, por todas. No nos rendiremos».