Desde el pasado 7 de octubre, cuando Hamás lanzó por sorpresa su ataque, en Israel se han registrado más de 100.000 solicitudes para obtener un arma. Por poner en contexto, en el mismo periodo del año pasado sólo se tramitaron 42 solicitudes, según Al Yazira. Un aumento drástico, que muestra que los israelíes no se sienten seguros ni siquiera en sus casas después del fallo de sus servicios de seguridad e inteligencia.

El Gobierno del país lo ha apoyado, y espera que en los próximos meses sus ciudadanos adquieran 400.000 nuevas armas. «Estamos alentando a los civiles y ayudándolos a armarse para defenderse. Y lo estamos haciendo de forma controlada», expresó el pasado miércoles el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu. El día después del ataque de Hamás el ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, emitió una «orden de emergencia» para que la División de Licencias de Armas de Fuego suavizara los requisitos. Y la jugada ha tenido el efecto esperado.

Antes los plazos para obtener un arma se dilataban durante meses. Pero ahora el Gobierno está aprobando las licencias en sólo una semana, y a partir de ese momento los interesados deben pasar una entrevista telefónica y completar un curso de manejo de armas de fuego para obtener la suya. Algo que ha llevado a los centros de formación a multiplicar el número de clases que ofrecen.

Además, a partir de ahora los ciudadanos israelíes que tengan un permiso de armas caducado podrán utilizarla sin necesidad de presentar otra solicitud. Y aquellos que la hayan devuelto en los últimos seis meses por no haber renovado los documentos necesarios podrán recuperarla. Los permisos irán acompañados de una bonificación para comprar hasta 100 cartuchos, frene al límite anterior de 50.

En Israel, el requisito fundamental para portar un arma es tener formación militar (algo común porque el servicio militar es obligatorio) o vivir en una zona de seguridad «sensible». Es decir, las zonas del país próximas a Gaza o las colonias dentro de Cisjordania ocupada. Pero en determinadas profesiones, como los bomberos, también estaban permitidas, porque se considera que deben estar capacitados de actuar en zonas de conflicto.

Sin embargo, aunque los israelíes se están preparando para la guerra, los datos muestran que en realidad la sociedad hebrea está cada vez menos interesada en que la escalada de tensión vaya a más. El pasado 19 de octubre el periódico Maariv publicó una encuesta que aseguraba que el 65% de la población apoyaba una ofensiva terrestre a gran escala sobre Gaza. Ocho días después ese porcentaje ha bajado hasta el 29%, y casi la mitad de los encuestados ya se muestran a favor de aplazar el ataque. Un cambio de postura que podría explicarse por el peso que han ido ganando en la agenda los rehenes israelíes secuestrados por Hamás.

Entrenar a los ciudadanos

«Quiero saber cómo se usa esta cosa, aunque espero no tener que usarla. Mi esposo está en el Ejército, estoy sola con los niños en la casa y debo protegerlos». La que habla es Moria, una madre de seis niños que vive en un aldea cercana a la Franja de Gaza. En declaraciones a EFE explica que es la primera vez en su vida que sostiene un arma.

Lo hace desde Caliber 3, uno de los centros donde se instruye a los ciudadanos para aprender a utilizar armas, que está ubicado en un asentamiento israelí en Cisjordania. A su lado hay decenas de personas más, desde judíos religiosos hasta agricultores o programadores informáticos que disparan a los blancos: imágenes de soldados palestinos encapuchados o armados.

El fundador del centro, el coronel Sharon Gat, explica que desde que se produjo el ataque de Hamás la venta de armas y la solicitud de entrenamientos se han disparado un 2.000%. Cada día su empresa, que tiene seis sucursales, recibe a más de 1.500 alumnos, que pagan unos 250 dólares al día por entrenar. Los profesores son exagentes de unidades especiales del Ejército, la Policía o los servicios secretos, que ofrecen formación básica para aquellos sin experiencia y más especializada para los que sí la tienen.

«La gente paga lo que sea», asegura el coronel Gat, que en su centro tiene una tienda donde vende equipamiento militar de todo tipo. Hay pistolas semiautomáticas de entre 740 y 1.723 dólares, chalecos antibalas, anillos en forma de calavera y collares con balas de adorno. Sin embargo, organizaciones que defienden el control de armas, como Gun Free Kitchen, ya han advertido que armar a los civiles causará problemas e incrementará más la violencia.

El impulso del Gobierno

El número de licencias de armas llevaba años descendiendo en Israel. Pero los diversos episodios de violencia y el impulso del Gobierno han revertido la situación. En los primeros cinco meses del 2023 se habían concedido 12.000 nuevos permisos de armas, casi tantos como en todo el 2022. Se estima que en todo el país hay más de 170.000 civiles con licencia de un total de 9,7 millones de habitantes.

Sin ir más lejos, en enero de este año el comisario jefe de la Policía israelí, Kobi Shabtai, animó a todos los ciudadanos a obtener un arma después de la matanza que un hombre armado causó en una sinagoga en Neve Yaakov, un barrio israelí ubicado en Jerusalén Este. Murieron siete personas. «En los últimos años ha habido varios casos en los que civiles con formación y permiso han neutralizado a terroristas y evitado atentados más graves al estar cerca del lugar», aseguró Shabtai, que se mostró convencido de que de esta manera podrían evitarse daños a civiles y a las fuerzas de seguridad.

Pero si alguien ha tenido un papel clave en este proceso ese ha sido Itamar Ben Gvir. El ministro de Seguridad Nacional, que rebajó los requisitos para acceder a las armas, es un conocido ultraderechista, racista, antiárabe y defensor de las armas, que estos últimos días se ha grabado repartiendo algunas entre la población. En octubre de 2022 se hizo viral un vídeo suyo blandiendo su propia pistola mientras instaba a la policía a abrir fuego contra los árabes que habían participado en una serie de enfrentamientos en el barrio de Sheikh Jarrah, ubicado en Jerusalén Este.