Más de 1.300 conciertos lleva La Pegatina a las espaldas. Es curioso porque, cuando se trata de una cifra así de alta, puede pensarse que hubo noches mejores que otras. Sin embargo, para la banda todas, sin excepción, fueron únicas. Jamás se han repetido ni se han relajado. Cada fecha es una bomba de diversión, baile y energía tan grande que no sólo enfervoriza al público, sino también a sus nueve miembros. Condición fundamental para que el escenario se haya convertido en el mejor de sus aliados. Hasta el punto de que, 20 años después de su debut, aún sigan subiéndose a él con la pasión de entonces. “Basta con pisarlo para curar todo mal”, puntualiza Adrià Salas, que junto a los suyos ha editado ocho elepés, dos documentales, un libro y un álbum en directo.

Versátiles y desprejuiciados, han jugado con los géneros y los idiomas a su antojo: rumba, merengue, pop o ska en catalán, español, euskera o gallego. El orden de los factores no altera la fiesta. Quizá, la razón por la que han aguantado dos décadas de popularidad. “Eh, que aún nos queda mucho por hacer”, asegura Rubén Sierra entre risas. Como el Wizink Center que, este viernes, reventarán a golpe de temas imperecederos: Y volarComo se hacen las floresNo som d’aquí, Mari Carmen... Los mismos que, apenas unos días después, harán vibrar a Latinoamérica. Sin titubeos. Pues su repertorio resulta tan diverso e inclusivo que no entiende de fronteras. Siempre en el estado de gracia oportuno.

En 20 años, La Pegatina ha acumulado más de 1.300 conciertos a las espaldas. Alba Vigaray


P. Han escrito sobre migración, amor, ansiedad, dependencia, soledad… ¿Cuesta encontrar nuevos puntos de vista con los que abordar el mundo?

A. Es curioso porque, durante un tiempo, nos pedían más letras de corte político… Pero ya teníamos uno. Y en ese ya recogí todo lo que quería decir. Hay grupos que son muy reivindicativos y, cada equis meses, tienen algo que añadir. Nosotros no. Funcionamos de otro modo. En ocasiones, surge una frase que te sirve como estribillo y empiezas a tirar de ella. En otras, nos inventamos la historia como si de un cuento se tratase. Necesitas que te pasen cosas para inspirarte.

P. ¿Cómo ha cambiado la industria en 20 años?

R. Está en continua evolución. Ahora, por ejemplo, hay una gran saturación. La oferta es tan basta que ni te enteras cuando tu cantante favorito saca nuevo material. Y es normal porque, por suerte, podemos llegar a cada vez más. Además, hoy, parece que tienes que lanzar canciones constantemente. Se gastan rápido y ya no funcionan como antes, lo que se traduce en menos dinero. Así que te las tienes que ingeniar para hacerlo de la manera más económica posible.

P. ¿Es más difícil llegar a la masa?

A. Diría que es más fácil frustrarse. Hay quien quiere hacerse viral al primer intento. Y la única forma de comprobarlo es con datos. Nosotros, al principio, no los teníamos. Entonces, seguíamos adelante. Esto ha cambiado y, cuando el artista descubre que le han escuchado cinco personas en la última semana, lo deja. Ya no piensan en hacer carreras de fondo.

P. ¿Les ha molestado el adjetivo verbenero que, a veces, les han colocado?

R. Cuando te lo dicen, sabes que esconde un tono despectivo detrás. Hacemos lo que nos apetece, sin autocensurarnos. Ni en el idioma ni en el estilo. Lo que pretendemos es que la gente se divierta en la gira.

P. Nueve hombres al frente de un grupo de éxito. ¿Si hubiesen sido nueve mujeres habrían tenido los mismos privilegios?

A. No, claro. En la actualidad, conocemos más bandas femeninas porque antes no las había. Lo que quiere decir que no era fácil para ellas. Y, cuando llegaban, solían ocupar el lugar de la vocalista. No había referentes de baterías, guitarristas, bajistas… De ahí que sea tan importante verlas: eso va a animar a más y más chicas. Justo como está sucediendo con las jugadoras de fútbol.

P. ¿Cómo gestionan los egos sobre las tablas?

A. Nos damos espacio a cada uno. Somos un equipo y, como tal, vamos a una. Ha sido así desde el origen. Si sabes que uno necesita un solo, le damos su momento.

P. Tras alcanzar los sueños que se marcaron de jóvenes, ¿qué es lo siguiente?

A. Nos quedan muchísimos lugares por visitar. A Colombia, por ejemplo, vamos este noviembre por primera vez. Nos encantaría acabar Latinoamérica. Y, por supuesto, dar el salto a África. También nos gustaría grabar un disco en otro país. En definitiva, vivir experiencias… que es lo que nos ofrece, sobre todo, La Pegatina.

Adrià y los suyos han editado ocho elepés, dos documentales, un libro y un álbum en directo. Alba Vigaray


P. ¿Cuántos países han pisado?

R. 34. El más alejado geográficamente ha sido Australia. Y, a nivel cultural, China.

P. ¿Es muy distinto el público de allí?

A. Fue hace bastante y, tal vez, hoy están más acostumbrados. Pero, cuando fuimos en 2011, la censura ponía demasiadas trabas para que nombres extranjeros tocaran allí. Se lo pasaron en grande, se mimetizaron rápido con nosotros. No obstante, hay sitios en los que bailan mejor que en otros. España o Chile lo suelen hacer genial. En cambio, los del Este de Europa suelen ser más rudos.

P. Reabierto el debate de las lenguas en España, ¿cómo las articulan para componer?

A. Somos bilingües. Y, por tanto, cambiamos de una a otra sin darnos cuenta. Lo tenemos naturalizado. Aunque hay un matiz interesante: por más que sepas inglés, tú no te expresas con la misma precisión que en castellano. Decir las cosas con exactitud sólo es posible en tu lengua nativa. Me gustaría que enseñaran las cuatro oficiales en los colegios de toda España. Tenemos una riqueza lingüística enorme. Y cada una te enseña sensaciones y emociones que no encuentras en otras. Igualmente, llegar a las televisiones públicas de otras comunidades sería increíble.

P. ¿Qué les parece la reacción de ciertos partidos políticos?

A. No entiendo cuál es el debate. Si el problema es el dinero para pagar traductores, lo hay y es incomparable. Sobre todo, cuando van privatizando hospitales.

P. ¿Hasta qué punto los informativos son una fuente de inspiración?

A. Nos fijamos más en el contexto social que en una noticia en concreto. Un momento en el que sientes que hay una necesidad de expresar algo a nivel colectivo.

P. ¿Se debería ir a la cárcel por una canción?

A. Nunca. Ni por cantar ni por hacer humor. La Ley Mordaza sigue existiendo en España. Puedes mutar, advertir, reprender… pero no esto.

P. ¿Se han censurado alguna vez por esta cuestión?

A. No. A través de las metáforas expresamos lo que queremos. Si dices que hay que prender fuego a la Corona, te la estás jugando. Debes ser listo.