El estado de Maine, donde un hombre armado ha matado a tiros a 22 personas, ha adoptado pocas de las leyes fundamentales que rigen en algunos estados del país para garantizar la seguridad en el uso de las armas. A pesar de que el 89% de las muertes por arma de fuego en el estado son consecuencia de suicidios, Maine carece de la mayoría de las leyes básicas que ayudarían a reducirlos, según la organización ‘Everytown for Gun Security’.
En Maine no es necesaria la comprobación de antecedentes penales, discapacidad mental u otros factores antes de comprar un arma. Además, en el conocido como estado de los Pinos, ni siquiera hace falta permiso para portar un arma pero, paradójicamente, a pesar de sus débil legislación en la materia, tiene bajos índices de violencia armada en comparación con otros estados con leyes más rígidas. Se puede comprar libremente y poseer armas de asalto, armas de fuego semiautomáticas y de alta potencia.
En Maine tampoco impera la ley que exige que los nuevos modelos de pistolas vendidos en el estado incluyan tecnología que proteja a los niños -indicadores de recámara cargada y la desconexión de seguridad del cargador-. Tampoco están sujetas a regulación las ‘pistolas fantasma’, armas caseras de bricolaje, fabricadas con simples piezas de construcción disponibles en Internet. Y, a diferencia de otros estados, se pueden comprar cargadores de alta capacidad, que son dispositivos de alimentación de munición diseñados para ser letales, permitiendo a un tirador disparar más cartuchos sin detenerse a recargar.
Facilidades para los fabricantes
Maine no ha hecho suya la ley que permite a los funcionarios policiales rastrear las armas que se recuperan en lugares donde se han cometido delitos a través de la cadena de custodia utilizando el sistema federal. Y tampoco se obliga a los fabricantes de armas añadir microestampado a los percutores de sus armas para facilitar pruebas balísticas.
El estado del noreste sí dispone, sin embargo, de leyes sobre almacenamiento seguro que impiden el acceso no autorizado de los niños al obligar a los propietarios de armas a guardarlas bajo llave. Los sistemas más estrictos tienen consecuencias en caso de que no se asegure el arma.