«Nada indica, a medio y largo plazo, que la reforma del mercado eléctrico vaya a ser mínimamente efectiva, poniendo en riesgo el futuro de la industria estratégica europea y su indispensable generación de riqueza y de empleo de calidad», ha asegurado este miércoles la presidenta de la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique), Teresa Rasero. El sector químico es un gran consumidor de energía, por lo que los precios altos lastran su actividad. Pese a sus esperanzas en la reforma del mercado eléctrico con la propuesta original española, lamentan que el texto en el que avanza Europa no va a cambiar en nada la situación actual. «No arregla el problema de los precios altos, ni lo va a arreglar», ha añadido el director general, Juan Antonio Labat.
El grueso de la reforma se centra en el fomento de lo que se denomina contratos por diferencias, que no son otra cosa que contratos públicos a plazo entre el Estado y un generador que complementan el precio de mercado cuando el precio del mercado es bajo, y piden al generador que devuelva una cantidad cuando el precio del mercado es superior a cierto límite. De esta forma, si los precios son muy altos, como en los últimos años, los Gobiernos reciben ingresos que luego pueden redistribuir. Según Feique este tipo de medidas son «ayudas» que sirven a los países con «disponibilidad presupuestaria», como Francia y Alemania, pero no a España. «Ellos pueden mantener su competitividad con ayudas de Estado, pero nosotros no tenemos esa posibilidad», lamenta Juan Antonio Labat.
Una vez no se ha conseguido «una reforma real, que consiga que el gas y el CO2 dejen de marcar el precio» de la luz, el sector químico pide al próximo Gobierno una «tarifa industrial» para poder competir con el eje franco-alemán, donde cuentan con tarifas específicas para la industria. En el caso francés, la tarifa Arenh cuantifica el megavatio-hora en 42 euros, mientras en Alemania se estudia una tarifa plana de 60 euros. «El Gobierno puede hacerlo a nivel nacional. Tenemos mucha renovable con un régimen retributivo específico (RECORE) y mucha inframarginal para hacer con ella un precio industrial. De hecho, lo estuvo trabajando», añade Labat.
En plena crisis energética, a finales de 2021, el Gobierno llegó a aprobar esa medida conocida como ‘subastas inframarginales’, que suponía que obligaría a las grandes compañías eléctricas a ceder una parte de su producción más barata (la de las centrales inframarginales, que son aquellas como la nuclear y la hidráulica) a comercializadoras independientes y a la gran industria, para que pudieran contener sus costes. Las grandes eléctricas argumentaron que tenían toda su energía ya vendida y nunca puso en marcha.
El problema de los precios altos de la electricidad es que puede llevar a deslocalizaciones de fábricas, algo que ha empezado a ocurrir, aunque de forma puntual con algunas plantas en este caso por los elevados precios del gas. Pero en este caso, la capacidad de intervención es muy limitada porque su precio está vinculado a factores geoestratégicos. «Hay fábricas con paradas, otra cosa es cuando tomen la decisión de que esas paradas sean definitivas. No estamos viendo demasiados procesos, pero cuando eres consumidor de gas compites con el precio del Henry hub de Estados Unidos, que es más barato que los precios en Europa», explica Labat.
El sector estima un cierre de año con una caída de sus ingresos del 6,8% hasta los 83.799 millones de euros a pesar de que la producción crece el 0,8%, fundamentalmente debido a la química básica (la que se usa en los procesos, como el cloro), que es la más intensiva en consumo de electricidad y gas. Desde el segundo trimestre de 2022, la química básica ha experimentado un fuerte descenso productivo que, aunque ha revertido su tendencia desde abril, cerrará 2023 con una caída de casi 12 puntos, debido a dos factores: los altos costes energéticos y la debilidad de la demanda.
No obstante, Feique añade que la evolución del sector químico español está alineada con la «clara debilidad» que está mostrando la industria europea en su conjunto, que inició una «desaceleración en el segundo semestre del pasado año y que ha continuado en el actual sufriendo ya descensos productivos».