Algunos conocen a James Dyson como el Steve Jobs británico. Sin embargo, sus genialidades son más sutiles que las del americano. Y no por ello son menos admirables. James Dyson tuvo el acierto de prestar atención a los problemas del día a día para erigir su imperio. De este modo, la primera piedra de dicho imperio fue la carretilla Ballbarrow, que sustituye la rueda tradicional por una rueda esférica, brindando mayor comodidad de uso. Pero el gran éxito llegó con su revolucionaria visión de las aspiradoras domésticas.
Utilizó la tecnología ciclónica para librarse de la engorrosa bolsa: tan solo había que averiguar cómo separar el polvo y la suciedad del aire. Ahora James Dyson posee una fortuna aproximada de 27.110 millones de euros, es la persona más rica del Reino Unido, ha inventado valiosos artilugios como los secadores ultrarrápidos o las planchas de pelo inalámbricas. Además, es Miembro de la Royal Society y Comendador de la Orden del Imperio Británico. Su fundación destina millones a la financiación de proyectos de ingeniería y también ha ayudado en la supervivencia durante la pandemia del Covid-19, entre tantas otras hazañas.
Queda claro que el nombre Sir James Dyson es sinónimo de la libra esterlina. Y como todo lo relacionado con lo monetario, también Dyson tiene dos caras. En esta cara B destacan dos elementos: su apoyo al denominado ‘Brexit duro’, ahora tan criticado en vista de los resultados de la salida de la UE por parte del Reino Unido, y sus negocios con el polémico ex primer ministro Boris Johnson con miras a la consecución de ventajas fiscales para su empresa.
Origen de un inventor
James Dyson (1947) comenzó su aprendizaje en el prestigioso internado Gresham School, situado en el condado de Norfolk, Inglaterra. Ahí tuvo lugar la génesis de su pasión por el mundo de la ingeniería. Al mismo tiempo, descubre otro mundo igualmente apasionante: el de las artes. Y lo más importante, averiguó que sus pasiones no eran incompatibles. Ni mucho menos.
Se metió en el Byam Shaw School of Art de Londres, donde aprendió a conciliar la ingeniería con el diseño. En 1966, comenzó la especialidad de diseño de muebles en la carrera de Bellas Artes del Royal College of Art, lugar en el que estuvo desde el año 1966 hasta el 1970. Más tarde se dio cuenta del error que suponía abandonar por completo la ingeniería, así que dejó las artes para dedicarse al Diseño Industrial.
[El arma de Dyson contra Roomba: probamos el robot aspirador más potente del mercado]
Se casó con Deidre Hindmarsh, su actual esposa, en 1968. Juntos lograron sobrevivir durante una época de menor fortuna: James tenía que trabajar por las noches en una gasolinera para poder costearse sus proyectos diurnos. Ya por aquel entonces estaba desarrollando la idea que más tarde daría lugar a Ballbarrow. Unos años más tarde fundó su propia empresa y lanzó al mercado tanto Ballbarrow como Trolleyball, un carro de transporte basado en el sistema de botes.
La gran idea llegó a finales de los 70. Fue mientras limpiaba la moqueta de su casa. Se frustró con lo complicado que resultaba mantener los filtros de aire de la aspiradora limpios y operantes. ¡Eureka! No obstante, aún quedaba mucho trabajo por delante.
La leyenda de los 5.000 prototipos
Según ha contado en varias ocasiones el propio Dyson, le hicieron falta cinco años de esfuerzos y más de 5.000 prototipos para dar con una aspiradora sin bolsa funcional. El prototipo 5.128 fue el verdadero ¡Eureka! En 1983 lanzó el limpiador G-Force.
Porque nadie es profeta en su propia tierra, aún seguirían las complicaciones. La propuesta de los aspiradores sin bolsa fue boicoteada por los distribuidores y fabricantes del Reino Unido, que estaban sujetos a los magnates de las bolsas para el polvo. De este modo, Dyson llevó su invento a Japón y lo puso en venta por catálogo. Tuvo un enorme éxito entre los orientales.
Ya en junio de 1993, el inventor británico abrió un centro de investigación y una fábrica en Wiltshire, Inglaterra; así es como Dyson Limited entró al mercado británico y lo revolucionó para siempre. Desde entonces ha aportado un secador de manos rápido, un ventilador sin aspas externas, una innovadora limpiadora con escaneo o un secador de pelo ultrarrápido y silencioso. Entre muchos otros artilugios.
Otro de sus principales aportes al mundo de la ingeniería es la creación de una fundación que lleva su nombre y que se dedica a subvencionar los proyectos más prometedores del mundo ingenieril. Realizan donaciones, tienen acuerdos con universidades y, mediante el Premio James Dyson, recompensan las ideas más prometedoras del diseño ingenieril. «Estados Unidos, Malasia y Singapur trabajan para inspirar a los ingenieros del futuro, mientras que el premio internacional James Dyson celebra a estudiantes con ideas brillantes en todo el mundo», dicen en la web de la fundación.
Su labor en tiempos de Covid-19
En abril de 2020 el gobierno británico solicitó de su principal inventor unos respiradores eficaces que ayudasen a combatir el colapso de los hospitales durante los inicios de la pandemia Covid-19. Ni corto ni perezoso, Sir James Dyson tardó 10 días en inventar un nuevo y mejorado modelo de respiradores. «Este nuevo respirador es seguro, eficaz y eficiente en la conservación de oxígeno, fácil de usar, montado en la cama, portátil y no necesita suministro de aire fijo», afirmó cuando logró la gesta.
Produjo 15.000 unidades: 10.000 de ellas se las vendió al gobierno y las otras 5.000 las donó en un admirable gesto de solidaridad. No obstante, un tiempo después se descubrió un elemento truculento en esas conversaciones Gobierno-Dyson.
La Cara B
La primera gran polémica llegó tres años después de la votación del Brexit. Tras haber apoyado públicamente la rama “fuerte” del Brexit, tras haber fomentado la participación y haber celebrado la victoria de la misma, James Dyson decidió trasladar su multimillonaria compañía desde el Reino Unido hasta Singapur.
Jim Rowan, consejero delegado de Dyson Ltd., declaró que el traslado nada tenía que ver con la incertidumbre económica tras la salida del Reino Unido de la UE. “Una creciente mayoría de los clientes y de las operaciones de producción de la empresa se encuentran en Asia”, alegó Rowan para justificar los cambios.
[El método secreto de una profesora de Matemáticas para ganar 28 veces la lotería y hasta 20 millones]
En realidad, este era un movimiento muy previsible: fue el propio Dyson quien, antes de la votación del Brexit, declaró que el abandono de la UE por parte del Reino Unido le permitiría obtener nuevas herramientas para aprovechar el “crecimiento de las economías asiáticas y del resto del mundo”, aseveró.
La segunda gran polémica no se haría esperar. Un año más tarde de su proeza contra la Covid, la BBC reveló en abril de 2021 unas conversaciones entre Dyson y Boris Johnson, quien ejercía de primer ministro por aquel entonces. Dyson procuraba obtener ventajas fiscales para su compañía en el Reino Unido a cambio de inventar y producir los respiradores. Johnson, por su parte, cedía ante el requerimiento.
Como ya informó EL ESPAÑOL, Dyson quiso asegurarse de que el estatuto fiscal de sus empleados no cambiaría y que éstos no pagarían más impuestos por trabajar en el Reino Unido. El ex primer ministro y el inventor intercambiaron una serie de mensajes instantáneos que terminaron con un: «Yo lo arreglo», por parte de Johnson. Aunque al final gran parte de los respiradores que fabricó Dyson no fueron necesarios en Gran Bretaña, la polémica hizo mella en su nombre.
Como una moneda que se hace girar sobre su propio canto, James Dyson es una figura poliédrica que resulta irreducible a dos caras. Tiene varias: la artística, la ingenieril, la polémica, la filántropica… Pero, por encima de todo, es un hombre que ha facilitado el día a día de las personas comunes. Y eso vale una fortuna.
Sigue los temas que te interesan