Sandra Gavilanes, viuda de Bonilla falleció el pasado viernes 20 de octubre debido a una larga enfermedad. El próximo lunes a las 20.25 horas, en la Iglesia de Santa Ana de Elda, tendrá lugar su misa de despedida.
Viuda de Bonilla, madre de Katia y de Manuel e hija de Rafael un empresario emprendedor español que marchó a América y de Zulma una bella y elegante puertorriqueña. Sandra nació en Nueva York, en la isla de Manhattan, en una bonita zona de Broadway. Su niñez y su adolescencia fueron en su amada “Isla del Encanto”, en Puerto Rico, para ella, su tierra. En su viejo San Juan. En la isla caribeña pasó toda su infancia y adolescencia; con momentos muy felices con sus seis hermanos (Carmen, Eugenio, Luis, Rafael Benicio, Marizul y Luis Fernando). Ya mayor de edad, marchó a Madrid para completar sus estudios superiores internacionales y para conocer sus raíces españolas. Allí conoció a un sevillano, José María, y en Madrid se casaron. Vivieron en La Rioja mientras su esposo, que era ingeniero, estaba dirigiendo proyectos. Allí nació su hija.
Posteriormente, Sandra se estableció en Elda en los años setenta con la familia Bonilla (Carlota, Manolo, José María, Carlos y Pablo), familia sevillana fundadora en Elda y en Pinoso de una de las compañías de fabricación y exportación de calzado de señora que llegó a ser un referente internacional.
En Elda, Sandra, tuvo una participación muy activa en la vida social, deportiva y cultural de esta ciudad, integrándose como una eldense más; socia del Casino Eldense, del Club de Campo e impulsores de la Comparsa Huestes del Cadí de las Fiestas de Moros y Cristianos de Elda o de la Orquesta Sinfónica Teatro Castelar en su lucha contra el cáncer, entre otras actividades. Muy deportista; amante del tenis y del golf, apasionada de la pintura. Desde el punto de vista profesional, fue una mujer pionera en el ámbito de la comercialización internacional dentro del sector del calzado, participó durante cerca de treinta años en ferias como Las Vegas, Nueva York, Milán, Dusseldorf o Madrid entre otras junto a otros empresarios y directivos de la época gloriosa del calzado español. En Elda nació su hijo.
Sus últimos años y días los vivió en Alicante, viendo las olas de su tan querida Playa de San Juan mientras desayunaba en la terraza de su casa, acompañada de sus hijos y de sus nietas (Carlota, Mayte Zulma y Alejandra). Participó en la Hermandad del Rocío de Alicante, y como gran peregrina rociera, fue bautizada en la aldea del Rocío por los propios almonteños en el paso del río Quema. En un Rocío llegó a tocar a su queridísima Blanca Paloma, la Virgen del Rocío, que la llevó siempre con ella hasta el final en el Hospital. Así como su pasión por la Feria y la Semana Santa de Sevilla, la ciudad natal de su marido que tanto le encantaba.
Su familia, sus amigos y sus amigas la describen como un ángel, bella por fuera y bella por dentro; por su elegancia, su generosidad, su bondad, su humanidad, su discreción y su humildad. Y por su simpatía, su sonrisa y su gran belleza, de melena rubia con esos ojos azules tan suyos. Hasta su último aliento, sus palabras y sus deseos, antes de marcharse, fueron de agradecimiento y pensando en el bienestar y en el cuidado de otras personas. Siendo el soporte de todos los que le rodeaban, siempre, quiso estar en un segundo plano, sin protagonismo. “Fue una excelente hija, una magnífica hermana, una madre perfecta, una extraordinaria esposa y una gran amiga de sus amigos”, dicho por todos ellos.
La despedida será con una misa muy especial, como era ella. Un homenaje por su calidad humana. El acto tendrá un regalo musical de Sandra, lleno de sentimiento, para sus amigas, amigos y familiares. Con la participación de su querida soprano Yolanda Marín, que han organizado sus hijos de parte de su madre. Desde el cielo con amor.
Descanse en paz.