No sé si somos del todo conscientes de lo que está haciendo Rubén Baraja en el Valencia. Y de cómo lo está haciendo. Y de con quién lo está haciendo. La grandeza de esta institución no es sólo ganar títulos. Es poner al club y al escudo por encima de todo. Incluso de uno mismo. Febrero parece algo muy lejano, pero apenas han pasado ocho meses desde que el Pipo es entrenador de este equipo, y durante el verano no hubo partidos de Liga. En ese tiempo tan corto la intensidad de todo lo vivido ha sido tal, que la sensación de desgaste, de una forma u otra, nos ha pasado factura a todos.
Rubén es mi amigo por encima de todo, pero, ahora mismo, sólo hablo con él cuando perdemos. O cuando no ganamos. Porque, insisto, la erosión a todos los niveles está siendo muy bestia, y apenas estamos en la jornada 10. El desgaste es salvaje porque a las muchas dificultades que tenemos en el Valencia sumamos además el empecinamiento por convertirnos nosotros mismos en un problema añadido. Y es que el capazo de burradas que se han dicho todos estos meses, tanto de Baraja como de los jugadores, y por más que se quiera decir lo contrario, no ayuda a nada ni a nadie. E intuyo que ya no da ni para servir de desahogo.
El lunes estuve en Mestalla y más que el partido observé el ambiente. Cómo vive mi campo los partidos de su equipo. La campaña de algunos sectores encaminada a dejar vacías las gradas no es que haya triunfado mucho, desde luego. Esta afición sigue batiendo récords de dignidad y sentido de pertenencia por encima de todo y de todos. La gente ayuda, comprende lo que ve en el campo y, aunque se desespera en algunos momentos porque al final somos el Valencia, sabe que lo importante es ir sumando los puntos que nos hacen falta para poder respirar tranquilos. Y veneran la figura de Baraja. No sólo por lo que ha sido sino también por lo que es ahora mismo: un entrenador que hace mejores a sus jugadores.
Sobre el campo, sobre cómo se vive esa pasión, sólo añadiré que una asistencia de casi 42.000 espectadores en un día de lluvia, y lunes, es algo que está a la altura de muy pocas aficiones. Y que en Mestalla el clima social que se respira en las redes sociales no parece ser ni mucho menos igual de salvaje. De caníbal. Sé que por esto me van a volver a matar, pero contra el Cádiz dio la sensación de que el minuto 19 por un momento se había olvidado; porque se empezó a cantar tarde, se hizo poco y acabó enseguida. Nada ha cambiado respecto a Meriton, eso por descontado, pero este tipo de detalles son cosas que uno puede observar con sólo fijarse un poco.
Soy barajista y valencianista y, como dice el director de este periódico, experto en barajismo, aunque esto último tampoco es tan “así”. Dije, y mantengo, que la mejor versión del Pipo llegaría como entrenador del Valencia. Por muchos motivos. Y, desde mi humilde opinión, creo que así está siendo. Y eso con los mimbres que tiene, que son los que son. Pero ahora mismo no me apetece volver a repetir eso que ya sabemos todos y que no tiene solución, como pronto, hasta el mes de enero.
Quiero añadir algo más, y lo proclamaré de forma libre, convencida y desde el más absoluto valencianismo: el convenio es bueno para el Valencia y para la ciudad. Que el ayuntamiento y el club se pongan de acuerdo es algo vital para todos porque el Nuevo Mestalla será un referente de presente y de futuro. Toda la campaña que se ha montado para mezclar el convenio con la figura de Lim, o de Meriton, y dejando fuera de la ecuación al club (mira que son ganas de insistir en la irrealidad) no tiene sentido. No tiene base. No tiene verdad. Y si alguien se enfada… pues ya lo siento; pero es que las cosas son como son, nos guste o no. María José Catalá es una persona muy válida, muy inteligente y que siempre ha apostado por el deporte, lo sé de primera mano. El ruido de alrededor me parece maravilloso, lo mismo que los diferentes intereses que afloran, pero aquí se trata de acabar el campo y que el Valencia tenga un motor económico de máximo nivel. Lo demás… vuits i nous i cartes que no lliguen. Y para quien no domine el truc, ya se lo explico.