Un año, ocho meses y 18 días sin saber dónde buscar. Se llama Simón Rodríguez y el 1 de febrero de 2022 desapareció. Jubilado, con 78 años, tranquilo, sonriente, muy querido, feliz, salió de casa -en El Cerro de Andévalo (Huelva)- sobre la nueve de la mañana. Quería ir al campo. Lo manifestó. Fue visto, media hora más tarde en el Centro de Salud. No volvieron a verlo más.

«Se lo tragó la tierra», cuenta Encarna, una de sus hijas (tiene tres). «Se ha batido, se ha buscado, hemos hecho de todo por encontarlo y no hay nada que lleve a él». La mujer, retrocede junto a CASO ABIERTO, portal de investigación de Prensa Ibérica, a aquellos fatídicos días y traza, junto a este medio, los últimos pasos que su padre pudo dar. «La última persona que lo ve lo ubica en la explanada, detrás del consultorio médico». La alerta saltó de inmediato. La búsqueda arrancó al momento.

Vecinos de El Cerro de Andévalo en una de las múltpiles batidas realizadas para encontrar a Simón. CASO ABIERTO


Martes 1 de febrero. Encarna, como cada día, habla con su madre por teléfono: «Mamá, ¿qué tal estáis?». Quiere saber qué tal han pasado la noche. Lo habitual. «Eran las 9:25 horas y mi madre me dice, ‘¡Ay! Tu padre ha salido hoy’…». Está nerviosa, preocupada. Algo va mal. Encarna intenta quitarle hierro. «Mamá, pues como sale otros días… No pasa nada, ¿no?«. La intuición no falló, no era un día normal. «Mi madre me explicó que mi padre llevaba desde la madrugada despierto, que decía que quería ir al campo, que quería ducharse, iba al baño, para poder ir…», recuerda su hija. «Ella intentó convencerle, pero a las 9:15 horas, más o menos, no hubo manera: mi padre dijo: ‘que me voy’ y se fue.

A las 9:30 horas, cuando Encarna colgó el teléfono, arrancó la primera búsqueda. Fue improvisada, sin miedo, casi sin querer. «Cuando colgamos, como no me quedé tranquila, llamé a una amiga, al centro de salud…». Sin saberlo activó la primera batida. A las 12:00 horas ya estaba movilizada la Guardia Civil.

«Voy un momento, a por papel»

«Mi padre sale de casa sobre las 9:15 horas», reconstruye Encarna, «antes de las 10:00 horas entró en el Centro de Salud». Simón llevaba 15 días sin salir solo porque, precisamente, en una de sus caminatas al campo, se había caído. «Aunque ahora estaba mejor, tenía un poco de dolor de espalda, así que por eso, cuando sale de casa, una de mis llamadas es al Centro de Salud. Lo mismo estaba allí», recuerda su hija.

Un trabajador del centro confirmó que Simón entró a primera hora. «Iba sin mascarilla, por eso lo recuerda perfectamente. El hombre le dijo: ‘Simón, ¿dónde vas? Sabes que no se puede entrar sin mascarilla. Mi padre le dijo que iba un momento al baño, que iba a por papel, al cuarto de baño, porque iba a ir al campo y no sabía si lo iba a necesitar».

El mostrador se llenó de peticiones de cita. El hombre no vio si Simón salió del centro o no, pero, minutos después, «un conocido lo ubica detrás del centro médico, en la explanada del centro de formación en el Cabezo de la Horca, delante de la estatua del patrón del pueblo, de San Benito».

Pasadas las 11:00 horas, Encarna partía de esa misma zona junto al Sargento de la Guardia Civil. Se adentraba en el campo junto a la Benemérita. «Empezamos a buscar sin cese… ¡Papá! ¡Papá! Hace un año y ocho meses y aún hoy no hay nada de él».

Gafas de visión nocturna

«Ha desaparecido el Simón, Simoné, el Maestro». En el pueblo la noticia conmocionó. «Pasadas las doce y media ya había batidas en grupo buscando a mi padre». Era muy querido, conocido, Simón, el peluquero del pueblo. «Pero si estaba bien».

Achaques de salud, pero nada contundente. Sin diagnóstico de Alzheimer, diabético. «Le habían detectado hacía un año y medio Parkinson rígido. Es el que los músculos se van como atrofiando, dígamos. No tiembla mucho, pero sí es verdad que los músculos se ponen más rígidos y le cuestra trabajo andar, por eso él andaba como andaba». Decidieron no dejarle ir solo al campo, no por su mente, sino porque físicamente no estaba bien.

Perros del Servicio Cinológico de la Guardia Civil, un helicóptero, gafas de visión nocturna, hasta siete patrullas del Instituto Armado, tres drones, vecinos con quads, todoterrenos, motos y bicicletas de campo, y más de un centenar de personas a pie. Todos salieron a buscar.

«Una gran mayoría piensa que quizá ha montado en un coche. Por su Parkinson, mi padre no ha podido alejarse tanto a pie»

Encarna – Hija de Simón

La investigación policial apuntó a la desorientación y al trágico accidente. «La verdad que es lo que creemos todos. Y, sinceramente, es lo que queremos creer», se duele su hija. Sin embargo, hay lagunas, difíciles de entender. «La desaparición se produce en un espacio de tiempo mínimo. Es lo que no nos entra en la cabeza, que cuanto más rápido actuamos… más rápido ha desaparecido. Por más vueltas que le damos, no le encontramos lógica. Una gran mayoría piensa que quizá ha montado en un coche, porque no es normal… Por su Parkinson mi padre no ha podido avanzar, alejarse tanto a pie». 

Pantalón de chándal y chaleco sin mangas en tonos verdes, zapatos celestes y una gorra. Así salió a la calle Simón. «Dado que no la encontramos, creemos que mi padre lleva encima también su cartera con su documentacion». Ni la gorra, ni la cartera. Nunca ha aparecido nada. Tampoco Simón.

¿En un coche?

«¿Qué ocurrió», es la eterna pregunta que todos se hacen y a la que nadie puede contestar. Cualquier hipótesis duele, pero algunas hieren más. «Aquí solo hay dos posibilidades: o él ha ido andando y está caído en algún sitio y, por mucho que hayamos pasado al lado, no hemos llegado a verlo…», apunta su hija, con dolor, «o se ha montado en un coche y alguien lo ha dejado, bien queriendo o sin querer -no quiero pensar que haya sido queriendo sino que mi padre haya pedido que lo lleven a algún sitio- lo ha dejado en algún sitio y él se ha despistado y no ha podido volver«. Encarna, por su bienestar, no quiere pensar en que alguien ha podido dañarle de forma intencionada. «Tiene 78 años, qué doloroso… no me lo podría creer».

Policialmente no hay agente de la zona que haya olvidado a Simón, «sé que la Guardia Civil sigue investigando». Sabe, también, que practicamente todos los vecinos de El Cerro han recorrido y batido la zona infinitas veces buscando su rastro. «Esto es un calvario constante», lamenta. «Yo lo único que pido es que aparezca y descansemos. Que aparezca su ropa, su chaleco. Si me enseñas el chaleco sé si es de mi padre, aunque no haya ya restos… Con que aparezca su ropa sería suficiente. Ya me da igual qué, cómo o por qué».

Simón, Simoné. Sociable, querido, trabajador. Su padre fue barbero, el primero de su pueblo y el hombre siguió su estela como peluquero de El Cerro. «Creo que no había nadie en el pueblo al que mi padre no hubiera pelaó». Amante del campo, la caza y los caballos, «montaba muy bien». No hay romería de San Benito -patrón- en la que no se le recuerde. Su familia, sus vecinos, su pueblo, esperan noticias. Cuatro nietos esperan su vuelta. El abuelo no está.