El mar Mediterráneo yace manso. Mientras, el cielo que lo cubre ruge. Entre el verdor de la frontera norte de Israel, los tambores de guerra suenan con modestia. Las pocas personas que quedan en esta región, tras la evacuación de unos 40 municipios, añaden más verde al paisaje. Son grupos de soldados del Ejército israelí que patrullan las carreteras, mientras aguardan la provocación definitiva de la milicia libanesa Hizbulá para responder. “Si Hizbulá nos sigue buscando, nos va a encontrar”, afirma el portavoz militar, Roni Kaplan. Los reclutas callan ante la prensa, pero cuando la grabadora se apaga, confiesan sentirse seguros en esa misma frontera donde ya han muerto decenas de personas en los enfrentamientos. La preocupación de estos jóvenes, armados con un fusil, es que el Clásico de este fin de semana les pille aún en servicio.
“Aunque odio perderme el partido, no hay ningún otro lugar en el que querría estar”, explica un ingeniero eléctrico desplegado desde el mismo 7 de octubre en la frontera norte de Israel. “Tengo amigos que no son reservistas y que están en casa esperando con ilusión la llamada a filas”, añade sin compartir su nombre en un momento de descanso. Todos coinciden en que siguen órdenes de sus líderes, se sienten seguros y preparados para el momento en que la escalada del norte sea definitiva. Ante la puerta cerrada a cal y canto del kibbutz Rosh HaNikra, la última localidad antes de la frontera con el Líbano, aguarda un soldado solitario que, hasta su evacuación, residía en esta comunidad. “Israel está esperando que le ataquen y no ha empezado a atacar él”, puntualiza para El Periódico de Catalunya, del grupo Prensa Ibérica.
Desde el fatídico 7 de octubre, Hizbulá, aliado de Hamás e Irán, ha disparado docenas de misiles guiados antitanques, cohetes y morteros contra posiciones militares y ciudades israelíes. También ha habido incursiones de hombres armados, algunos afiliados a los grupos armados palestinos afincados en el Líbano. Cada uno de estos ataques han sido respondidos por el Ejército israelí. Hezbolá ha confirmado que 25 de sus militantes han muerto desde el inicio de la ofensiva de Hamás y tres civiles, incluido un periodista, han perecido en el lado libanés. “En términos estratégicos, no tenemos intención de abrir un nuevo frente en esta guerra con Hezbolá pero están haciendo todo lo que está en sus posibilidades para desafiarnos lanzándonos ataques específicos y constantes”, dice Kaplan a este diario.
Una mayor amenaza
“La pregunta es para la población del Líbano y la república libanesa: ¿quieren poner en riesgo su futuro para ayudar a Hezbolá y arrastrar a toda la región a una guerra?”, increpa este capitán israelí, nacido en Montevideo. Aunque los soldados desplegados en la frondosa frontera con el Líbano, custodiada por los cascos azules de la ONU, se muestran confiados, no dudan en reconocer que el enemigo es poderoso. “Hezbolá no es Hamás, Hezbolá sí que es una amenaza porque son un ejército ordenado y capacitado”, explica otro recluta en la temprana veintena apostado a tres kilómetros de posiciones de su enemigo. Sin cifras oficiales, la milicia libanesa podría contar con 100.000 combatientes bien entrenados y miles de cohetes apuntando a Israel.
Estos jóvenes reclutas llevan semanas patrullando los bosques y campos de la frontera libanesa, que al otro lado también ha sido evacuada. Algunos tienen más ganas de acción que otros. “Si veo a un terrorista de Hezbolá, tengo ganas de hacerle pum-pum”, afirma divertido un soldado mientras señala su fusil. “Hezbolá quiere venir a ocupar nuestro país y matar a civiles, y no soldados”, se justifica. El ataque masivo de Hamás que dejó al menos 1.400 muertos en Israel y 222 secuestrados en Gaza, ha removido las conciencias israelíes. “Si me preguntan qué quiero, quiero que maten al enemigo”, afirma Yehuda, un agricultor de 70 años que viven en un kibbutz al norte de Galilea. “Soy demasiado mayor para luchar, pero estoy aquí ayudando a una unidad”, dice.
«Primera línea contra el terror»
Incluso, este momento histórico está haciendo que algunos se replanteen su idea de Estado. “Si fuera por mí, este país, nacido impulsado por la culpa de Europa por no haber actuado como tocaba durante la Segunda Guerra Mundial, no tendría que estar aquí, en medio de países árabes, sino que podrían haberlo puesto en Canadá, o en algún otro lugar así”, declara Yehuda a El Periódico de Catalunya. Kaplan recoge una idea que repiten muchos israelíes estos días tras asemejar los crímenes de Hamás con aquellos cometidos por Estado Islámico. “Estamos aquí para defender a nuestras familias, a nuestra ciudadanía, como la primera línea de la lucha contra el terror en Occidente y en el mundo libre”, afirma a este diario.
Desde este paraje verde y silencioso, los esporádicos cohetes de Hezbolá suenan con fuerza. Pero nadie menciona la creciente potencia de sus propios proyectiles que no han dejado de impactar sobre la Franja de Gaza en los últimos 17 días con sus 17 noches. Ya son más de 5.087 los asesinados por los bombardeos israelíes, entre los cuales se cuentan 2.055 niños. Centenares de personas siguen desaparecidas bajo los escombros mientras los pocos hospitales que aún pueden operar en medio del bloqueo total israelí intentan tratar a los 15.200 heridos. Hamás ha liberado a dos rehenes en el paso fronterizo de Rafá, con Egipto. Fuera de las fronteras israelíes, las voces estadounidenses empiezan a advertir a su aliado que tal vez la invasión terrestre del enclave palestino no sea la mejor estrategia.