Terapia en forma de lana de oveja xalda. Es la definición que María Belén Intriago no duda en dar a una afición que comparte con otras cuatro amigas. Macarena Bernardo, Ana González, Margot Suárez y Dolores Manjón. Juntas llevan años tejiendo amistad y también tapices, bolsos o carteras utilizando una materia prima única: la lana de oveja xalda.
La Factoría Cultural es uno de los espacios en los que cardan, hilan y comparten anécdotas y donde el tiempo «pasa rapidísmo. Te metes en la clase y se te olvida todo», cuenta Margot Suárez, que comparte esta afición con su hija, Macarena.
«Probamos y nos enganchamos totalmente», dice tras 6 años con las manos en el huso y la rueca. Una forma de estrechar relaciones y de sentirse más cerca de los orígenes es lo que hace que estas cinco amigas acudan cada semana a reunirse en torno a la lana. «Te sientes más próxima a la cultura asturiana», añade Bernardo.
Esquilar, recoger la lana de manos de los ganaderos y lavar la materia prima hasta poder trabajar con ella forma parte de su rutina. «Es como reconectar con esa parte más auténtica, sin tecnología y sin prisas», cuenta Manjón.
El proceso empieza con la lana en crudo una vez lavada, con paciencia se va abriendo (escarmenando) y se prepara para el siguiente paso el cardado. Una vez se tiene una especie de pompón se coloca en la rueca y se empieza a hilar hasta dar forma a un ovillo. «Contado parece fácil pero hay que pillarle el truco», señala Bernardo.
Fue en mayo de 2022 cuando decidieron lanzarse con este proyecto en el que el hilo conductor es la lana de oveja xalda, un material al que no se le da salida más allá de acabar en la basura. «Hay muchísima lana y eso es un problema. Los ganaderos nos la regalan porque les sale más barato que pedir a Cogersa que se la lleve porque les cobra. Al final acabamos con kilos y kilos y no damos a basto. Está siendo un reto para nosotras», dice Manjón, quien tras probar a tejer en telar con la lana de esta oveja autóctona asegura que «queda espectacular».
Recuperar la especie
Dar salida a los incontables sacos con kilos de lana obedece a algo que va más allá de tejer, se trata de una reivindicación de «una lana que es nuestra, es la de aquí. Queríamos aprovecharla ya que están recuperando la especie», dice Bernardo.
Los ganaderos de Carreño son una de sus principales fuentes de abastecimiento junto con las ovejas procedentes de la asociación de criadores. «Están inscritas y llevan un control exhaustivo para que la raza no se pierda ni degenere», recalca Manjón.
Otra de las características que hace única a esta lana es su característico color, tonos más amarillentos, blanquecinos o marrones en los que no hay atisbo de uniformidad, un rasgo que para las tejedoras es más un atractivo más. «En un mismo tejido puedes jugar con las tonalidades y los volúmenes. Eso le da un aspecto muy natural», indica la artesana.
Avilés es uno de sus puntos de reunión pero Illas es el otro bastión en el que se sienten como en casa. «Ahí hacemos todo el trabajo al aire libre. El Ayuntamiento nos dejó el lavadero y nos facilitó la labor», dice Bernardo. Una tarea por la que los curiosos que pasaban por la zona no dudaron en preguntar. «En verano se acercaba gente de Madrid, Barcelona y se lanzaban a probar porque les parecía entretenido», relatan.
Mercado
Comercializar con este producto es una de las opciones que plantean las tejedoras. «En algún mercado hemos vendido lana a gente que se ha interesado por ella», añade Bernardo. Como muestra de las salidas que tiene la lana de veja xalda, Manjón alude a una joven de Piloña que recoge la lana y la envía a tratar al extranjero. «Una vez trabajada la vende», indica.
Tapices y alfombras son algunas de las creaciones que estas artesanas ya tienen en mente, aunque esperan poder ir un paso más allá y hacer tela para confeccionar abrigos o cestos. Aunque lo que más ilusión les hace es la exposición que en enero verá la luz en la Factoría Cultural y en la que ya están trabajando. «Haremos una muestra de todos los procesos implicados en este proyecto. Será algo interactivo y la gente podrá participar conociendo el tejido de primera mano», cuenta la artesana.
La satisfacción de ver una obra terminada es otro de los alicientes que las impulsa a juntarse e incluso a salir a tomar un café con huso en mano para seguir hilando.