Eloy lleva 21 años viviendo en España, pero esta será la primera vez que vaya al consulado argentino para participar en las elecciones de su país. «Lo hago con esperanza», dice a EL ESPAÑOL por teléfono. Desde que llegó en 2002, ningún candidato lo había motivado a votar desde el extranjero. Pero este año dice oler el cambio, y quiere formar parte de él.
«Tengo que conducir dos horas hasta Cádiz, pero merecerá la pena», asegura desde su casa en Huelva. Eloy se trasladará a una de las siete representaciones diplomáticas que Buenos Aires tiene en España, junto con las de Madrid, Barcelona, Vigo, Palma y Tenerife. Podría votar por correo, pero no se fía: «Los peronistas destrozan los votos que no van para ellos», cuenta. «Sobre todo los que van para Milei».
El candidato que ha movilizado a Eloy, Javier Milei, fue una sorpresa electoral en las primarias de agosto, donde consiguió el 30,2% de los votos. Su perfil es casi una fórmula que ya ha triunfado en otros países: un outsider de la política con una personalidad estrafalaria y un discurso que apela a las masas. Especialmente a su rabia. En el caso de Argentina, la rabia abunda contra los partidos tradicionales, que han dejado el país en una situación de crisis económica desesperante.
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Ante la idea del ‘fenómeno Milei’, Gonzalo, otro argentino en España, siente «suma incertidumbre y mucho miedo» por que el experimento pueda funcionar. Este será el primer año que no sea autoridad de mesa en el Colegio Mayor Argentino de Madrid desde que llegó a España, pero emitirá su voto, que entiende como una seña de identidad de la democracia en su país, donde el sufragio es obligatorio ―no así para los argentinos residentes en el extranjero, que según el entrevistado acostumbran a dejar de ejercer su derecho al voto una vez emigran―.
Desde su apartamento, este profesor universitario apura la espera al domingo sopesando y deliberando con los amigos que tiene en su Córdoba natal. Sólo tiene clara una cosa: «No voy a votar a Milei», asegura a EL ESPAÑOL. «Me asusta imaginar que una persona así de desquiciada pueda ocupar el sillón de Rivadavia», apostilla. Al mismo tiempo, Gonzalo vive una jornada de reflexión difícil: no sabe por quién decantarse. «El gran problema es que ninguno de los otros dos candidatos a los que puede ir el voto útil me convence», dice en referencia a la apuesta del kirchnerismo, Sergio Massa, y a la conservadora Patricia Bullrich.
«Ambos han pasado por distintos grupos de izquierdas y derechas, se han vendido y se han recontravendido a distintos presidentes. Ambos han estado a cargo de ministerios importantes ―Bullrich en Seguridad y Massa en Economía― y los grandes problemas se han hecho aún más grandes después de sus respectivas gestiones. A Massa lo veo un fiasco, no tiene identidad y nadie sabe dónde encasillarlo. La economía está peor desde que es ministro. Pero la criminalidad también empeoró cuando Bullrich fue ministra de Seguridad», valora.
Cecilia, una bonaerense que vive en el Puerto de Santa María, siente algo parecido a lo que el profesor afincado en Madrid. «Muchas veces votaba con la ilusión de que hacías algo por cambiar la situación. Ahora mismo no me ilusiona ningún candidato. Los que son viejos conocidos, no han hecho nada por el país cuando han podido y lo han dejado en una situación desastrosa: tanto la economía como la crisis de seguridad», explica. Coincide con Gonzalo en su rechazo a Milei: «Las nuevas caras no me interesan. Prometen un cambio que luego puede que sea para peor«.
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«Aunque, sinceramente, pienso que va a ganar», lamenta Cecilia, que, por otro lado, dice entenderlo: «La gente está harta de todo, y de que siempre sean los mismos y nada cambie. Cuando tienes que ir a comprar y tu sueldo no alcanza, y tienes que comprar el pan con tarjeta de crédito porque no te llega, entiendo que se te pase por la cabeza votar por Milei. Es un voto protesta, un grito de desesperación», observa la argentina residente en Andalucía.
Eloy, su compatriota por partida doble, discrepa. Él votará a La Libertad Avanza por convicción, y vive con ilusión la antesala del domingo. «Argentina tiene una oportunidad única de que haya un cambio definitivo. Nadie antes había prometido entrar con tanto mano dura como Milei, y eso me da muchas esperanzas. Es la primera vez que veo posible acabar con el peronismo», que define como «el comunismo infiltrado de Podemos, pero con la fuerza del PSOE». Eloy ve en la candidatura de Massa todo lo malo del legado kirchnerista, y asocia la coalición Unión por la Patria a la compra de votos y al chantaje a la clase trabajadora.
Los males menores
Mientras busca un mal menor por el que apostar, Gonzalo baraja dar su voto a un candidato secundario: Juan Schiaretti. Es el actual gobernador de su provincia natal, Córdoba, y lo presenta como «un tío bastante de centro, federalista, del llamado peronismo antikirchnerista». Se muestra convencido, pero los sondeos vaticinan a Schiaretti un 6,7% de los apoyos de este domingo. «Sé que votarlo sería tirar mi voto a la basura», reconoce.
Ante este dilema, el profesor resuelve que su prioridad es la economía. «Cuando estuve de visita en julio, un euro eran aproximadamente 360 pesos en el mercado paralelo. Hoy, tres meses después, está en mil. Ahora nos jugamos mantener esta tendencia o, peor: que el escenario se vuelva aún más caótico», advierte. Gonzalo reconoce que, en lo económico, el voto útil es para Bullrich, y valora sacrificar otros aspectos para asegurarse de que la economía argentina esté en buenas manos. O en las manos menos malas.
«Massa ha demostrado su ineptitud al mando del Ministerio de Economía, y Milei… la verdad es que no logro ver cómo podría dolarizar la economía y que esta siga siendo competitiva», compara Gonzalo, que por otro lado es escéptico de la capacidad de cambio que pueda tener la propuesta de Bullrich. La candidata de Juntos por el Cambio aboga por oficializar la bimonetarización ―la convivencia de iure del peso argentino y el dólar―. Pero las dos divisas ya coexisten en la economía argentina: «¿Qué capacidad va a tener esta mujer de generar un sistema bimonetario en un país en cuyas calles ya existe una realidad bimonetaria?», plantea.
La prioridad para Cecilia también es la economía. «Tengo muchos sobrinos e hijos de amigos que se han sacado una carrera y que no pueden plantearse un futuro en el país. Y ya casi ni un presente: les aumentan el alquiler un 30% cada mes, pero sus sueldos se mantienen igual de bajos. Voto, sobre todo, por la gente joven«, afirma, mientras ella también tantea a qué candidato votar. «El mal menor no sé cuál es. Es muy difícil porque a mí no me gusta el peronismo. Me cuesta mucho confiar en ellos. Lo más probable es que vote en blanco. Sinceramente, me parece que es la forma de protestar en este momento». Para ella, es una manera de decirles: «Ninguno de ustedes nos convence, tienen que currárselo un poco más».
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