Mear sentados conlleva varias ventajas.
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Frase comparativa que se emplea vulgarmente para referirse a alguien o algo muy viejo o muy antiguo. Forma parte de un elenco de expresiones que recurriendo a la hipérbole aluden con donaire a la vejez o antigüedad de algo («es más viejo que el pendón de la conquista» o «es más viejo de la Cruz de Piedra»). La frase traslada la imagen del varón secretando la orina «en la pared», gesto que se mueve entre la desinhibición que provoca este acto y el pudor a exhibir la masculinidad, por lo que se busca la protección del soco de una pared. Pared que el imaginario sugiere como muro de piedra seca o de argamasa; por su parte, «soco», en el español de Canarias, es voz que designa un ‘abrigo o refugio’ a resguardo del viento u otras inclemencias. Se emplea el verbo «mear» para describir un acto reflejo en hombres y animales, lo que induce a un mundo dominado por los instintos que no ha pasado inadvertido para el vulgo en la construcción lexical ni en el folclore popular, como lo testimonian varias expresiones afines: «mearse fuera del tiesto» (que se dice respecto a alguien que se propasa mostrándose impertinente y en actitud indiscreta e irrespetuosa); «ser más largo que una meada en cuesta abajo» (para referir con chanza y exageración que alguien es muy alto); «ser el macho que más mea» (que se refiere a la persona que lleva la voz cantante en cualquier asunto, la de mayor rango y autoridad en una estructura jerarquizada o a la que se le atribuyen mejores cualidades) o la letra de esta canción popular: «Risco de San Nicolás/ cuentas parrandas me debes/ cuantas meadas me eché/ al soco de tus paredes». El acto de «mear en/para/contra la pared» tiene mucho de ritualista y de simbolismo primordial. Así se intuye de la expresión afín «ser (alguien) un macho meando para la pared» que se emplea para referirse al hombre cuando es muy dominante y que traslada con fuerza la imagen de este acto ritual. Más que vulgares, habría que considerar estas expresiones de contenido naturalista (no eufemístico), ya que nos llevan al mundo de los instintos primarios como una metáfora del comportamiento humano, revelándose como actos de dominación propios de sociedades androcráticas. «Mear en/para/contra la pared» es un gesto instintivo entre varones de la especie en un medio rural que puede resultar irreverente y furtivo en el territorio urbano. «Al soco de una pared» traslada la idea de la búsqueda de protección compelida por la urgencia o premura de expeler en cualquier sitio, como un muro de pudor que se alza para resguardar las partes visibles o —quizá— como instinto natural que inconscientemente «ritualiza» el varón como un acto de «marcar el territorio», conocido y reconocible, relacionado con rivalidades de «poder» entre machos de la misma especie. Viene a colación el uso de un verbo del español del Caribe, «marcar», que en la acepción criolla se refiere al novio cuando visita a la novia en su casa para pasar un rato juntos. Lo que en el imaginario lleva a la idea de «marcar» con la orina como hacen muchos mamíferos para delimitar y reconocer el territorio, y muy probablemente relacionado con ritos de apareamiento. Imagen que casa con la parte más primitiva del comportamiento humano y explica el porqué se dice que algo «es más viejo que mear en la pared».