Los argentinos decidirán este domingo quién los gobernará los próximos cuatro años. Los candidatos son cinco, pero los resultados de las primarias del 13 de agosto señalaron que la población está dividida entre ‘tres tercios’: la ultraderecha libertaria de Javier Milei, el peronismo debilitado de Sergio Massa y la derecha pragmática de Patricia Bullrich. A la cola, aspiran a la presidencia la propuesta federal de Juan Schiaretti y la apuesta socialista de Myriam Bergman.

Las encuestas apuntan a que Milei, que obtuvo un 30,2% de los votos en las primarias de agosto, será el candidato más popular este fin de semana. Sin embargo, probablemente tenga que verse las caras con uno de sus contrincantes en una segunda vuelta que se celebraría el 19 de noviembre.

Javier Milei

El favorito para ocupar la Casa Rosada en diciembre ―según los sondeos y la propia voluntad de los votantes en las primarias de agosto― es Javier Milei (Buenos Aires, 1970), un desconocido hace meses para la mayoría de argentinos. El candidato es la cara de un movimiento atípico: La Libertad Avanza, una alianza que propugna el anarcocapitalismo y que, con sus promesas de atajar la crisis económica con una «revolución liberal de mínimo 40 años», parece haber conquistado a más de un tercio del electorado.

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Milei aboga por utilizar una simbólica motosierra para achicar la estructura del Estado, dolarizar la economía, privatizar empresas públicas y eliminar requisitos burocráticos para facilitar el acceso a armas y la donación de órganos. Además, niega el cambio climático y que durante la dictadura militar desaparecieran 30.000 personas. Tan excéntrico como la propuesta ―que bebe de la escuela económica austriaca― es el candidato: se declara fanático de los Rolling Stones, es profesor de sexo tántrico, exportero de Chacarita Juniors, convive con cuatro mastines ingleses a los que llama «hijos», y guarda disecado a Conan, otro perro ya fallecido.

La agresividad que caracteriza su discurso desde que decidió dar el salto a la política en 2021, cuando logró hacerse hueco en la Cámara de los Diputados, es también la que le ha catapultado a las puertas de la presidencia de Argentina. «Pedazo de mierda», «inútil», «hijo de puta» o «torre de estiércol» son algunos de los calificativos con los que con frecuencia se refiere a políticos y académicos. El pasado 9 de octubre, llamó al peso argentino «excremento». Un compendio de insultos resumidos en cambiar el rumbo de la política y economía argentinas y el grito de guerra: «¡Acabar con la casta política!«.

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Paulina Astroza, directora del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Concepción, contó a Jara Atienza para EL ESPAÑOL tras la sorpresa de Milei en las primarias: «Ha sabido captar el voto protesta, esa rabia y descontento de la población hacia los partidos que han estado en el poder ―tanto el macrismo como el kirchnerismo― y que no les han dado soluciones a sus necesidades», sostuvo. «A eso hay que sumarle la necesidad de la población de tener una mayor seguridad sobre su futuro y el cansancio por una clase política corrupta que ha vivido de los privilegios y del clientelismo», detalló la experta para explicar el éxito de este político «disruptivo e irreverente».

La campaña electoral de Milei no ha estado exenta de polémica. Hace unos meses, propuso crear un mercadopara promover la compraventa de órganos humanos, algo que está prohibido por ley en Argentina. Más allá de sus revelaciones, en realidad, poco se sabe de su historia personal. Y eso que existe una biografía no autorizada ―El loco― escrita por el periodista Juan Luis González. En ella se describe una infancia marcada por el maltrato de su padre, el acoso en el colegio, y unos coqueteos con el espiritismo que habrían llevado a Milei a confesarle a su círculo íntimo que él y su querido perro, Conan, se habían conocido en una vida pasada.

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Sergio Massa

Si alguien tiene algo que perder, ese es Sergio Massa (San Martín, 1972), la apuesta de la coalición peronista Unión por la Patria (UP). «El problema hoy es que tengo los dos sombreros puestos, el de la campaña presidencial y el de la gestión», dijo él mismo en una entrevista, ya que además de candidato ejerce de ministro de Economía en el Gobierno actual. Su cartera durante el mandato impopular de Alberto Fernández supone una desventaja: la legislatura concluye con un 138,3% de inflación en septiembre y una devaluación del peso superior al 150%. Los datos económicos sólo han empeorado la reputación del gabinete de Fernández, que ya tenía mala prensa y que se ha visto envuelto en escándalos en los últimos meses.

Pero Massa tiene una gran baza a su favor. Conocido como «el menos peronista de los peronistas», el candidato es un gran negociador que se ha granjeado la aprobación de los círculos financieros y los inversores de EEUU a la vez que la bendición del establishment. Su pragmatismo le ha permitido hacer malabares con las alianzas económicas y financieras para buscar una salida a la crisis. Como aseveró en un mitin a finales de septiembre: «Tengo el coraje para hacer los cambios que hagan falta, para cambiar los funcionarios y las medidas que hagan falta, para empezar un nuevo gobierno y una nueva etapa en la política argentina».

El candidato acudió al cierre de la campaña de la provincia de Buenos Aires el 17 octubre, coincidiendo con el Día de la Lealtad, la fecha conmemorativa del peronismo. En la celebración faltaron los dos grandes líderes del bloque político: el presidente, que se encontraba de viaje en China, y la vicepresidenta de la República. La ausencia de Cristina Fernández Kirchner era de esperar: su relación con Massa es peliaguda desde que el ministro de Economía fuera su jefe de gabinete, y darle el beneplácito para que se postulase a la presidencia en nombre del peronismo ya era suficiente para la expresidenta. Además, la ahora vicepresidenta está ocupada desde hace un año con sus causas abiertas con la Justicia argentina.

Las propuestas de Massa para su mandato son «más distribución del ingreso, más educación pública, más inversión en universidades», prometió, aunque el candidato reconoce su reto más inmediato: «Si puedo estabilizar la economía«. Para ello, las soluciones del actual ministro pasan por «vender lo que hace al mundo», como dijo en un spot de campaña. «Nuestro litio, nuestro gas, nuestro petróleo, lo que produce el campo, lo que producen las industrias, que cada vez se venda más al mundo porque eso nos va a dar los dólares para ser libres, para ser soberanos», arengó.

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De los clientes de la materia prima argentina, el favorito de Massa es China: «Vamos a fundar la república de Argenchina», bromeó en junio durante una visita a Pekín en la que consiguió inversiones multimillonarias. En 2022, Argentina desplazó a Brasil como principal destino de yuanes chinos en Latinoamérica, y ese mismo año se anunció la participación de Buenos Aires en la Nueva Ruta de la Seda. La vocación de Massa es, como la del Gobierno de Alberto Fernández, el aperturismo hacia potencias alternativas y el llamado mundo multipolar: en agosto, Argentina aceptó su adhesión a los BRICS.

El día del cierre de campaña de Massa, el presidente de la República se encontraba en Pekín. Allí, Fernández anunció el último logro de su legislatura en cuanto a la relación con el gigante asiático: una ampliación del swap de monedas por 6.500 millones de dólares. «A partir del día de hoy, pasamos de 5.000 a 11.500 millones de dólares de libre disponibilidad del swap con China», tuiteó Massa orgulloso simultáneamente desde Argentina. Un gobierno liderado por el ministro de Economía priorizaría el estrechamiento de lazos con Xi Jinping: el candidato, que ya aspiró a la presidencia en 2015, ha anticipado que utilizaría el swap chino para intervenir en el dólar y precancelar pagos al Fondo Monetario Internacional.

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Patricia Bullrich

A la inversa de Massa, que en sus comienzos militó en agrupaciones conservadoras, la candidata de la coalición derechista Juntos por el Cambio (JxC) empezó su carrera política en círculos peronistas. Patricia Bullrich (Buenos Aires, 1956) fue la favorita para ocupar la Casa Rosada hasta las primarias del 13 de agosto. Tras el chasco para los partidos tradicionales y el triunfo de Milei, ahora lucha por ir a segunda vuelta con la ultraderecha. Pato, como la llaman sus seguidores, se vende como la presidenta que traería a Argentina «el gobierno más austero de la historia», lo que le ha merecido el apodo de ‘dama de hierro’.

Su eslogan de campaña es ‘Un país ordenado’, y pone en el blanco las protestas tan comunes en el país sudamericano: «Los que hagan piquetes no van a poder cobrar planes», dijo en una entrevista reciente. Pato también promete «construir una cárcel de máxima seguridad en una zona aislada. Este penal modelo será el destino final para narcos, corruptos y asesinos que hoy gozan de impunidad de los políticos kirchneristas». La llamará «Dra. Cristina Fernández de Kirchner», en honor a otro de sus propósitos: acabar para siempre con el peronismo, que describe como la «mafia que secuestró 20 años a Argentina y que nos tomó de rehenes a todos los argentinos».

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Bullrich tiene un largo recorrido en política. Fue ministra tres veces, dos de ellas con Fernando de la Rúa, y la última con Mauricio Macri, de 2015 a 2019, cuando ocupó la cartera de Seguridad. Es conocida por sus cuatro años de lucha contra el narcotráfico y la criminalidad, y ahora vuelve a prometer mano dura. Tanta, que algunas de sus declaraciones se antojan desmesuradas: en una entrevista durante la campaña, sugirió alterar el código penal argentino para poder grabar conversaciones entre los presos y su defensa. Otros miembros de su equipo han protagonizado escándalos, también.

Su relación con la coalición es enrevesada. Al ser un bloque político tan amplio, existen corrientes dentro de JxC enemistadas entre sí. En las internas superó al alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, tras unas internas que acrecentaron las divisiones entre los ‘barones’ de la derecha argentina. Bullrich sí tiene el apoyo de Mauricio Macri, de quien fue ministra, aunque la impopularidad del expresidente y sis acuerdos de préstamos con el FMI ponen en duda que la candidata pueda plantear soluciones nuevas para la crisis económica. Ella ha asegurado haber «aprendido de los errores del pasado» y que no asumiría nueva deuda con el FMI si ganara las elecciones, sino que seguiría un programa «pragmático» y «factible».

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Sus propuestas pasan por el recorte de gasto público y la dolarización de la economía: «Vamos al bimonetarismo«, dijo en una entrevista televisiva con el canal de cable LN+, en referencia a la convivencia del dólar y el peso. Aunque sostiene que «los argentinos que tienen empresas o trabajan en la informalidad no van a poder aguantar» la moneda estadounidense, Bullrich aboga por su libre circulación y el fin de restricciones cambiarias.

Para subsanar la inflación, la candidata tiene un programa definido, que consiste en garantizar la autonomía del Banco Central, llevar a cabo una reforma laboral y simplificar los trámites para fomentar la vida económica. Sus medidas incluirían la reducción drástica de las ayudas: «El Estado terminó siendo un refugio que casi reemplaza a un plan social», opinó. En su lugar, propone crear empleo: «En cuatro años vamos a tener a toda Argentina trabajando. El que quiera adaptarse será bienvenido y el que no, tendrá sus consecuencias. No puede la gente que trabaja seguir pagando a aquel que no quiere adaptarse a un sistema laboral».

Juan Schiaretti

Bajo el lema de «hacer un país normal», con todo lo que eso implica en cuanto a la crisis socioeconómica y la grieta política que vive Argentina, Juan Schiaretti (Córdoba, 1949) busca extrapolar al resto del país lo desarrollado en sus tres mandatos al frente de esa provincia del centro argentino. El candidato es el gobernador de la poderosa Córdoba, y representa un peronismo federal disidente del kirchnerismo.

Con Florencio Randazzo, dos veces ministro de Cristina Fernández, como candidato a vicepresidente, Schiaretti busca poner el foco en el campo, el gran damnificado según él de las políticas tributarias del Ejecutivo; luchar contra el narcotráfico y ayudar a las pymes. Su liderazgo al frente de Hacemos por Nuestro País le granjeó un apoyo del 3,71 % en las primarias.

A sus 74 años, este contable público, apodado ‘El Gringo’, presume de ser el único aspirante del interior del país y afronta por primera vez una candidatura nacional a la que estuvo a punto de presentarse en 2019, si bien en esa ocasión se echó para atras al conocerse la alianza entre Cristina Fernández de Kirchner y Alberto Fernández. La alianza Hacemos por Nuestro País integra otras fuerzas políticas, como el Partido Socialista, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Autonomista y agrupaciones provinciales, informa Efe.

Myriam Bregman

Abogada y activista de los derechos humanos y el feminismo, esta diputada por la Ciudad de Buenos Aires se presenta por primera vez a la Presidencia con propuestas como apostar por los servicios públicos, romper con el FMI ―acreedor de la deuda argentina―, reducir la jornada laboral para generar puestos de trabajo y aumentar el salario mínimo. En 2015, Myriam Bregman (Timote, 1972) ya integró la fórmula como vicepresidenta del aspirante presidencial Nicolás del Caño, que hoy es su número dos.

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Bregman es descendiente de judíos alemanes y apodada ‘La Rusa’. Lidera el Frente de Izquierda y de los Trabajadores que sumó un 2,61 % de votos en las primarias de agosto. En su condición de candidata minoritaria ha protagonizado dos firmes intervenciones en sendos debates electorales, en los que defendió sus propuestas de manera firme y atacó a sus rivales con desparpajo y contundencia.

Cofundadora del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos y del colectivo Justicia Ya!, la candidata participa en el movimiento feminista Pan y Rosas y es habitual encontrarla en las movilizaciones sociales. Entre sus casos más sonados destaca la representación que asumió de Julio López, un testigo desaparecido en 2006, en la causa contra Miguel Etchecolatz, director de Investigaciones de la policía bonaerense durante la dictadura.