La cineasta Isabel Coixet, galardonada con el Premio Nacional de Cinematografía en 2020, ocho Goya y la Palma de Oro en Cannes, entre otros muchos reconocimientos, suma este miércoles el Evolution Vision por su prolífica carrera. Lo que más ilusión le hace es que su película Un amor, basada en la novela de Sara Mesa, se proyecta en el Teatre Principal de Palma durante la inauguración del Evolution Mallorca International Film Festival (EMIFF).
Uno de los pocos cambios en la película es el pasado de Nat como traductora de refugiados. ¿Imaginó que el tema cobraría tanta actualidad?
Lo incluí porque me pareció que le daba otra dimensión al personaje, era un buen trabajo para Nat, y con lo que estamos viendo ahora, cobra más relieve. Conocí la labor de una oficina de mediación de refugiados y me impresionó mucho. El trabajo de traductor es muy delicado, ya que las palabras adquieren un triple valor. Contar un testimonio de una forma u otra puede cambiar su destino, que le acepten o no.
¿Los personajes masculinos representan diferentes tipos de machismo?
Sí, muestran diversos grados de toxicidad machista. Empiezan con cosas cotidianas, como por ejemplo el casero preguntándole si ha pasado miedo, para dejar caer que seguro que ha pasado miedo, cuando Píter le dice lo que tiene que plantar, las preguntas sobre si va a vivir ahí sola… Todas las mujeres hemos vivido algún tipo de toxicidad machista con cuestiones cotidianas, sin llegar en la mayoría de casos al extremo de la novela y la película. Bueno, todas excepto las señoras de Vox, porque como nadie las ataca ni las pone en duda…
Son microagresiones.
Sí, pero te van jodiendo la vida porque llega un momento en el que quieres explotar. Mi madre, que tiene 90 años, vio la película el otro día y me dijo: estos vecinos son como los de mi escalera.
«No está bien que te vean con nosotros», dice el que parecía bueno. ¿El qué dirán sigue tan vigente en los pueblos?
Sí. Y lo sé porque vivo buena parte del año en uno que tiene 800 habitantes. Todo el mundo está ahí y lo sabe todo, por lo que si alguien se lía con otra persona, se entera el pueblo casi antes que el susodicho. Es alucinante. Las dinámicas, las microagresiones, cualquier situación de los sitios pequeños también se produce en las ciudades, pero en los pueblos está todo más a la vista.
El casero dice varias verdades que desmitifican el campo. ¿Por qué lo vemos tan bucólico?
Hay una tendencia, en especial tras la pandemia, a pensar que en el campo nos vamos a salvar, que vamos a estar mejor. Pero si uno está bien, está bien en cualquier parte, y si está jodido, se llevará sus problemas al campo, a un pueblo o adonde sea.
Sara Mesa bromea con que la protagonista es un personaje muy odiado. ¿La transacción que realiza no se ve como una decisión a la desesperada?
Ella bromea con eso, aunque hay gente que no. La pobre hace lo que puede y, en un momento dado, la marcianada planteada no le parece tan mala idea. Vale que puede haberse equivocado, pero no sabemos qué haríamos en su lugar. Nos gusta juzgar a los personajes de películas y novelas, además de a la gente real, como si estuviésemos por encima y a veces es porque nos negamos a reconocernos en cosas que no nos gustan.
En Mallorca tocará la fibra sensible con el problema del precio de la vivienda.
En muchos sitios. Cuando me dicen de Nat que se mude a otro lugar, es que no saben cómo está el tema. También es una película sobre la precariedad. Está en una casa de mierda por la que paga 250 euros al mes sin contrato, bajo mano, pero es lo único que se puede permitir. En el campo hay menos opciones para gastar, pero flipas con lo que cuesta la comida en el súper o el colmado del pueblo, debido a que carecen de competencia. Y no hablemos de la precariedad de un traductor y otros muchísimos trabajos.
¿Usted qué cree que la lleva a enamorarse u obsesionarse?
Parece que quería suplir una carencia, llenar un hueco, pero cuando comienzas una relación pensando en eso, vamos mal.
Traduce la frase: «La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma». ¿No logró tocar el alma del protagonista?
No sé si Andreas tiene alma. En tal caso, está muy escondida. Es una frase de Simone Weil que leí hace años y me apasiona. Creo que Andreas al menos tiene muy claro lo que quiere. Sin embargo, ofrece muy poca información y hay ambigüedad en los mensajes, por lo que ella va interpretando su comportamiento, lo amplifica en su cabeza y lo sobreinterpreta de manera obsesiva. Es un tipo que, a diferencia de Nat, está muy satisfecho siendo un outsider y pasando de todo. No le importa la aceptación. El problema de ella es que, pese a ser otra outsider, en el fondo quiere que la acepten y eso la hace vulnerable.
Obsesión
¿Por qué nos obsesionamos con gente que sabemos que no nos traerá nada bueno?
Ojalá tuviera la respuesta pero no lo sé. Ocurre muchas veces y lo vemos en amigas, en nosotras mismas… Y decimos, no, no, no. Pero sí. Lo que nos jode son las expectativas y la esperanza, que es una combinación horrorosa. Las mujeres, sobre todo, creemos que podemos llegar a cambiar a una persona, aunque en raras ocasiones la gente cambia.
¿Diría que las novelas de Sara Mesa y sus películas tienen una cierta similitud?
Puede haber cierta conexión, tampoco lo sé. Sí tengo claro que sus novelas me encantan y en ellas siempre encuentro cosas que hablan de mí y mi vida.
¿Qué significa para usted este reconocimiento del Evolution?
Principalmente la posibilidad de mostrar la película en un sitio como el Teatre Principal, que me parece fantástico. Y en cuanto al premio en sí, cuando un grupo de gente del cine considera que me lo merezco, bienvenido sea.