El rugby es un deporte agonístico. Es decir, una práctica en la que el jugador lleva e cuerpo al límite en muchos momentos del juego y convive con el estado de fatiga permanente durante gran parte del juego. Los jugadores se mueven de un lado al otro del campo instintivamente con “los pulmones vacíos”, en una sensación agónica que le acompaña durante gran parte de los 80 minutos. El juego obliga al jugador a alternar carreras intermitentes de alta intensidad y esfuerzos continuados de contacto de corta duración con fases de recolocación. Y en medio de esa situación de estrés extremo el jugador debe mantener la lucidez para tomar decisiones en cada jugada con la pelota en las manos o en situaciones defensivas que pueden ser de inferioridad física o numérica.

Entrenar la agonía

En ese territorio en el que el corazón se te dispara, la boca se te seca, el ácido láctico se convierte en tu reserva de gasolina y el oxígeno llega con dificultad a todo el cuerpo, hay que mantener la cabeza fría. Y a día de hoy nadie toma mejor las decisiones, en ese entorno hostil para el cuerpo, que los neozelandeses. ¿Por qué? Porque lo entrenan como nadie. Porque desde pequeños ejercitan el desarrollo de las habilidades técnicas, independientemente de su posición, talla y peso, que luego resultan ser recursos decisivos en la toma de decisión en esas situaciones. Los niños kiwis no compiten hasta la adolescencia. Antes juegan y se divierten con entrenamientos que inconscientemente les plantean contextos que les hacen pensar para resolver situaciones de inferioridad o superioridad en espacios reducidos. Un método que otros países han ido asimilando con los años.

Ante Irlanda los All Blacks volvieron a exhibir su capacidad de adaptación al entorno de juego. Primero en defensa, para frenar las oleadas ofensivas de un rival cuya potente delantera lograron desconectar. Y después con una clarividencia quirúrgica en ataque, sumando puntos en cada visita a la 22 rival. El ensayo de Ardie Savea es un ejemplo. Una touch en la 22 irlandesa que acercaron a palos para reunir a la defensa verde ante la carga de la delantera kiwi, para en el momento justo, y con una excelsa velocidad de manos, llevar al ala, donde Ardie Savea apoyó la pelota aprovechando que la defensa estaba reunida en torno al ruck. Lo mismo ocurrió en la patada de Beauden Barrett en sombrero que recogió él mismo tras superar la cortina defensiva verde para localizar el punto débil de la defensa y desplazar la pelota hasta el ala donde Fainga’anuku acabó posando tras un pase adentro de Rieko Ioane, que había recibido la pelota de Jordie Barrett. Ninguna selección tiene la capacidad de mantener y trasladar la situación de ventaja al punto del campo que quieren una vez la han forzado como los All Blacks.

Los Pumas celebran un ensayo de Nico Sánchez. @LOSPUMAS


Esos mismos All Blacks se miden a Argentina este viernes (21:00) en la primera semifinal del Mundial de Francia. Un partido por el que nadie daba mucho por las dudas que presentaban ambos al inicio del torneo. Pero los neozelandeses tienen la virtud de ofrecer su mejor versión cuanto más exigente es el escenario y los Pumas, que llevan un lustro compitiendo regularmente con las potencias del sur, han hecho crecer exponencialmente su juego y le suman esa resiliencia que hace que nunca se rindan por más adverso que sea el panorama.

Derrota o campeones del mundo

Sería cínico no decir que los kiwis son claramente favoritos en este partido, pero nadie duda que Argentina dará batalla a Nueva Zelanda. Será el cuarto partido que enfrente argentinos y neozelandeses en el Mundial y los albicelestes jamás lograron vencer a los oceánicos. Pero además se da la circunstancia de que en cada ocasión en la que se cruzaron (1987, 2011 y 2015), los oceánicos fueron campeones. Una gran señal para los de Foster, siempre y cuando sean capaces de doblegar a los argentinos.

Matías Moroni, el héroe de los argentinos tras salvar a su equipo con el que se ha bautizado como el ‘tackle de Dios’, avisaba a los de negro: “Vamos a París a la guerra. Es el partido más importante de la historia de los Pumas”. El seleccionador argentino, el australiano Michael Cheika, que ha aportado más pragmatismo al emocional juego de los albiceleste, aparcaba esa vehemencia apostando por otros argumentos: “Tenemos que ser dinámicos e inteligentes si queremos ganar a Nueva Zelanda”.

De momento Cheika volverá a cambiar el 9 y después de apostar por Cubelli ante Gales, recuperará a Bertranou ante los kiwis. Para Santiago Chocobares, que estará ante los de negro pese a haberse retirado lesionado ante Gales, “haberles ganado en 2020 y 2022 de visitante nos ayuda a creer un poco más”. En el juego, los kiwis dominan desde las fases estáticas, especialmente desde su touch, su principal arma a la hora de relanzar su juego abierto. No tienen problema para jugar con balones recuperados y en defensa eligen bien cuándo meter mucha gente en el ruck para ralentizar el juego o cuándo mantener de pie a sus jugadores para abarcar todo el ancho del campo.

¿Dónde puede hacer daño Argentina? Si los Pumas siguen mostrando consistencia y disciplina en el breakdown (ante Gales solo concedieron 7 golpes), podrá seguir aferrándose al pie de Boffelli para mantenerse en el partido. El maul albiceleste es poderoso y el sábado Irlanda les mostró el camino para hacer daño a los kiwis con ello. Sus portadores, Kremer e Isa, deben ir acompañados en sus excursiones y Bertranou y Carreras tienen que hacer un partido perfecto y no cometer errores.

Si atendemos a los datos, no hay color. Los All Blacks son los más anotadores de los cuatro semifinalistas, los que más ensayos posaron, los mejores en touch, la mejor melé que queda en el Mundial… Pero como decíamos, en un deporte agonístico como el rugby es muy importante tener un corazón que no deje de bombear. Y a corazón nadie gana a esta Argentina. Así que no descarten nada porque “y si los Pumas…”.