No viene mal un poco de cárcel de papel o recuento de dichos de aquella manera errática con que a veces nos regalan los medios de comunicación registrados, es decir, aquellos cuya obligación sería la de mostrarse estrictamente veraces en el fondo y en la forma para así librarnos de lo falsario que las redes sociales generan. No es grave, trata de ser risueño… pero no olvidemos que pelo a pelo se llega a calvo. Por ejemplo de descuido venial, sirva la información sobre la voladura programada de las últimas chimeneas que enhiestas señalaban la antigua coquería (fábrica donde se quema la hulla para la obtención del coque, que dice el DLE) de Ensidesa, en Avilés. Hubo un fallo al primer intento: se vinieron tres al suelo, pero erguida quedó la cuarta. Escribe un periodista: «Las chimeneas 1, 3 y 4 cayeron casi al unísono mientras la número 2 se mantenía en pie por un fallo en uno de los cables». ¿Al unísono? O sea, ¿»sin discrepancia, con unanimidad», como explica el citado Diccionario de la RAE? ¿No hubo disentimiento, tuvieron un mismo parecer, dictamen, voluntad o sentimiento las chimeneas? A lo que yo me vengo a referir: ¿Cómo y cuándo demonios charlan y discuten entre sí las chimeneas? Donaría todos mis campos de algodón solo por verlo.
Escucho a una locutora de informativos de la tele comunicarme que «Nagorno Karabaj se dipsolverá». Como corregía un amigo a otro que pronunciaba «pediórico»: es más difícil como lo pronuncias que como es. Máxime cuando no existe ninguna palabra en español que comience por «dipsol-«. Pero es que ninguna.
Me horrorizo al leer noticia sobre el ataque de un perro a un magistrado a las puertas del Palacio de Justicia, de Gijón, allá cuando septiembre se acababa. (Mi solidaridad con nuestro escritor Ricardo Labra, quien sufrió una quincena después otra agresión semejante: qué mamarrachos de amos, ay Virgen del Amor Hermoso). A lo que voy: nuestro magistrado se encaminaba a su trabajo cuando «… contra él envistió el animal». Envestir o investir (y su pretérito perfecto «envistió») significan «conferir una dignidad o cargo importante», y no me parece a mí que en el ánimo del perro anidase la voluntad de elevar a mordiscos la categoría del togado. Por el contrario, embestir (y su pretérito perfecto «embistió») significa «ir con ímpetu sobre alguien o sobre algo», cual el perro hizo con el desdichado magistrado. Ay, la ortografía, esa detectora de bribones de la lengua.
Según otro plumilla, «Feijóo alienta que el pacto del líder del PSOE con el secesionismo está encarrilado». Pero ¿qué necesidad de ponerse tontorrón y redicho metiendo ese verbo «alentar» donde nadie lo ha llamado? Alentar significa animar, infundir aliento o esfuerzo, dar vigor a alguien o algo. ¿Quiere ello decir que Feijóo (y ya ni discuto ese horror de ortografía en el apellido que tan mal tratan de justificar: pobres profes) animó que el pacto del líder, etc.? Pues no. Si quiere escribir «alerta» pues que escriba «alerta». El albañil que mal maneja el ladrillo, la espátula, la radial, la llana o los puntales mal albañil será. El periodista que mal maneja la palabra, la frase, la ortografía… mal periodista será y menos ennoblecerá ese oficio tan grande.
Es decir −preguntará el lector apresurado y errado− ¿que todo está mal en la prensa también? Les dejo estas líneas finales para desengañarlo: «Cuando alrededor de las doce salimos a la calle el nortazo estaba entablado con una irruencia impresionante». Nada sobra, nada yerra, nada falta. Y si hay que acudir al diccionario o a la etimología para saber que entablar es fijarse el viento de una manera continuada en cierta dirección, y que irruencia viene a significar una acometida con no poco ímpetu, casi como una invasión, pues se acude. Y no me da la gana de revelar aquí quién fuera su autor. Porque −como dijo Cervantes− amanecerá Dios y medraremos.