Son las dos de la madrugada y la “salvamar” (embarcación de salvamento marítimo) con base en el puerto de La Restinga escolta el primer cayuco que entra en la isla de El Hierro en esta jornada. Unos 156 migrantes procedentes de Senegal descienden exhaustos de la infra nave y suben como pueden el tramo de escalera hasta tierra firme. Les ayudan, como en cada llegada, voluntarios de Cruz Roja, agentes de la Guardia Civil, médicos y personal del puerto. Apenas 6 horas más tarde se repite la situación. Esta vez el cayuco que entra en puerto transporta a 212 migrantes. Hombres jóvenes en su mayoría, pero también mujeres y niños. Podríamos pensar que estas 368 personas que huyen de su país son las que cubren el cupo del día, pero apenas un par de horas después nos avisan de la detección de otro cayuco a 3 millas de la costa con 150 ó 200 migrantes más… la cifra es cada vez mayor y en el pequeño puerto empieza a hacer mella entre vecinos y trabajadores.
«Se te saltan las lágrimas, dan ganas de llorar cada vez que entra un cayuco»
Raúl trabaja descontaminando los cayucos que llegan (unos tres cada día). Saca ropas, excrementos, restos de gasolina, maletas abandonadas… Considera la llegada masiva de migrantes una amenaza para los puestos de trabajo de los jóvenes de la isla. A su compañero, también Raúl, se le saltan las lágrimas cuando ve llegar cada cayuco. El joven que trabaja en uno de los bares del puerto nota en las conversaciones esa disparidad de opiniones, y añade que los migrantes “apenas pasan 48 horas en la isla, pues son rápidamente derivados a Tenerife”.
La preocupación del alcalde es que se contaminen las aguas del puerto con los vertidos de excrementos y combustible de los cayucos
Juan Miguel Padrón, alcalde del municipio de El Pinar, al que pertenece el puerto, habla de una sensación de abandono por parte del gobierno central y del autonómico. Su mayor preocupación está ahora mismo en la contaminación vertida en las aguas de la bocana, donde los pescadores trajinan con el pescado que recogen y donde han tenido que cerrar la pescadería de la lonja por peligro de contaminación: “llegan los cayucos con los desechos de más de 200 personas, con restos de combustible… y se desguazan en el mismo puerto”. Hace alusión a todos esos residuos que se vierten a las aguas junto a una pequeña playa, y el ruido constante de la máquina trituradora. Padrón destaca la actitud hospitalaria de la mayoría de los vecinos, pero teme que la situación acabe provocando un efecto contrario.